ENSEÑAR Y APRENDER

EDITORIAL

Honor y gratitud al gran Sarmiento

Por Walter R. Quinteros

Para mandarme a la escuela, mi madre me bañaba en agua bendita, me vestía con el inmaculado guardapolvo blanco y calzaba mis zapatos negros recién lustrados.

"Fue la lucha, tu vida y tu elemento
La fatiga, tu descanso y calma
La niñez, tu ilusión y tu contento
La que al darle el saber, le diste el alma".

La escuela, queridos niños, es el lugar donde se enseña y se aprende.

"Con la luz de tu ingenio iluminaste
La razón en la noche de ignorancia
Por ver grande a tu patria, tú luchaste
Con la espada, con la pluma y la palabra".

Los 11 de septiembre, formados ante el mástil y nuestra hermosa bandera flameando, queridos niños, cantábamos el Himno a Sarmiento.

"En su pecho, la niñez de amor un templo
Te ha levantado y en él sigues viviendo
Y al latir, su corazón va repitiendo
Honor y gratitud al gran Sarmiento
Honor y gratitud y gratitud".

No puedo recordar a todas mis maestros, pero todos, dejaron su huella en mí, y en todos mis compañeritos que los mirábamos, los respetábamos, como si todo fuese un simple juego donde la autoridad enseñaba y las criaturitas aprendían. 

"Gloria y loor, honra sin par
Para el grande, entre los grandes
Padre del aula, Sarmiento inmortal.
Gloria y loor, honra sin par
Para el grande, entre los grandes
Padre del aula, Sarmiento inmortal".

Diosito existe, miren que me ha hecho llegar a viejo para recién darme cuenta que me debo preguntar: ¿Por qué unicamente en la escuela se debe enseñar y aprender?

Calculo que me van a contestar que es el lugar donde se distribuye el conocimiento, se transmiten valores, forman ciudadanos, capacita para el trabajo que hace al desarrollo de la sociedad. Y esas cosas que ahora decimos con facilidad.

Y ya que estamos pregunto, ¿cuál es la tarea del docente?

Para que lo sepa, alumno Quinteros, un docente es el que hace su trabajo bajo el título de profesor o maestro dentro y fuera del aula, es decir, el trabajo de enseñanza/aprendizaje y todos los procesos que ello implica.

Mi señorita maestra Angélica Winkelbauer, agregaría: "Teniendo en cuenta que en el reparto de las suertes este niño exhibe un diagnóstico pobre de conocimientos que lo desfavorecen, tendré tarea doble, pero habré de exorcizarlo a cómo de lugar".

En los años de mi nivel primario, yo sentía que un docente nos igualaba, la escuela nos igualaba. No había grietas, clases, ni iluminados ni desfavorecidos.

Creo que quienes nos educaban / enseñaban, reconocían nuestros orígenes y generaban condiciones para que a ninguno de nosotros algo nos resulte imposible. Sabían cómo crear un abanico de posibilidades entre tantos energúmenos sueltos, como yo. Y con nosotros, estoy seguro, ellos también aprendían.

Dice la psicóloga Guillermina Rizzo que "educar es ofrecer la oportunidad de generar lazos con el conocimiento, con los otros y con uno mismo; es habilitar instancias para desplegar deseos y capacidades concibiéndolas y estructurándolas bajo condiciones de tiempo y espacio; implica la complicada tarea de construir y distribuir saberes y capitales culturales, pues la educación es un derecho y un puente hacia otros destinos".

Por eso nuestros maestros eran el motorcito que ponía en marcha el proceso de nuestro aprendizaje y, como si fuese poco, eran la máxima autoridad.

Creo que pocas profesiones son irremplazables como la del docente. Creo, que está plagada de desconciertos y sinsabores y eso, muchas veces cae sobre su imagen y creo, que eso los condena a la frustración y cierto fracaso. Creo.

Debe ser duro, pesado, lograr convertir un inadaptado dablillo como el citado alumno Quinteros al mundo accesible, para que confíe en sí mismo y logre una identidad. A los docentes no le debe ser fácil todo lo demás. Cada uno de ellos —porque así es la vida—, casi con seguridad, no pueden esquivar las problemáticas cotidianas.

La periodista Cindy Damestoy en Infobae, nos supo contar la historia de Romina Serrano, directora de la Escuela Albergue N°57 que se encuentra en el paraje rural Quilca, en la provincia de Neuquén, a 40 kilómetros de la localidad de Aluminé. 

Romina comparte su día a día con ocho niños de nivel inicial y primaria, que pasan toda la semana en el lugar y regresan a sus casas el fin de semana. La motivan las metas que tiene por delante y los ocho niños que estudian ahí —seis de primaria y dos de jardín de infantes—, que la sorprenden todos los días con sus ocurrencias, y se emociona cuando los ve crecer y pasar de grado. "Todas las comodidades de la ciudad las cambio mil veces por estar acá, haciendo lo que amo". Dice Romina.

Hay miles como Romina a lo largo y ancho de nuestro país. Honor y gratitud a estos, nuestros grandes maestros.

— Alumno Quinteros, a ver si baja de la luna y presta atención a la clase.

— Si, claro, como si fuese tan fácil señorita maestra.

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