EL NACIONALISMO IDIOTA ATACA DE NUEVO

OPINIÓN

Algo así ocurrió con Diana Mondino cuando dijo que, en la búsqueda de una solución para el conflicto, los intereses de los isleños iban a tomarse en cuenta

Por Carlos Mira

La Argentina tiene con el nacionalismo idiota una cuestión con la que tropieza casi a diario. Muchas veces parecería que no hay tema que se salve de ser pasado por ese tamiz. A tal punto que no son pocos los que, antes de emitir una opinión públicamente, verifican si la misma supera la prueba ácida del nacionalismo, porque si no la superan muchos podrían considerar que es mejor callar.

Es decir, directa o indirectamente, el nacionalismo idiota logró imponer una especie de censura, autocensura o temor a hablar cuando lo que se está por decir los pueda ofender. Esto me recuerda aquello de Fiódor Dostoyevski: “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”.

En efecto, lo que, con otras palabras se llama “corrección política”, ha invadido de tal modo la vida diaria que uno vive asustado por lo que puede decir o por cómo pueden tomar los demás lo que uno puede decir. Es una especie de desiderátum para los que persiguen la sociedad cerrada y no hay duda de que Karl Popper los habría declarado “enemigos de la sociedad abierta”.

Por supuesto que hay temas favoritos del nacionalismo idiota y otros de los que este ha logrado apropiarse por un trabajo incesante de picasesos aun cuando, a primera vista, ni siquiera rozaban lo que para ellos son las fibras más íntimas de lo telúrico y lo nacional.

Dentro de los primeros -esto es, de aquellos sostenidos incluso por los que juran que no son “nacionalistas idiotas”- se encuentra claro está, el tema de las Malvinas. Insinuar siquiera una leve desviación de la idea de que, para recuperar las islas, Gran Bretaña debería evacuarlas sin más y entregarlas pacíficamente reconociendo que nunca fueron suyas y que las usurpó, puede significar, para el que se atreva a ir tan lejos, no solo calificaciones irreproducibles sino el señalamiento como un verdadero vendepatria.

Frente a esas insinuaciones o propuestas ni siquiera hay un tiempo para verificar qué es lo que realmente está diciendo el irreverente: se le cae encima con toda la fuerza de la bandera argentina, de la sangre de nuestros veteranos y de la memoria de los muertos.

Algo así ocurrió con Diana Mondino cuando dijo que, en la búsqueda de una solución para el conflicto, los intereses de los isleños iban a tomarse en cuenta.

Durante toda la historia del largo conflicto, la Argentina puso el acento en la diferencia que debía anotarse entre “intereses” y “derechos” de los isleños, como dando a entender que los “derechos” podían llegar a ser considerados para una reparación pecuniaria pero que los “intereses” nunca podían entrar en una negociación.

El resultado concreto obtenido por la Argentina durante más de 60 años de sostener estos criterios ha sido muy cercano a cero, si se tiene en cuenta el objetivo final de que la soberanía sobre las islas sea recuperada. Más allá de alguna que otra resolución intrascendente de la ONU (que no se cansa de emitir papeles que nadie cumple y sobre los que nadie tiene capacidad alguna para hacerlos cumplir efectivamente) resulta obvio que la táctica que aquí llamaremos “tozuda” no ha producido ningún resultado práctico.

Esto hace pensar que la tesis de recuperar la soberanía por la vía de que el Reino Unido acepte las normas del Derecho que Argentina sostiene es cada vez más ilusoria. Esa pareció ser también la conclusión a la que llegó el gobierno militar de Galtieri cuando decidió la invasión de 1982.

Si bien aquel gobierno era claramente una dictadura no puede dejar de anotarse el masivo apoyo que la movida tuvo en la población. No importa que luego de la derrota bélica el siempre hipócrita espíritu argentino haya aflorado en muchos que dijeron “yo siempre dije que esto era una locura” (cuando tres meses antes vitoreaban a la Junta): ya sabemos que eso es casi una calcomanía de la personalidad nacional.

Lo cierto es que al resultado “cero” de sostener la “táctica tozuda” en lo diplomático se le sumó la derrota en el campo de batalla. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que ese combo alejó aún más la posibilidad de la recuperación soberana y de que, ahora, para intentar conseguirlo, habrá que cranear otra alternativa.

En ese contexto aparece Mondino con su declaración. Obviamente las huestes del nacionalismo idiota la mataron. Y también la trataron mal muchos de aquellos que no se llamarían a sí mismos nacionalistas idiotas pero que, al menos en este caso, han sido funcionales a ellos.

Vamos a ver. ¿Alguien cree que la Argentina puede recuperar la soberanía de las Malvinas por el simple expediente de que los isleños levanten sus bártulos y las desalojen? La respuesta racional (que excluye por definición al nacionalismo idiota) debería ser no. Pero el nacionalismo idiota existe. Como existió el 14 de mayo de 1982 cuando Margaret Thatcher propuso la teoría de las “Tres Banderas” que consistía en retirar todas las fuerzas militares del área y entrar en un periodo de negociación mientras en las islas flamearan las banderas de la Argentina, del Reino Unido y de la Naciones Unidas.

A pesar de que las fuerzas británicas ya nos habían hundido el ARA Belgrano, la Argentina rechazó la moción. Exactamente un mes después, el General Banjamín Menéndez se rendía ante el General Geremy Moore en Puerto Argentino.

¿De qué sirvió la compadreada del nacionalismo idiota aquella vez? De nada: solo fue útil para que más argentinos dejaran la vida en el Atlántico Sur.

Ahora el nacionalismo idiota ataca otra vez.

¿Alguien puede creer que los chinos son idiotas? Aunque muchos podrían arriesgarse a decir que sí pues hace 80 años que viven bajo el comunismo, otros, dejando de lado la chicana, dirían claramente que no. Muy bien: los chinos (los mismos que muchos enarbolados en el nacionalismo idiota [no en vano nuestro embajador allí se llama Sabino, igual que el montonero disidente que fabricaba el armamento encontrado de casualidad ayer en un departamento en Palermo y que, seguro, los padres Vaca Narvaja eligieron ese nombre en su memoria] admiran) recuperaron la soberanía sobre Hong Kong reconociendo los “intereses” de los hongkoneses y firmando un tratado con Gran Bretaña por el que Hong Kong y su gente gozaría de un status libertario especial que le aseguraría a sus ciudadanos no caer nunca bajo la falta de libertades típicas del comunismo chino.

Es decir, para decirlo de una vez: China se metió su comunismo en el culo con tal de recuperar la soberanía sobre Hong Kong. ¿El nacionalismo idiota? Bien, gracias.

Pero, claro, Mondino propone algo similar y es una cipaya sin remedio que merece la hoguera. La Argentina con este nivel de tozudez no tiene destino. Lo de Malvinas es solo un botón de muestra. Pero, si bien se mira, los estragos del nacionalismo idiota no detienen sus consecuencias solo en la evolución de ese conflicto: infecta cada rincón del cerebro nacional. Y lo que tenemos y cómo vivimos no son otra cosa más que el producto de esa infección.

(The Post)


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