REFLEXIONES SOBRE EL DÍA DEL NIÑO

EDITORIAL

¿Qué necesitan nuestros niños de nosotros?


Por Walter R. Quinteros

El próximo 20 de agosto celebramos el Día del Niño en Argentina. Qué buen momento para brindarles un abrazo gigante, para hacerles saber que estamos nosotros, sus mayores, los que vivimos metiendo la pata, los cometedores seriales de errores que sufren y perjudican a ellos.

Que buen momento para que les brindemos nuestros corazones y hagamos que tengan un día verdaderamente especial. Aunque todos nuestros días para con ellos debieran serlo, pero bueno, ya está. Empecemos por este día.

Lo que quiero decirles es que apunto a que nosotros nos veamos como unos niños, y nos preguntemos qué nos hace falta ahora como mayores. Tal vez, coincidan conmigo en eso de un poco de compañía, de cariño, de contención.

Creo, que nuestros niños también desean que les demostremos cariño, que necesitan ser cuidados, que los escuchemos, que quieren ser parte. Un poco tal vez, de calor humano, de tiempo y atención pero, ¿importa si es familiar? ¿Docente? ¿Tutor? ¿No, o si?

Pero pasa esto: En la semana, conversando con un comerciante de esta calle, se nos acercó una niña y nos pidió algo de dinero para comprar pan. Veamos:

¿Los padres dónde están? ¿El Estado que miente y dice que está presente? ¿Está ausente con este gobierno nacional y popular? ¿La niña se escapó de su hogar? ¿Si le damos el dinero está bien? ¿Qué estamos impulsando con esto? ¿Si hablamos con esa niña pensando que nos puede contar alguna desgracia, quiénes somos para eso? ¿Y si es una trampa y nos está filmando, nos están grabando?

Mi amigo y poeta mexicano Alfredo Espinosa Quintero, tiene un poema para cada cosa:

¿Y qué si el chico
ocupa la moneda para droga?

¿Y qué si la emplea para comprar un cigarro suelto
o para estopa?

¿A ti, qué?

¿En qué te ensucian sus versiones de irse, sus maneras de evitarse, el transporte colectivo,
en el que sueña no estar rumbo a su cuarto de cemento?

¿A ti qué si ocupa esa moneda para no ver a su padre
cuando llega a verlo?

Si la gasta en comprarse invisibilidad o se emborracha
antes, ¿a ti qué?

¿Le vas a dar trabajo?
¿Le vas a borrar de los ojos los ojos de su madre?
¿Le vas a cambiar los huesos para que duerma más cómodo en las calles?

¿O sólo le vas a hablar de la multiplicación de los panes,
y las ventajas de llevar una cruz al cuello?

¿Tú cómo te evitas? ¿Cómo evades tanta conciencia?

¡Coño, dale la moneda y ya!

Para que no quede nada en el aire, le pregunté a la niña si iba a la escuela.

—No. Me dijo con su mirada endurecida de tantos sueños rotos, tomó de cada uno un billete y sin nada que decir se fue. El vecino me dice que no se nos ocurra mirarla hacia dónde va, porque nos van a tildar de viejos degenerados, vos viste cómo son acá.

¿Eso nos pasa? ¿Hasta ése miedo tenemos?

Y sigue pegándonos con un hacha en los ojos el fallecido poeta, periodista y escritor Daniel Salzano, cuando nos dice desde su: "Pibes". Los ves caminar por la ciudad con las manguitas cortas, el pelo duro y una mirada que sólo responde a los estímulos del miedo. Atraviesan la puerta del café como sombras de sí mismos y a lo sumo te tocan el hombro o te ponen la mano abierta a la altura de la cara. Su única preocupación es que el mozo no le ponga la mano encima, que no llamen a la cana. También los ves por las esquinas deambulando... algunos todavía llevan chupete. Manos de obra barata, inocente, manejable. Ni se portan bien, ni se portan mal; no meten ruido, no dicen nada. A veces les das un puñado de monedas y lo reciben como quien recibe un puñado de viento. Todo forma parte de un mismo endurecimiento, de una misma rutina deshumanizada. Un día cualquiera se levantan hombres y ya nunca más volvemos a verlos.

Creo, que todo comienza en crear un espacio para que nos regalemos abrazos, para que nos sintamos compinches y compartamos sonrisas, para que nos demos entre todos un momento inolvidable. Para que nos vean a los grandes, compartiendo con ellos y con nosotros un poco de amor, un poco de comprensión.

La idea es que valoricen nuestros lazos afectivos entre esta sociedad desamparada, angustiada. La idea es que encuentren en sus mayores, en su familia, la confianza necesaria para que puedan expresar sus miedos y necesidades.

Empecemos por abrazarlos, les digamos como dice Piero en su canción; Soy paz, soy pan, soy más; "vamos, contame, decime todo lo que a vos te está pasando".

Para cerrar:

No esperemos palabras ni acciones bonitas de nuestros políticos demagogos. Ya lo dijo el expresidente uruguayo Pepe Mujica: "Aquel candidato que regala cosas para que lo sigan no es un líder, es un comerciante de la política, que te da algo a cambio de tu voto". Entonces esperemos siempre tener a mano un plantel de psicopedagogos, que trabaje enfocado en las problemáticas que como sociedad tenemos, que nos orienten, nos instruyan, nos controlen.

Sepamos que nuestros niños son los humanitos más vulnerables en esta sociedad de canallas y que ellos, como nosotros, enfrentan las mismas diarias dificultades que se nos presentan. Somos los padres, la familia, los tutores y los buenos vecinos, los que debiéramos estar siempre atentos para evitarles tantas calamidades.

Creo que eso nos piden a los mayores, cuando nos piden una moneda para comprar pan.

(© Walter R. Quinteros / Foto: © UNICEF)





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