NO SE SI VALIÓ LA PENA

OPINIÓN

Hubo un tiempo que fue hermoso

Por Osvaldo Bazán

Fue el invierno del 2018.

Por los estrados judiciales pasaron los más importantes empresarios argentinos; los que siempre tuvieron como decía María Elena Walsh, “la sartén por el mango, y el mango también”; los de la mordidita; los de tanto para vos, tanto para mí total la plata no es de nadie; los de entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera, y dijeron “sí, soy coimero, de la plata que recibía del Estado para hacer una obra, le devolví un porcentaje a los funcionarios que me la adjudicaron”.

El empresariado argentino que hace negocios con los funcionarios del estado argentino.

Y entonces, todo lo que siempre se dijo por lo bajo explotó en la cara del país.

Como ejemplo, uno sólo de los empresarios, nada menos que el presidente de la Cámara de la Construcción del país en ese momento, Carlos Wagner -o sea, el que habían elegido los constructores para que los represente- explicó bajo juramento que sí, que bueno, que lo que el Estado le pagaba por anticipo de la obra -un 10 o 20 %- había que devolverlo a los Kirchner. Que él mismo iba con el paquete de plata al café La Puerto Rico, ahí a una cuadra de la Casa Rosada, o al Hotel NH, a la vuelta del Cabildo, o a un estacionamiento. El bueno de Carlos se hacía preparar los paquetes de dinero por alguien de confianza. Claro que si la entrega era en la propia empresa de Wagner, él mismo le entregaba el dinero al recaudador, para evitar problemas.

Por si no quedó claro: lo dijo él mismo, bajo juramento.

El circuito era tan sencillo como efectivo.

Vos pagabas con sacrificio los impuestos.

Usando ese dinero, los Kirchner llamaban a empresarios amigos y les decían “te doy esta obra, te doy estos millones, devolveme una parte y hace lo que quieras”.

Tu plata, con los empresarios como intermediarios, terminó en los bolsillos de Néstor, Cristina, Máximo, Florencia y quienes ellos determinaran.

Ese tiempo, el invierno del ’18, fue posible por varias circunstancias.

En principio, un periodista que un día se encontró con un material radiactivo, pero embrionario. Como cuenta ahora Diego Cabot, el periodista en cuestión: “Lo que tenía era una cosa muy rudimentaria; finalmente eran los cuadernos de un tipo al que no le podía dar entidad per sé, el desafío era decir qué hago con esto”.

Claro, para Cabot -quien además de periodista es abogado- el tema no era una sorpresa, era una confirmación. Ya había escrito mucho sobre la vuelta a las regulaciones de los negocios de los privados con el Estado, situación que se había desmantelado en los años ’90; ya había en el 2007 escrito el libro “Hablen con Julio” junto a Francisco Olivera. Esos nombres, de un lado y del otro del mostrador y esa forma de recaudar ya estaba contada pero ahora había la punta de un ovillo que, al desenredarse, terminaría con el mayor proceso a la corrupción en Argentina (lo cual es decir muchísimo en un país con tanta competencia).

Cabot sabía, conociendo a los protagonistas, que todo eso que había ahí en los cuadernos era cierto.

– Nos dedicamos a contar las partes oscuras de las relaciones del poder, pero no siempre tenés todas las piezas, es difícil que llegués a eso. Tenés un puzzle, sabés que lo verde va ahí donde están los árboles y lo marrón es la tierra y lo que vi en ese momento es que las piezas que faltaban las iban encajando los propios protagonistas, veía la doble moral de estos tipos, como Wagner que a la mañana reclamaba seguridad jurídica en todos los foros y a la tarde iba a la Puerto Rico a entregar la coima, fue un momento de éxtasis periodístico.

Sin embargo, en los comienzos del ’18, cuando se encontró con el material no lo publicó por entregas en su diario La Nación. Quiso que ese documento relativamente rudimentario constituyera una prueba judicial importante. Vaya si lo consiguió, los protagonistas terminaron contando la verdad -o la parte de la verdad que le serviría para negociar su libertad- ante la justicia, bajo juramento.

Para conseguirlo, presentó las pruebas y sus investigaciones a la justicia. Salió de los tribunales de Comodoro Py, se tomó el tren hacia su casa. Lo acompañaba su mochilita y la pregunta “¿adónde me llevará todo esto?”

Así que el primer paso para que hubiera una “Causa Cuadernos” fue el periodista que decidió darlo.

El propio Cabot no se pone como factor para que la causa exista. Según él, estos son los elementos que se dieron en aquél momento para que la causa existiera: “Lo primero, el factor sorpresa fue determinante para que nadie se pudiera preparar. Cuando tienen tiempo para prepararse, lo hacen. Lo segundo es que por primera vez en la historia los empresarios le tuvieron miedo a la justicia. Durante todos esos años, el monopolio del miedo lo había tenido Cristina Fernández de Kirchner. Los empresarios siempre consideraron que CFK podía hacer uso de elementos del Estado para algún tipo de accionar subjetivos contra ellos, pero por un momento le tuvieron miedo a la justicia y por eso fueron y le contaron una parte de la verdad, para tratar de mejorar su situación procesal. El tercer elemento fue que el gobierno de Macri dejó que las cosas transcurriesen por los canales que tenían que transcurrir; no hubo una presión contra los jueces ni contra nadie. Un cuarto elemento me parece fue la originalidad de las pruebas, un escenario que nunca nadie pensó. ‘No me pueden agarrar por las cuentas fiscales, por mi contabilidad, ¿quién me va a ver adentro de una cochera?’, bueno, hubo un tipo que lo vio y lo anotó y eso empezó a generar una prueba absolutamente distinta”.

Aquél momento hermoso en donde parecía que todo podía llegar a cambiar, que la impunidad se podía terminar, que otra Argentina era posible, terminó.

– Conté una historia que los tipos confirmaron, si después la Argentina no tiene la institucionalidad posible para que le caigan condenas para esas conductas, ya deja de ser algo que me preocupe en cuanto a periodista, pero me sigue preocupando en cuanto ciudadano responsable.

Los imputados, entre la causa principal y las conexas, son 229 personas.

Hubo 35 empresarios, ex funcionarios, testaferros y gestores que se presentaron como arrepentidos.

El expediente principal tiene 420 cuerpos.

Hay 240 cajas con documentación y efectos como prueba aportada.

Si en medio del vendaval eleccionario, el caos inflacionario, la miseria cotidiana y el stress congénito del país, el ciudadano tuviera un segundo de tranquilidad, quizás se preguntaría “¿Qué carajo pasa que no pasa nada con todos estos tipos que contaron que eran coimeros?”

– Pasó que el derecho procesal tiene una cantidad de artilugios legales para dilatar todo. Incluso son tan amplias las posibilidades que te da el derecho procesal en cuanto a la defensa de las cuestiones de corrupción, que una persona que dio detalles puntuales concretos de qué hizo, después arme otra causa procesal y diga “no, mirá, no es tan así lo que dije”. Y no estamos hablando de un chico que estaba tirado en la calle y que la justicia o un policía se aprovecha de su indefensión para hacerle decir cualquier cosa. Estamos hablando de algunos de los personajes más importantes de la Argentina que pagan los estudios jurídicos más importantes del país, que les decían “bueno, la estrategia es ésta: andá, conta una parte de la verdad para mejorar tu situación procesal”. Lo que pasó es que en todo este tiempo hubo muchísima voluntad, no de quienes tienen la causa sino de la estructura judicial desde la Corte Suprema para abajo, de que nada pase. Una de las maneras es no darle a la causa los recursos que necesita. Si mañana duplicás tu trabajo en una fiscalía porque te llega una causa de este tamaño, la más grande que hay de corrupción en este momento -pensá que la de vialidad tenía 12 procesados y ésta tiene más de 200- y no le das un empleado más, una silla más, lo que estás haciendo es decirle “flaco, dilatá que la cosa que por ahora conviene así”.

– Entonces, ¿hay una responsabilidad de la Corte Suprema en que no avance?

– Sí, sí, por acción o inacción hay responsabilidad. Hay una carta que el propio juzgado le envía a la Corte y le dice “mirá acá trabajaban 10 pibes, ahora trabajan 24 y comparten el baño, danos estructura” y no consiguieron nada.

– ¿Por qué creés que la Corte Suprema no está dando esos recursos?

– No hay que ser inocente en esto; los tiempos políticos marcan las velocidades judiciales. La causa es de 2018 y hasta 2020 iba muy bien. Podrías haberla acelerado aún más dándole recursos a quienes tenían este proceso, pero eso coincide justamente con ni más ni menos la llegada de los acusados al poder. La estructura que estabas acusando como corrupta llega otra vez al poder. Así que “no desactivo nada, pero tampoco acelero”. Es decir “bueno arréglense con lo que tienen”, “Pero mi computadora anda lenta!”, “bueno, fijate en vez de esperar tres segundos, esperá tres minutos que igual la pantalla te la va a abrir” y todo así tarda “n” veces más.

– ¿Ves ahora, ante la posibilidad de cambio a partir de diciembre, de más voluntad de avanzar?

-Sí, creo que sí. Me parece que pasó el momento más duro cuando las defensas opusieron y opusieron una cantidad de recursos. Las defensas tratan de no llegar a juicio oral nunca. Si me acusaran de un delito querría que empiece mañana el juicio para demostrar mi inocencia. Bueno cuando el poder está involucrado en una causa de corrupción, la estrategia es exactamente la contraria, que nunca jamás empiece. El paso del tiempo juega a favor del imputado porque ya ni sabés de qué se está hablando. El riesgo que hay es que un caso así, donde la corrupción está contada en primera persona por los protagonistas más importantes de la Argentina, un espectáculo así de corrupción a cielo abierto quede sin juzgar, sin determinar quién es inocente y quién culpable. Argentina es incapaz de tener culpables, pero también inocentes y entonces todos son sospechosos y eso no está bueno. Esta causa tiene que terminar con culpables los que son culpables e inocentes los que son inocentes. Porque cada cual tiene derecho a demostrar su inocencia. Es tan grave que no haya culpables como que no haya inocentes.

Podría decirse que aquella explosión de corrupción en la cara de los argentinos de agosto del ’18 no importó.

Que fuimos nosotros mismos al votar a los mayores responsables de la corrupción los que frenamos el proceso de limpieza.

Es el diario del lunes, claro, pero en Argentina suele confirmar lo que se leía en el diario del viernes y nadie quiere ver.

Las mismas empresas acusadas de corrupción en el ‘18 (o la reinvención de esas empresas) terminan a partir del ‘20 ejecutando la nueva obra pública con la misma corporación partidaria sin ningún costo para ninguno de los dos. Pero no sólo eso. Hay un extremo de cinismo inusitado. La obra pública más importante que los acusados de corrupción de uno y otro lado del negocio llevan adelante, tiene por nombre el de uno de los principales acusados: Néstor Kirchner.

-¿Qué opinás de este extremo de cinismo?

-Sí, eso es algo muy impresionante; si Cristina está condenada, Néstor estaría condenado. Ella fue continuadora de lo que él armó y que le sigamos poniendo a todas las obras más importantes, sin ningún tipo de reparo, Néstor Kirchner es algo inédito. Las dos obras públicas más importantes que son el gasoducto y la represa del sur se llaman Néstor Kirchner. El 90 % de las empresas que construyen estas obras están en la “causa cuadernos” y no tuvieron ningún tipo de represalia por parte del Estado. Y ahí hay cosas que podría haber hecho el Estado como tal; el Estado, no el gobierno; la administración pública como tal, que podría haber dicho “mira si vas a competir tenés que cumplir con cierto tipo de parámetros” o “¿qué hiciste con tus socios, están o no están?”. Nadie le pidió ningún tipo de requisitos, no se hizo nada; las empresas siguieron como si nada. Algunas a quienes eran responsables directos de sus casos de corrupción los corrieron un poco; por lo tanto no va a haber ninguna posibilidad de que el Estado recupere una parte de lo que esta gente se llevó. Por eso el paso del tiempo les conviene a todos los poderes establecidos.

-Hacías una diferenciación bien clara entre gobierno y Estado, pero en este momento está totalmente confundido el Estado con el gobierno

-Bueno, en realidad es así. Hoy los organismos de control que debieran controlar este tipo de cosas están absolutamente subsumidos al poder del gobierno. Los organismos que podrían investigar, la UIF o la Oficina Anticorrupción son absolutamente funcionales y de hecho fueron descabezados por este gobierno y desertaron de todo tipo de inquietud sobre algún tema de corrupción. La AFIP podría haber actuado porque para pagar semejante cantidad de coima tiene que haber algún tipo de responsabilidad y la mesa que se había armado para investigar estos casos fue desarmada y cada uno de esos integrantes terminaron hasta perseguidos dentro de cada organización.

-Se rescata el trabajo de la fiscal, Fabiana León

–Tanto ella como el tribunal oral están sobrepasados por esta causa en que 150 estudios de los abogados más caros del país interponen, interponen, interponen recursos de toda especie y color para dilatar y que el expediente no avance nunca más. El laburo de ella me lo imagino tremendo. No hablo con ellos porque voy a ser el testigo número uno de esa causa, pero imagino que el trabajo de ella se debe haber multiplicado por 5 en esa fiscalía. Y además no te olvides que tenés en contra todos los empresarios y al Estado y ni la oficina anticorrupción, ni la afip ni nadie acusa. La acusación depende de una persona, que es ella. 250 personas contra ella. Nadie está acusando por este tema.

Las maniobras descriptas en el “caso cuadernos” hablan de un robo de dineros públicos por 36.000.000 millones de dólares. Tienen nombre y apellido. El apellido que los argentinos votaron cuatro veces en los últimos 20 años.

Hoy, Diego Cabot espera con ansiedad e inconciencia que finalmente llegue el juicio que, supone, será su último aporte. Públicamente se sabe que el abogado de CFK, José Manuel Ubeira lo amenazó vulgarmente a través de varios medios con un “va a tener que ir en cana” pero hay mucho más. Robo de computadoras, robos a sus hijos, le rompieron su camioneta, lo interceptaron en un semáforo, cosas que jamás mediatizó.

-Me amenazan todo el tiempo, me dicen las cosas más espantosas que podés leer.

Me muestra algunas amenazas. Son horribles.

-Después de todo lo que pasó ¿hubieras hecho algo distinto?

– Creo que no. Me muevo por convicciones y así me va en muchos aspectos. Ahora distinto es si me preguntás si valió la pena. La verdad que no sé, creo que no valió la pena. Para mi familia y para mí fue y sigue siendo muy duro. Judicialmente no pasó nada, todos siguen bailando el mismo carnaval y se ríen de los que una vez quisimos contar la verdad. También creo que lo hicieron como una muestra de que acusar al poder es muy, muy caro en la Argentina.

(El Sol)

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