MILEI Y PERÓN

OPINIÓN 

El fenómeno Milei fue inesperado y aluvional

Por Ernesto Tenembaum

La democracia argentina ha sufrido ayer un cimbronazo de magnitudes históricas, debido a la irrupción vertiginosa de Javier Milei, un personaje exótico, inesperado, popular, que plantea una ruptura con casi todo aquello que la clase política argentina ha venido haciendo en los últimos cuarenta años. No es posible determinar aún hasta donde va a llegar. Ya entrada la tarde la difusión de cómputos parciales en mesas de distintos lugares del país, parecía indicar que su potencia lo depositaría, inevitablemente, en la Casa Rosada. Horas después, da toda la impresión de que su camino hacia el triunfo será más difícil. Pero ese resultado final –más módico que lo insinuado en los primeros números, pero sorprendente en su magnitud objetiva—no debería ocultar un hecho muy trascendente: demasiadas personas perciben que, así como están las cosas, es muy difícil vivir en la Argentina.

El fenómeno Milei fue inesperado y aluvional. De repente, un fenómeno social invisible se corporizó violentamente a la vista de todos y trastocó todos los parámetros conocidos, de formas, de contenidos. Ese huracán surgió, como el peronismo, desde los barrios y provincias más pobres. O, mejor dicho, sin el apoyo que recibió desde el “subsuelo de la patria”, jamás habría llegado donde llegó. La aparición de Milei en el firmamento, además, genera miedo y angustia en quienes no lo quieren. En general, los análisis sobre él incluyen una alta dosis de prejuicio. Se trata, por si fuera poco, de un liderazgo extremadamente personalista. Tan es así que los cortes de boleta a su favor, o en contra de los candidatos designados por él en todos lados, fue otra vez impresionante. Mucha gente, por ejemplo, votó Milei-Kicillof –tamaña rareza—en territorio bonaerense.

Nada de todo esto habilita a comparar a uno de los hombres más trascendentes de la historia argentina con un recién llegado. Pero hay elementos para preguntarse si el resultado electoral de anoche no será el comienzo, una vez más, de cambios muy brutales en la historia económica argentina: de una magnitud similar a los que hubo luego de la llegada de Perón al poder en 1946, pero en sentido exactamente opuesto.

Es difícil, de todos modos, saber si Milei llegará a ser presidente

La suma de los diputados de Patricia Bullrich y Javier Milei, por ejemplo, tendrán quorum propio. De los nuevos, un 60 por ciento responderá a ellos. Eso les permitirá cambiar la estructura jurídica del país. El sueño macrista de hacer lo mismo pero más rápido está ahí nomás, al alcance de la mano, solo que no será Mauricio Macri quien lo lleve a cabo. En 1998, Tulio Halperin Donghi escribió un libro llamado “La larga agonía de la Argentina peronista”. ¿No estaremos al borde de que ese proceso termine? Juntos por el Cambio ha expresado desde su surgimiento al antiperonismo más tradicional. Milei le aporta a eso votantes peronistas convencidos de que el peronismo, o sus ideas, es el motivo de sus desgracias. A ellos, evidentemente, el peronismo ya no les daba nada.

La elección del peronismo, en términos históricos, fue pésima. Hace unos días, el politólogo Lucas Romero enumeró los resultados que obtuvo el peronismo, sumadas todas sus partes, en los últimos veinte años. La suma de los votos de Carlos Menem, Adolfo Rodriguez Saa y Néstor Kirchner superó el 60 por ciento en 2003. Desde entonces, las distintas vertientes peronistas sumaron 67,8 en 2007, 67,9 en 2011, 60,1 en 2015 y 54,4 en 2019. La suma de los votos recibidos ayer por Sergio Massa, Juan Grabois, Guillermo Moreno y Juan Schiaretti no llega al 35 por ciento. Si se exceptúan los 17 años de exilio del Juan Perón, este es el momento histórico con el peronismo más débil desde su nacimiento.

Es difícil, de todos modos, saber si Milei llegará a ser presidente. Durante las horas previas a los números oficiales, los periodistas recibimos infinidad de información de distintas mesas del país, en las que superaba la suma de los votos de Juntos por el Cambio y, además, duplicaba al peronismo. A eso de las nueve de la noche, los cómputos oficiales no difundidos indicaban que, con el 50 por ciento de las mesas escrutadas, Milei iba primero con el 37 por ciento de los votos. Juntos lo seguía de lejos con el 27. Unión por la Patria apenas arañaba los veinte puntos. Daba la impresión de que llegaría caminando a la Casa Rosada, sin ballotage.

Con los cómputos casi terminados, el panorama ya era bastante distinto. Apenas tres puntos separaban a Milei del peronismo y menos de dos de la agrupación liderada por Patricia Bullrich. Es imposible saber cuál es el techo del libertario, dado que ha perforado todos los imaginables. Pero para ganar en primera vuelta se necesitan cuarenta puntos, con más de diez de diferencia, o más de cuarenta y cinco. Luce muy complicado.

Si no lo logra, tendrá que enfrentar un ballotage. En ese caso, ¿le ocurrirá como a Carlos Menem en 2003, que salió primero pero se bajó porque perdía contra cualquiera en cualquier escenario? ¿Transformará a su contendiente en una especie de Macron, que gana por el miedo a Marine Le Pen? ¿O su ascenso será de ahora en más fulgurante y los 30 puntos de ayer se multiplicarán por el efecto de la mística, la energía y la novedad?

Como anticipó Cristina Kirchner hace unos meses, se trata de una elección de tercios. Cualquier cosa puede pasar. De repente, Bullrich logra conservar todos los votos de Larreta y sumar algunos más que teman a Milei. De esa manera puede llegar una a segunda vuelta, recolectar todo lo que hay a su izquierda y ganar. Para eso deberá ser plástica y seductora. Hasta ahora ha sido solo la expresión de un sector muy enojado y clasista de la sociedad. Ahora, si quisiera ser Presidenta, tiene que hablarle a otros, inclusive a ese magro diez por ciento que votó a Horacio Rodríguez Larreta. No le va a bastar con el antikirchnerismo de manual.

Tampoco el peronismo está muerto. Solo un punto y medio separan a Juntos de Unión por la Patria. Massa puede juntar votos entre quienes eligieron a Larreta o entre los que votaron a Juan Schiaretti o incluso entre las distintas variantes de la izquierda. Con un pequeño, insignificante, envión podría dejar tercera a Bullrich e ir por Milei. Y quién dice que el miedo al libertario no le facilite la carambola necesaria para reemplazar a Alberto Fernández. Claro, la economía está muy tumultuosa y él es el ministro. ¿Cómo explicar sin perder votos que la inflación se vuelva a acelerar?

Todo puede pasar.

Esto recién empieza.

Pero uno ve a los demás y parecen groguis, mareados, desconcertados, como si hubieran perdido las brújulas.

En cambio el otro está decidido, seguro, enfático, concentrado.

Es el momento de Milei.

El que dedica los triunfos a sus hijos de cuatro patas. El que habla con Dios y dice que Él le encomendó cumplir una misión en la Argentina. El que sostiene que no debe haber salud ni educación pública. El que insulta a todos los políticos, habla de periodistas roñosos y de zurdos hijos de puta. El que no cree que sea un escándalo que un ser humano venda sus órganos para poder vivir ni que otro venda a sus hijos.

Ese hombre extraño puede ser el próximo presidente de la Nación. Hace unos meses me atreví a a decirle que no sería bueno ni para el país ni para él mismo que lo fuera porque para ese cargo se requiere un sólido equilibrio emocional.

--¿Vos decís que estoy loco?—me preguntó.

--Sí, un poco—le dije.

--¿Y estos que están ahora?—se rió.

Evidentemente, muchas personas piensan que, con todas sus cosas, Milei es mejor que “estos que están ahora”.

En 1946 pasó lo mismo.

De tanto en tanto, las cosas cambian abruptamente.

(Infobae)




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