LOS DESESPERADOS POR UN CARGO

EDITORIAL

Cero códigos los muchachos

Por Walter R. Quinteros

"Desesperados por el Cargo", publicó Javier Milei en la red social que antes tenía un pajarito y ahora luce una X. Se refería a los dichos de Patricia Bullrich, que dijo algo así como: "No seamos boludos, si gana Milei no dura dos meses". Tomen, ahí tienen lo que se dice una montonera.

Javier Milei avanzó con otra frase: "Una falta de respeto a millones de argentinos. Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre".

Pero eso es a nivel nacional, y lo que es a nivel nacional repercute en todos nosotros.

También tengo algo para contarles sobre los "desesperados por el cargo" a nivel local. Aunque no voy a dar nombres para que usted, amigo lector, se entretenga en un juego de adivinanzas.

Pero voy a empezar de otra forma, le voy a dar a esta nota mi estilo de escritor campechano, de hombre de bien, que no le debe un peso a nadie y que por eso, camino con la frente alta por toda esta bendita ciudad y me siento a tomar un café dónde me da la gana.

A veces, solo me propongo escribir entre no más de veinte líneas porque creo, ya no hay lectores con paciencia, menos en internet, los buscadores de memes y chismosos de las redes sociales ven que la vida se les va y no encuentran algo parecido a lo que llamamos puterío. Solo quieren eso.

Pero voy a empezar contándoles que cuando yo hacía las valijas para volver a esta tierra después de 47 años y, dónde tuve una infancia feliz, un grupo de hombres y mujeres que, ostentando el cargo de Convencionales Constituyentes, le daban forma a la famosa Carta Orgánica, nacida y judicializada en el mismo acto. Entre ellos, figura el nombre de un señor que, representando un partido político, se postuló para intendente por otro partido político y, que en el mismo acto, lo bajó de un tincazo un tal Luis Juez. Otro jugador de toda la cancha que nunca pudo hacer un gol. El desesperado por un cargo, al que hago referencia, ni luto hizo, inmediatamente buscó un lugar en el espacio rival, no tan rival, porque provenía de ahí. Y ahora milita en las antípodas de lo que militaba.

Cuando me miro a un espejo —les digo a todos, amigos lectores—, me busco en la memoria y, si la imagen que veo, es la misma de aquel pibe lejano que se escapaba en bicicleta hasta el dique. Y me pregunto ahora si me quiero o ya no me quiero, si me afeito o no. Si me hago cortar el cabello o no. Si quiero agradar a alguien o no. Y la respuesta que me devuelve el testigo del paso de mis años, es siempre la misma. Leal, usted sea leal a sus ideales. No haga como Groucho Marx que dijo: "Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros".

Las preguntas son: 
¿Por qué le falta el respeto a las personas que confiaron en él?
¿Cuántos principios tienen los desesperados por un cargo? 
¿En qué basural arrojaron sus promesas de campaña?
¿Un hincha de River, luce una camiseta de Boca?
¿Cuántas vocales y consonantes lleva lealtad?

En esta política sin principios, el deporte que se practica es el de la traición, basado en el entrenamiento feroz a que se someten los ambicionistas y oportunistas. Cero códigos.

En su currícula debieran agregar eso: Cero códigos.

Recuerdo una nota que le hice a un político con cara de pibe, que vino a esta ciudad con el propósito de arengar a sus seguidores para que no duden en votar la fórmula que lo unía a un rival de toda la vida de su partido, ¿cuánto durará este matrimonio? Le pregunté.

Nada. Duró nada. Fueron dispersados a votazos limpios.

"El matrimonio es la principal causa del divorcio". Diría el humorista Groucho Marx. Y vaya si este genial comediante no tenía razón. 

Escribió en una oportunidad Daniel Salzano —un tipo más cordobés que la cañada—, que, "cuando eras un niño, el mundo era tan sencillo que se dividía entre amigos y enemigos".

Esa imagen me devuelve el espejo cuando me miro, amigos o enemigos, nada de grises, o es blanco, o es negro. Los mismos ideales siempre. Porque mis amigos eran los de la misma chupina a la escuela, los que compartíamos los pastelitos, la gaseosa, la misma aventura, los que defendíamos a las pibas de nuestro barrio. Los que jugábamos al "fulbo" en el "Once corazones". Los que nos contábamos secretos bajo juramento y los que hacíamos largavistas para ver al hombre caminar en la Luna con el cartón vacío del papel higiénico y el vidrio del fondo del sifón de soda. 

Los enemigos eran los otros. Los que no compartían nuestros ideales y encima los combatían.

"Cuando uno es niño es uno mismo y lo sabe todo. Pero hay un momento en que deja de serlo para convertirse en lo que los demás quieren que seas". Agrega Salzano, que también y por un tiempo, vivió en una pensión de esta ciudad.

¿Qué parte de esa etapa me perdí? ¿Era cuando vivía en Córdoba, en Buenos Aires o en Brasil?

Soy el mismo niño que va tirando a experimentado "fullback" de la tercera edad. Soy el mismo escribidor que no entiende de "alianzas políticas espurias". A mi no me vengan con eso de unidad entre supuestos dirigentes de partidos políticos conformados por los mismos "desesperados por un cargo" que no tienen banderas. Porque como escribe Miguel A. Morra, "la mezcla conceptual es la decadencia de los principios".

Llevo si, 52 años dejando el 11% de mi sueldo al Estado. En estos momentos, por ejemplo, estoy trabajando en LA GACETA LIBERAL. Pero estos candidatos a las traiciones o, los "desesperados por un cargo", que en una elección lucían boinita blanca, a la otra elección, cantaban al derecho y al revés la marcha peronista, y ahora son más milieístas que Milei, me hacen sentir que soy un planero que se levanta de dormir al mediodía, y está preocupado porque se le hace tarde para la siesta. ¿Saben por qué? 

Porque todos aquellos que fueron enemigos del Partido Libertario, que actuaron contra el partido libertario, ahora están desesperados. Y me quieren contar a mi, cómo se hacían los largavistas para mirar al hombre caminar por la Luna.

Señoras y señores, he escrito otra nota estupenda, pero tranquilos, no ha sido ésta. 

(© Walter R. Quinteros / LA GACETA LIBERAL)


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