ARGENTINA ES PORTADA DE LOS DIARIOS DEL MUNDO

OPINIÓN

"Que se vayan todos, que no quede ni uno solo"

Por Daniel Bosque

Ya está, Vox populi, Vox dei. Transcurridos los primeros estupores y sorpresas de los grandes aparatos y en plena algarabía de los que apostaron al león liberador. Esto es un shock por donde se lo mire, tanto que cayeron los mercados tras el triunfo más promercado posible. Y tal como viene la cosa seguramente no será el último. Javier Milei y sus votantes han hecho morder el polvo a los grandes aparatos.

En la política argentina, benefactora de los pobres, el movimiento La Libertad Avanza ha seducido a millones con dar vuelta el soquete o tirarlo a la basura. Pero el manual ultraliberal que recitó impecable el melenudo tras su triunfo en las primarias, no sería el fin del populismo, como titulaban hoy algunos medios. Más bien se parece, si finalmente logra arribar, al albor de otro populismo, al estilo de los de Trump, Berlusconi, Bolsonaro y otros ultramontanos, que fueron aplaudidos masivamente hasta que les dejó de ir bien.

Por afuera de los modos furibundos del ganador, se abren interrogantes imposibles de evacuar, aquí y ahora, ¿Sostendrá el electorado la ilusión liberadora del oprobio estatal cuando lleguen las urnas presidenciales y parlamentarias? ¿O la marea, una vez aflorada y envalentonada, seguirá avanzando y reventando las urnas? ¿Podrá el establishment político y económico rodear y pactar con esta fuerza invasora?

Mientras, se vivía un after day con castigo en bonos, una dispar suerte en acciones y la devaluación drástica del pisoteado peso. Todo castiga al fin y al cabo, valga la figura peronista, a los que menos tienen, Argentina es portada de los diarios del mundo y un mar de dudas tras el fracaso de los pronósticos más audaces. Hace pocos días, Milei y su equipo presentaban sus 34 puntos de gobierno y los medios, en medio de sus horrorosas crónicas policiales, cuasi ignoraron la platafora liberal. Los defaults provinciales de sus aliados lo habían convertido en un yogur caducado. Pero desde hoy la primera tarea es bucear en sus promesas drásticas.

Un gobierno ultraliberal es lo que le faltaba a la patria de Perón y el Che. Al fin y al cabo, estos bandazos de federales a unitarios, nacionalistas a liberales, derecha o izquierda, ocurrieron cada vez que en estas pampas se vaciaron los bolsillos y entramos en caída libre.

El populista liberal Javier Milei, un mix de Thatcher, Trump y Bolsonaro pero de modos maradonianos, promete que esta será la última crisis, que destruirá el sistema de corrupción enquistado para el cual trabajamos todos sabiéndolo o no. Eso es lo que le ha comprado su electorado hastiado y empobrecido, desde Jujuy a Tierra del Fuego.

La pregunta, suponiendo que sobreviva a los tiburones del bipartidismo, es acerca de la gran cirugía. Cómo hará el rockstar para extirpar todo lo que propone sin que el paciente pierda el habla, la locomoción y el control de esfínteres, sin que se le muera en el quirófano. Eso es lo que salieron a advertirle sus derrotados tras felicitarlo, en forzados discursos de impostada satisfacción o en la perorata universitaria nac&pop leída de Axel Kicillof, el que mejor se salvó del naufragio, pero hasta ahí nomás. En breve el peronismo político y sindical le recordará a a Milei los límites de la realidad, de otras maneras menos amables mientras hay indicios de pactos subterráneos para ayudarlo en sus acefalías distritales.

Pero el gran perdedor no es UxP, que puede pagarle sus bonus a Sergio Massa y al telonero Juan Grabois que evitó fugas por izquierda. Sino JxC que se venía pegando sucesivos tiros en los pies tras la orfandad en que lo dejó la abdicación electoral de Mauricio Macri. Fueron demasiados papelones, tal vez creyendo que hagas lo que hagas y digas lo que digas, la gente te seguirá por ser claramente rubio y supuestamente honesto.

Javier Milei, y sus “mileinnials”, han dejado sentado su descreimiento de las mieles del Estado del Bienestar, en este instante de la historia. Su rechazo al sistema recaudador y crecientemente depredador que en estos 40 años democráticos que tanto se invocan, por no ir más atrás, viró hacia un sistema burocrático y autoritario. Poblado de aristócratas y parásitos del poder que disfrutan y gastan a lo pavote, mientras la gran masa social se va empobreciendo.

¿Llegará Milei? ¿Podrá traer paz y felicidad o nos enloquecerá a todos? Es difícil arreglar el entuerto argentino y a priori no parecería viable y sin dolor la quimioterapia de la dolarización, la eliminación del Banco Central, el deficit cero, el fin de los subsidios, la quita de impuestos y la jibarización del Estado. Esto último, centrifugar al elefante, es algo que prometieron todos los liberales lights con distintas camisetas (Adelina, Albamonte, María Julia travestidos al peronismo menemista; Macri y su PRO, entre otros), los chanchullos de las grandes corporaciones sindicales, empresariales y sociales, es la dieta criolla que no falta en la mesa familiar.

¿Podría Milei, con un arco territorial tan complejo y adverso? En el gran mapa bife de costilla de la Nación que luce violeta, no hay gobiernos liberales. Si el 10 de diciembre debutara tal vez debería pactar convivencias. Los famosos primeros 100 días prometen ser terribles.

Además de las cuitas domésticas, la administración mileinista debería barajar y dar de nuevo en ciertos encuadramientos internacionales. ¿Qué haría un gobierno liberal con respecto al alineamiento regional, entre vecinos de izquierdas? ¿Y con el BRICS, cuya cita próxima parece clave, y con China que ya controla resortes de la economía y las finanzas argentinas? ¿Y con la estrategia de la pesada deuda externa e interna? Como advirtió Massa, comienza otro partido.

Pero ese porvenir nos pilla lejos. Aquí y ahora, la apología de la iniciativa privada ha sido depositaria de la bronca de millones. Según sondeos, en 9 de cada 10 electores hay desconocimiento de las medidas temerarias triunfantes. Muchos de sus sufragantes votaron a los Kirchner y a su sistema asistencial y hoy decepcionados quieren probar con estas pócimas de cambio copernicano.

Hasta aquí llegamos, a los pies de un nuevo altar. Sin el temor a las mazmorras de una dictadura militar y con la zozobra que el Mundial apenas nos sacó por un rato. Jaime Durán Barba describía brillante en Perfil que al elector de hoy “no le importa cómo está el país sino como estoy yo”. Llegó el ventarrón de la derecha. Un nuevo universo, con muchos agujeros negros y lejos de la ética y estética de dirigentes que hoy dan nombres a grandes y pequeñas obras públicas. Y que nos dejaron sin cumplir su promesa de que “con la democracia se cura, se come y se educa”.

(Tribuna de Periodistas)


Comentarios