SONRÍAN Y DIGAN WHISKY

OPINIÓN 

La foto entre Sergio Massa y el presidente de la Sociedad Rural no tiene nada de particular, pero ocurre que Massa integra un gobierno que es mala palabra para la entidad que encabeza Nicolás Pino

Por María Rosa Beltramo

Sergio Massa sonríe hacia un interlocutor que está fuera del cuadro mientras con su mano derecha atrae sobre su hombro a Nicolás Pino y con la izquierda le palmea la espalda.

El presidente de la Sociedad Rural responde con una sonrisa tímida. El clic detiene su mano cerca del codo del ministro, a medio camino del abrazo.

La fotografía ha capturado un gesto amable entre el invitado y su anfitrión, previo al almuerzo en el comedor central de la sede palermitana de la entidad que reúne a los productores agropecuarios más poderosos de la Argentina.

La instantánea no tiene nada de particular, pero ocurre que Massa integra un gobierno que es mala palabra para la entidad que encabeza el hombre situado a su izquierda.

Encima, está en campaña tratando de escalar hacia la jefatura de Estado. Si lo consiguiera, extendería la permanencia en el poder de un partido que históricamente le ha provocado dolores de cabeza a la institución creada en 1866.

Y no se trata sólo de la contemporánea Resolución 125 que dinamitó los puentes entre el kirchnerismo y los hacendados. La bronca tiene raigambre histórica y empezó con la sanción del Estatuto del Peón Rural impulsado por Perón durante la presidencia de Farrell.

Los problemas más serios no son los del 2008 y las retenciones. La enemistad es más antigua. Corría 1944 cuando la Rural advertía que la legislación dictada para los peones “no hará más que sembrar el germen del desorden social”.

Y los que se sentaban entonces en el sillón que ahora ocupa Pino alertaban sobre el riesgo de “inculcar en la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón, en comodidades y remuneraciones”.

Una foto es sólo el registro de un instante pero puede generar reacciones duraderas. Y en la Rural son muy sensibles a cualquier gesto que pueda malinterpretarse como el abandono de sus banderas tradicionales.

"Ha sido un exceso de confianza de parte del ministro, que supuestamente tiene esa costumbre de abrazar", se lamentó Horacio Salaverri, el titular de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap).

Y en lugar de quitarle importancia al asunto o atribuirlo al don de gentes de Pino, añadió: “Realmente no es una buena foto”.

El hombre no tiene consuelo. “No ha sido un momento feliz, no entiendo de qué manera se ha dado”.

Es increíble que a esta altura de la civilización no entienda que el sector que ellos representan puede seguir combatiendo al gobierno con absoluta tranquilidad sin que la animadversión que sienten sufra mella alguna por el breve armisticio de un almuerzo.

Pero el representante de Carbap parece adscribir a aquello de que a los enemigos ni justicia -aunque venga del bando rival- y tal vez extraña otros tiempos en dónde le hacían sentir al gobernante de turno el rechazo tajante en forma de abucheos y silbidos.

Ocurrió el 13 de agosto de 1988 cuando los visitó Alfonsín. Se hartaron de manifestarle ruidosamente su desaprobación hasta que tomó el micrófono y los encaró.

“Son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura” les dijo mirando fijo a la tribuna desde la que lo silbaban.

Pero el momento Kodak entre Massa y Pino forzó la sobreactuación del ganadero que poco después se estrecharía en un abrazo interminable con Horacio Rodríguez Larreta y otro casi cinematográfico con Diego Santilli.

La cuestión era hacerse perdonar por Salaverri, el que no entiende de treguas para almorzar.

(Cadena 3)


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