DERECHOS DE VERDAD VERSUS ESPEJITOS DE COLORES

OPINIÓN

Los sindicalistas de Intercargo enloquecieron a los viajeros low cost de Flybondi y Jet Smart

Por Carlos Mira

los sindicalistas de Intercargo enloquecieron a los viajeros low cost de Flybondi y Jet Smart en el aeropuerto doméstico Jorge Newbery de Buenos Aires.

Sus acciones de fuerza no incluyeron los servicios que prestan a Aerolíneas Argentinas. Solo se limitaron a las aerolíneas de bajo costo.

El kirchnerismo que, cuando asumió, la primera medida que tomó (poco menos que literalmente) fue el cierre del aeropuerto de El Palomar, se llena la boca con el concepto de ampliar derechos per, en la práctica, los cercena, los hace más difíciles y en muchos casos los deroga, especialmente cuando se trata de los derechos de los más humildes.

El verso de la ampliación de derechos es eso: un verso. No cuesta nada escribir pelotudeces en un pedazo de papel, especialmente cuando el costo de las pelotudeces que se escriben lo va a pagar la sociedad y no ellos de su bolsillo: el viejo curro de hacerse el Rey Mago con los dineros públicos es más viejo que la puerta… Realmente cuesta creer la cantidad de idiotas útiles que caen aún en él creyendo que verdaderamente están obteniendo algo gratis, algo que no pagan por otro lado con el nombre de inflación, pobreza, corrupción, déficit fiscal y deuda.

A ese escenario es al que hay que remitirse cada vez que se escuche a un peronista, kirchnerista o comunista hablar de la bendita “ampliación de derechos”: a lo que se escribe en una hoja de papel vacía que luego nadie cumple o, peor, cuyo pretensión de cumplimiento embarca al país en una catarata de disparates, aumentos de costo, cierre de empresas, pérdida de empleos, etcétera.

En ese sentido lo que ocurrió esta semana en Buenos Aires con las líneas low cost es todo un ejemplo. La idea fue estimulada por el gobierno de Mauricio Macri con el que llegaron al país varias líneas para brindar ese servicio incluso en viajes internacionales de larga distancia.

El gobierno les había habilitado, como dijimos, el nuevo aeropuerto de El Palomar para operar doméstico y regional.

La llegada del peronismo kirchnerista terminó con todo eso. El nido de corrupción y aguantadero de militantes camporistas en que este engendro convirtió a Aerolíneas Argentinas (obviamente no son giles para copar lugares) imponía la persecución y hostigamiento de todas las operaciones de bajo costo porque eso era un peligro para el tótem corrupto del cual habían decidido vivir.

Por supuesto que la gente se cague. La gente somos nosotros. Es exactamente al revés de lo que dice la hipócrita de Cristina Fernández: la patria no es el otro; la patria son ellos.

El primer paso fue entonces cerrar El Palomar. Muchas compañías de las que habían llegado cerraron sus operaciones y se fueron de la Argentina. Incluida LAN que llevaba operando más de 25 años en el país y a la que el kirchnerismo se la había jurado siempre.

Otras sacaron pecho y siguieron, enfrentando incluso todos los aprietes y las dificultades. Fueron los casos de Flybondi y jet Smart.

Como no pudieron con ellas, el apriete se transformó en huelgas y paros sorpresivos que afectan a los pasajeros de esas líneas, no a Aerolíneas. También en un evidente trato desigual a los pasajeros en los aeropuertos: para los de Aerolíneas, mangas directas al avión; para los demás colectivos hacinados para cruzar la pista.

El resultado es que los derechos simples, concretos y cotidianos de los ciudadanos que utilizan esos servicios (que son los que menos posibilidades de viajar en avión tienen) disminuyen, decrecen o incluso desaparecen.

Esos son los derechos que cuentan: los que pueden ejercerse cotidianamente, no los que se vociferan en una cámara del Congreso y luego pasan a engrosar el largo listado de “entitlements” que la gente cree que tiene y que lo único que aseguran es gasto, inflación y miseria.

El peronismo, el kirchnerismo, el socialismo son los reyes de los “entitlements” pero también los reyes de terminar con los derechos concretos y efectivos de la gente, en especial de los que menos tienen. En el terreno del piripipí no hay quien les gane, pero a la hora de los bifes no hacen otra cosa que suprimir derechos de goce efectivo.

Pero por increíble que parezca, la sociedad sigue embelesada por la fantasía antes que por la realidad. Parecería que no advierte que los derechos que se “aumentan” son declamaciones vacías que luego, o no se pueden cumplir, o si se pretenden ejecutar, el costo que generan es de tal magnitud en materia de inflación y de riesgo de cierre de fuentes de trabajo que el perjuicio supera largamente el supuesto beneficio.

En cambio los derechos normales consagrados hace 170 años por la Constitución (que no los otorgó sino que simplemente los reconoció como inherentes al ser humano) cada vez tienen menos vigencia y se pueden gozar efectivamente menos. Tal el caso, por ejemplo, el de ir de un lugar a otro de la república que se ve claramente perjudicado por los matones a sueldo de Aerolíneas que hostigan a los pasajeros de las compañías que le hacen competencia con precios más baratos.

¡Qué decir del derecho de comerciar o ejercer industria lícita! Todos los días esos derechos son pisoteados, cercenados y negados por el sistema colectivista del socio-peronismo. ¡O del enseñar y aprender, completamente supeditado a los sablazos de Baradel! ¡O del de ahorrar, hundido en la maraña de prohibiciones y en la ausencia de moneda!

Y así, sucesivamente: todos los derechos de verdad, los que no deberían discutirse porque llegan cuando el ser humano nace, el peronismo socialista los destruye o los cercena. Ahora el piripipí, caro, corrupto, impracticable, declamatorio, demagógico y muy posiblemente sin efecto alguno porque los costos de su implementación anulan los beneficios de su goce, eso sí: ahí se ponen a la cabeza y antes que nadie,

Por qué los argentinos priorizan los espejitos de colores de esos “entitlements” declamatorios en lugar de exigir la plena vigencia de los derechos de la Constitución es un misterio. Otro de los lugares donde podrían buscarse las respuestas a la miseria nacional.

(The Post)


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