LOS SILENCIADOS

SOCIEDAD / RELATOS DE VIAJERO

Para conocer al verdadero periodista no hay que mirar tanto qué es lo que investiga, ni a quién ataca o denuncia con sus escritos, sino, a quién nunca toca, por conveniencia

Por Walter R. Quinteros

Lo ocurrido en la ruta BR 290 lo escribí apenas llegué a Itapeva. El escrito pasó a manos de Zé y éste lo publicó sin nada que quitar o agregar. Zé nunca reveló la fuente informativa, aunque ya la noticia estaba en toda la prensa de Rio Grande do Sul.

Creo, fue en el año 2008 y en una de mis tantas madrugadas en aquella ruta, me pareció ver a través del espejo retrovisor, que la luna se quedaba en Argentina para dejarme en la soledad de mi viaje, escuchando las radios nocturnas de Alegrete, Rosario do Sul y Sao Gabriel. Pensé visitar a una amiga en Sao Sepé, pero era muy de madrugada, eran horas inoportunas, lo mejor sería desayunar en Pantano Grande y ver el amanecer entrando a Porto Alegre. Pero algo sucedió.

En el bar de Pantano Grande, había un hombre que tomaba el café parado, se lo notaba muy nervioso, miraba hacia afuera, miraba la hora, se acercó y me preguntó si iba para el litoral. Le dije que sí y me pidió que lo siga, que no deje que ningún vehículo se meta entre nosotros dos. 

Salimos juntos y él subió a su auto, yo al mío y arrancamos. Lo primero que noté era que el aire tenía ahora una espesa niebla que dejaba ver con poca claridad los semáforos. Yo busqué la Luna en los espejos retrovisores y no la encontré, pero la luz roja del semáforo instalado en el cruce a Santa Cruz do Sul, me separó de él y, por ése camino, dos grandes camiones, que parecían estacionados, de repente y sin luces, doblaron interponiéndose entre nosotros dos. Tampoco hice nada por alcanzarlo. Le fallé. Para mí, él era un extraño, tal vez un loco, o un ladrón, hay cada uno en la ruta, pensé.

Antes de llegar a San Miguel, la Policía rodoviaria me detuvo.

"Accidente" —me dijeron—.

Estacioné en la banquina, bajé del auto y caminé unos cien metros hacia adelante. No dejaron que me acerque más, pero reconocí el auto todo retorcido y el cuerpo hecho pedazos de aquel extraño. No había otro vehículo involucrado.

Cuando al fin nos dejaron pasar un policía se acercó a mi ventanilla y me dijo que podía seguir "e cale a boca, fique quieto gringo".

Supe el nombre de la persona asesinada días después, en el diario de Zé. Era casado, padre de dos crianzas. Más no fue asesinato, fue un accidente, decía la prensa.

De los camiones que se interpusieron entre nosotros dos, nadie dijo nada.

— ¿Todos los periodistas están silenciados, Gilberto? —Le pregunté a mi amigo—. 

— Este es un oficio delicado —me dice Gilberto mientras tomamos sol en la playa—, para conocer al verdadero periodista no hay que mirar tanto en qué es lo que investiga, ni a quién ataca o denuncia con sus escritos, sino, a quién nunca toca, por conveniencia. Y esto es lo más parecido a un mercado persa, mais, ¿você gostaria de ir de escritório em escritório contando essa história?

— Creo que no —le digo—.

Me dice que mire el horizonte. Me señala con el dedo tres lejanos barquinhos de pescadores navegando hacia el puerto. Veo tres puntos diminutos balanceándose entre la línea del mar y el cielo. Algunas nubes aparecen más allá. Y entonces me detengo en ésa postal. En las niñas jugando con las olas que trae el mar, en la música y en los gritos felices que nos rodean.

—Eles voltam para sua casa, sem nada para contar, mesmo assim, eles voltam —dice Gilberto mientras abre otra cerveza en el bar "balanço do mar"—.

Meses después regreso a mi Argentina, como regresamos siempre los viajeros. La policía rodoviaria me detiene en la ruta, a la altura de la ciudad de Arroio dos Ratos.

— Olá querido amigo "Fittipaldi", ¿sempre rápido né? Olha, tudo bem ¿certo? 

— Tudo. Les contesto. Y a los sonrientes policías de Uruguaiana también, que me cobran la multa por exceso de velocidad.

— Pode seguir, pode passar... ¡Boa viagem "Fittipaldi"!

A la Luna, posiblemente la encuentre en Federal —pensé—, pero pasé la noche manejando en ruta bajo una lluvia intensa, y con dos camiones brasileños siguiéndome.

(Walter R. Quinteros / Relatos de viajero / Córdoba, 8 de Junio de 2023)



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