EL FIN DEL HUMOR

OPINIÓN
No me da la salud cuando me veo en el espejo y noto el paso del tiempo y escucho siempre los mismos nombres, los mismos juicios que nunca terminan, las mismas propuestas pedorras sin explicar cómo se harán

Por Nicolás Lucca

Hace poco alguien me contó que comenzó a leerme porque le hacía reír. Eso me hizo recordar que ya no soy gracioso. Por lo general un chiste es algo grotesco, la exageración de algo para llevarlo al extremo, o una comparación para ridiculizar una situación.

Entonces, cuando uno cree que puede hacer un chiste sobre política, la realidad nos pasa por encima. Son un chiste viviente y entonces dejan de ser graciosos. Ejemplo:

“El gobierno es un fracaso tan grande que solo querrán arriesgarse por la presidencia Wado de Pedro y Scioli”. Hace dos semanas era un chiste. Hoy es un hecho.

Podríamos seguir. Que Massa barrió a los ñoquis de La Cámpora, pero por ecologismo los recicló; que Cristina no será feliz ni aunque Marijuán pida su sobreseimiento en la causa con más pruebas de la historia de la galaxia; y así.

Es difícil ponerle onda cuando te quitan toda posibilidad. ¿Cómo se hace cuando la mayor oposición al gobierno kirchnerista es el kirchnerismo? Cargan contra el Presidente y contra el Presidente anterior a la vez y culpan a los medios y a la Corte Suprema por la situación económica mientras defienden al ministro de Economía. Cada declaración a la prensa es un show de stand-up; cada acto un especial para Netflix.

También hay un género humorístico que requiere de una tragedia y del paso del tiempo. Es una forma de poder sobrellevar la tristeza, de bajarle el precio al peso de un recuerdo horrible. ¿Hay mayor tragedia contemporánea en América que el suplicio que atraviesa todo aquel que haya nacido en Venezuela? Es el mayor movimiento migratorio de la historia del continente.

Un tercio de la población venezolana abandonó el lugar en el que nació, creció y soñó un futuro arrebatado por un grupo de psicópatas, sádicos, narcotraficantes y muy, pero muy brutos. Los asesinatos a cualquier disidente han sido tantos que solo con los filmados por celulares en las calles deberíamos dimensionar lo que pasa en las prisiones abarrotadas de opositores. Un país que desconoce resultados electorales, que disuelve parlamentos y con la connivencia entre un partido político y las fuerzas armadas. ¿Qué nombre tiene esa definición? Ah, sí: dictadura cívico-militar.

Las Naciones Unidas denunciaron más de una vez las violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela. Lo mismo hizo la Organización de los Estados Americanos. Los informes están a cargo de referentes de la izquierda latinoamericana. Las voces en contra del régimen de Nicolás Maduro van de derecha a izquierda y coinciden Lacalle Pou y Boric.

Pero ahí tenemos a un Presidente que, cuando uno cree que ha batido cualquier récord de la ridiculez, viene montado sobre un cohete dispuesto a reventar cualquier marca olímpica de la estupidez humana: “Me reuní con el presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, para seguir avanzando en la construcción de una América Latina unida que defienda los procesos democráticos, los derechos humanos y la libertad de los pueblos”.

No, no es un chiste. Ojalá fuera un chiste. Porque el hecho en sí es grotesco y no existe forma de poder exagerarlo, con lo cual no existe forma posible de que provoque algún tipo de gracia.

Lo peor es que sorprenda. O sea: lo escuchamos decir que Evo es el primer presidente boliviano que se parece a los bolivianos, afirmar que los mexicanos salieron de los indios, los brasileños de los árboles y los argentinos de los barcos; confundir Garganta Poderosa con Garganta Profunda, y ahí anda. También vimos que la Argentina condenó y no tanto, dijo “qué feo” pero no acompañó ninguna denuncia contra el régimen asesino. ¿Acaso podríamos esperar otro desenlace?

Existe una pregunta que podríamos llamar filosófica surgida en los últimos tiempos en los que la salud se ha vuelto un ideal. ¿Qué es mejor: sacrificar todas las cosas que le dan sentido a la vida para, de ese modo, vivir mucho; o vivir mucho porque sí? Históricamente, la definición de bon vivant era la de un sujeto que, si llegaba a los setenta años de edad, era un milagro de la ciencia. Hoy, todo lo que nos gusta hace mal, está prohibido o no lo podemos pagar.

Lo curioso es que cualquiera de las tres opciones requieren de cierto poder adquisitivo bastante privativo. Una dieta saludable es más cara que alimentarse mal. Con lo que se gasta en verduras y carnes magras para un día se pueden comprar fideos secos para alimentar a una familia durante un mes. Llevar una vida de vicios también implica un gasto de dinero que no cualquiera puede permitirse de manera legal.

Y de entre todas las cosas que dan placer, nada puede superar al viaje a otras culturas, quizá el más privativo de los lujos en este país en el que es ínfima la proporción de habitantes que conoce un avión por dentro.

¿A qué voy con todo esto? A que fue noticia que Máximo Kirchner cruzó el Atlántico por primera vez en su vida. Tiene 46 años y es uno de los hombres más ricos de la Argentina. Y es la primera vez que viaja a conocer otra cultura.

Desconfío de la gente sin curiosidad. Más desconfío de quienes tienen la posibilidad de conocer y no les interesa hacerlo. No digo que esté mal, cada uno tiene sus intereses individuales. Me refiero a que desconfío del criterio para la adopción de determinadas decisiones. Un tipo que pretende dedicarse a la producción musical no puede llegar a la edad madura con el conocimiento de un solo artista. Un tipo que pretende erigirse en estadista no puede conocer solo el país en el que nació.

No sabe inglés, no conoce la historia de China, no tiene la más pálida idea de qué significa un swap. Probablemente por todo eso es que le parezca interesante la idea de un partido único, un líder eterno y hasta pueda llegar a creer que China es generosa al darnos unos tristes mil millones de dólares para que los gastemos con ellos. China nunca es gratis. China nunca regala nada.

Pero ahí va el bebote, a estrenar el baño del flamante avión presidencial antes que el Presidente. Y todo para que luego nos hable del país deseable desde su lugar de privilegio de no haber sudado un solo centavo de sus millones de dólares y de ocupar el lugar que ocupa solo por prerrogativa de sangre. Viaja por primera vez hacia otra cultura. Por tres días. Y tenemos tanta mala leche que justo viaja a un país comunista que puede engañar a cualquiera que no tenga la costumbre de leer.

Cebado por Massa, ninguno entiende de las bondades de Internet y que todo se sabe en el acto en todos lados al mismo tiempo. Eso o son más garcas de lo que creíamos. Si no, es imposible de explicar que Massa se comprometa con el gobierno de Estados Unidos para frenar la influencia de China en America Latina y luego negocie con China para darle prioridad en cualquier negociación.

China. Todavía le debe una explicación y varias facturas al mundo por habernos sumergido en un caos económico y psiquiátrico. Venezuela tiene la suerte de la existencia de China. Nada de lo que haga el hijo de mil de Maduro no ocurre en China, donde abundan los campos de “reeducación” para minorías y la violación sistemática a los derechos humanos es una tradición folklórica. Se han embargado a países enteros por el 1% de lo que China hace en un día. Pero plata mata derechos humanos.

Y como si no fuera suficiente con la angustia que manejamos, nos quieren enchufar a Eduardo De Pedro, un tipo que debe agradecer la existencia del ministerio de Cultura para no quedar en el primer puesto de los ministros que más al pedo estuvieron los últimos cuatro años.

Pocos saben las funciones del ministerio del Interior, lo cual lo convierte en un lugar ideal para rascarse el higo y rosquear a cuatro manos. “Entender en las cuestiones institucionales en que estén en juego los derechos y garantías de los habitantes de la República, y en lo relacionado con la declaración del estado de sitio y sus efectos. Entender en las relaciones y en el desenvolvimiento con los gobiernos de las provincias cuestiones interjurisdiccionales…” Un embole. Pero cuando llegamos a la obligación de “intervenir en la evaluación de la estructura económica-financiera de los estados provinciales y regiones del país, para estar en condiciones de asistir a los mismos” es cuando llegamos a lo bonito. ¿Querés plata para tu gobierno inviable? Wado Soluciones. El resto es organizar elecciones.

El presidenciable lo es porque tiene el orgullo de pertenecer. El mérito de ser amigo de Máximo y querido por Cristina, que ya aceptó que el hijo es invotable. Entiendo que después de habernos tirado la joda de Alberto y de que gane, se animen a proponernos cualquier cosa, pero un poco de piedad, chicos, que no nos dejan nada de material.

Y ya ni hablo del humor. ¿Cuántas veces se puede hablar sobre lo mismo? Hay colegas que le dan para adelante y persiguen como perros de caza un tema día tras día, año tras año. Yo no puedo. No me da la salud cuando me veo en el espejo y noto el paso del tiempo y escucho siempre los mismos nombres, los mismos juicios que nunca terminan, las mismas propuestas pedorras sin explicar cómo se harán.

Las balas comienzan a picar cerca y ya no se trata de saber que a todos los que nos rodean les cuesta llegar a mitad de mes. Ahora, directamente, comenzamos a enterarnos de pymes que cierran y ningún famoso saca cartelitos de “Pará la mano”.

Vuelvo al planteo histórico de si vale la pena vivir mucho al pedo o poco pero con todos los gustos. Vuelvo porque el político en sí merece otro tipo de dicotomía: ¿Vale más el Poder porque sí o es más valioso tener una vida ordenada y aportar a la sociedad desde tu lugar sin creerte el salvador que merece un busto? Porque en la Argentina, con tan solo haber portado la banda presidencial, ya calificás para un busto. Sin importar si fuiste un gran estadista o un vago, chamuyero, mentiroso y defensor de asesinos muy hijos de puta.

En fin… ¿De qué me voy a reír?

Gracias por haber leído.

PD: Crucen los dedos para que no haya un conflicto realmente serio entre China y Occidente. Una vez más estaremos parados del lado equivocado de la historia. Al menos seremos coherentes.

(Nicolás Lucca / Relato del PRESENTE)

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