LA FERIA DE LAS VANIDADES DE CRUZ DEL EJE

EDITORIAL

¿Por qué los políticos efectúan actos demagógicos si ambicionan tan solo un cargo que se supone es altruista?

Por Walter R. Quinteros

Salvo algunas honrosas excepciones, nuestros políticos han encontrado en el poder, el medio de satisfacer sus deseos de protagonismo social, pero de la forma más superficial y frívola posible y por eso, no quieren soltarlo.

En estos días electorales ellos participan activamente en todos los escaparates de la feria de las vanidades. Sin nada de disimulo, desarrollan movimientos extraños como hacerse "los pendex" ante los jóvenes, esparciendo sonrisas y abrazos hipócritas a los ancianos y desconocidos, o repartiendo diversas dádivas a la gente humilde. 

Asistimos, señoras y señores, a una farsa en la que quienes aspiran a administrar el gasto público, utilizan esa parafernalia politiquera como una excusa para la satisfacción de sus propios intereses. 

Porque si no es así, ¿por qué efectúan esos actos demagógicos si ambicionan tan solo un cargo que se supone es sacrificado en bienestar de sus vecinos?

La ambición que ostentan no sería la misma si salen a buscar empleo en el ámbito privado, donde impera el mérito y la mejor cara de póker posible.

Lo que realmente nos debe importar es que esa ambición que exponen diariamente, es la de progresar económicamente en la actividad pública. Entonces eso, nos debe llevar a exigirles la sincera voluntad de servicio hacia el pueblo que los votaría. 

Cabe que nos preguntemos, ¿qué rige la conducta de los políticos?

Podríamos señalar el total respeto a las leyes, las buenas costumbres, la ética y la moral. 

Pero, si como vemos ya empezaron mal, si ya empezaron con extrañas repartijas de dádivas, ¿cómo cree usted que nos irá con sus pretensiones?

Por eso se sostiene que aquel que se dedica a la política debe esperar a que la sociedad le exija un comportamiento acorde desde el principio mismo.

Considero que es importante la reflexión. Debemos saber comparar lo que en cada momento ellos dicen o hacen, o intentan hacer desde sus promesas de campaña. 

Porque de esas elecciones que hagamos, desde el discernimiento de la cuestión, dependerá en buena parte la razón de ser del voto en las urnas.

Pero volvamos a la ambición. 

Es legítimo aspirar a tener un buen sueldo, una buena casa, un buen coche, poder viajar cómodamente y vestir bien. La cuestión es si esos son los únicos objetivos que ellos tienen o si poseen otros distintos, como pasar a la historia por eficaces y honrados. 

Es lo que llamamos la escala de valores. 

¿Cuál es la que debemos exigir a nuestros políticos? 

¿Se le ocurrió pensarlo fuera de su partidismo o simpatía?

Cuando en estos tiempos de crisis solo escucho, veo y leo tremendas descalificaciones hacia la clase política. Cuando en estos tiempos de crisis los calificamos de privilegiados ya que económicamente nunca quiebran a pesar de sus continuas torpezas en el ejercicio de sus funciones, se me da por argumentar eso de la legitimidad de la ambición.

Pero también y, para aprender y mejorar en cada juicio de valor que emito sobre ellos, me pregunto, ¿qué habría hecho yo en su lugar?

Como no paseo por la feria de las vanidades como ellos, pienso convencido que haría las cosas pensando en mis vecinos, es decir, las haría distinto. No tendría más compromiso que cumplir con mi palabra empeñada.

Pero de los políticos ambiciosos también debemos darnos un paseíto por los conformistas que votan, y éstos se pueden dividir también en aquellos que, simplemente resignados, parece bastarles con tener algo para comer, para beber, divertirse, y recurrir a los planes del Estado para sobrevivir. A ellos, me parece, poco les interesa el tema de esta nota. 

Entre las opciones y, gracias a Dios, están los otros que, además de disfrutar de lo anterior, que no está tan mal, buscarían algo más. Trabajo digno, por ejemplo. Y razonar sobre las opciones que los políticos no "dadivosos" les presentan.

A mí, las personas que me gustan, son los ambiciosos que cultivan su mundo espiritual, son los que se organizan en busca de la grandeza de la ciudad, son los que tienen sentimientos verdaderos hacia el prójimo, son los que son capaces de sentir las alegrías y las penas de los otros, son aquellos que fortalecen sus ideales pensando en el bien común, y son aquellos que no se acomodan en turbias alianzas —a la vista inexplicables—. Son los que renuncian a los lujos del reconciliador y pacificador dinero que otorga la tarea de manejar los fondos públicos y, me gustan mucho más, aquellos que no pasean por la feria de las vanidades.

(Walter R. Quinteros / LA GACETA LIBERAL)


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