UN INDÓCIL DE LA POLÍTICA

OPINIÓN

Ya hemos tenido suficiente con Cristina Fernández

Por Carlos Berro Madero

Repasando a algunos autores clásicos del pensamiento occidental -entre otros Ortega y Gasset, confeso liberal-, encontramos una frase del ilustre madrileño que le cabe como anillo al dedo a Javier Milei, la nueva “vedette” del escenario político nacional.

Dice Ortega al respecto, que la indocilidad política –título con el que iniciamos estas reflexiones-, no sería grave si no proviniese habitualmente “de una más honda y decisiva indocilidad intelectual y moral” (sic); agregando que quien la padece, aún con buena voluntad, fracasará, porque a la “textura radical de su alma” (sic) le falta de nacimiento la función de atender a lo que está más allá de él, sean hechos o personas.

Exactamente eso es lo que se percibe si uno sigue con atención el hilo de los enunciados de un hombre que parece de “hielo” al momento de considerar la relación de sus “mandamientos ineludibles” con el impacto social que puedan generar en miles de individuos que no están en condiciones culturales de entender su mensaje, y solo aplauden emocionalmente lo que sienten como soluciones mágicas aptas para dar vuelta todo “patas para arriba”, con la secreta esperanza de que todo cambie…pero que nada cambie. Al menos en lo que atañe a lo que han sido algunos períodos históricos de buenaventura para ellos. Esa que les hizo conocer tiempos mejores y que por el momento será muy difícil reponer “de un saque” como sugiere Milei.

Es bien sabido que todo vanidoso –el autodenominado “libertario” lo es en grado sumo-, necesita del impacto que causa en los demás para afirmarse a sí mismo y consolidar su confianza personal.

“El hermetismo nato de su alma, le impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: COMPARARSE CON OTROS SERES”, diría Ortega de este caso paradigmático.

Estamos convencidos además, que infinidad de veces la proclamación de lo radicalmente inviable resulta una mera garantía utilizada para sostener la invulnerabilidad de ciertos argumentos, que “suenan bien”, pero a poco que se analizan a la luz del sentido común, resultan una suerte de enunciados que apuntan obtener, primordialmente, la benevolencia de quienes los reciben, usando verdaderos tornados irrefutables de buenaventura colectiva.

En el caso de Milei además, no se lo ve mayormente interesado en confrontar ideas con nadie que le contradiga (al menos en los términos tradicionales de lo que se considera un diálogo), usando reiteradas muletillas efectistas que procuran elevar los argumentos que le son cuestionados a un Olimpo casi inaccesible para quienes lo confrontan.

Y de eso, ya hemos tenido suficiente con Cristina Fernández.

Nos sentimos muy identificados también con Fernando Savater, cuando dice que “en cualquier caso, para muchos de nosotros que no renunciamos a creer en lo verdadero, el dilema sigue estando entre lo que puede convencernos y aquello que contra toda verosimilitud podría salvarnos. ¿Es conveniente la verdad o debe ser verdad lo conveniente? (sic).

No vemos que Milei tenga respuestas suficientemente claras al respecto, concentrado en desarrollar a pleno su ego personal, mientras los posibles candidatos que va designando para acompañarlo en su cruzada, son personas que, en su gran mayoría, provienen de distintos estamentos de la política tradicional; esa misma que él tritura verbalmente en cuanta entrevista periodística se difunde por los medios audiovisuales.

¿Serán ellos capaces de constituirse en fieles custodios de un ideario liberal que hasta ayer nomás les era quizá desconocido?

¿O se inflaman del mismo fervor que anima al que funge actualmente como diputado nacional?

Creemos que mientras no se diluciden públicamente las incógnitas aquí enunciadas, el “tirabombas libertario” –que resulta una figura atrayente por lo novedosa-, podrá seguir azuzándonos contra ciertos principios del sentido común, impidiéndonos ver cuál es la manera razonable con la que podamos salir con inteligencia del barro en el que estamos chapoteando desde hace muchos años.

Solo querríamos recordar que la historia universal enseña que el pensamiento “excluyente” –sea de derecha o de izquierda-, termina siempre con el hundimiento de la república, convirtiéndose finalmente en una dictadura, muchas veces seudo democrática.

El tiempo, “que no vuelve ni tropieza”, como señala Góngora, indicará las chances eventualmente benéficas que pueda tener la irrupción política de quien, por ahora, se muestra excesivamente apasionado y turbulento; porque a nuestro modo de ver las cosas, las mejores soluciones para una crisis profunda de identidad deberían venir siempre por medio de una “integración” social, sin fomentar discursos “guerreros” a todo evento.

“No hay caminos abiertos al entendimiento del hombre para que conozca con certeza la verdad FUERA DE LA INTUICIÓN EVIDENTE” (René Descartes). Y en ese aspecto, la nuestra nos dice que el camino radical propuesto por Milei no parece compadecerse con la realidad nacional del momento. Al menos respecto de lo que debemos tener en cuenta para realizar cambios sustanciales que eviten provocar enfrentamientos sociales irremediables y de final incierto.

A buen entendedor, pocas palabras.

(Carlos Berro Madero / Notiar)


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