LA BENDICIÓN DEL OLVIDO

OPINIÓN

La idea, a priori, me sonaba excelente; para la historia, casi

Por Osvaldo Bazán

Escribiría un libro con los cuatro años de gobierno de Alberto Fernández. Tenía las crónicas hechas para el diario El Sol como ayudamemoria y a partir de ahí, haría una lista de las 20, 30 personas que debería entrevistar. Profundizaría en algunos temas con datos que la urgencia de la entrega semanal no permitía y tendría un panorama completo de lo que para muchos es el peor gobierno que ha tenido la democracia argentina.

Saldría a la venta el 11 de diciembre de 2023.

Sería un testamento, un estudio detallado del cuarto gobierno kirchnerista; cómo fue que subimos cada uno de los escalones al cadalso; quiénes nos llevaron de la mano por este suplicio hasta el degolladero; con qué intenciones; quiénes fueron los ganadores y los perdedores de un proceso que lleva la firma invertida, ese “Argentina Presidencia” que nunca explicó por qué cambió el orden lógico de la frase.

Una memoria y un balance.

Un nunca más de la estupidez.

Las miguitas del camino que nos trajeron hasta acá para poder desandarlo o cómo fue que lo evidente que este gobierno ofrecería, pero jamás explicitó -impunidad, choreo, venganza- cautivó al 48% de los votantes en 2019.

¿Quién no compraría un libro así?

Rápidamente me puse manos a la obra.

Lo primero era encontrar un editor.

Mientras casi gastaba los jugosos derechos de autor que ya suponía esta obra me daría, procuré el teléfono de un importante editor de libros periodísticos.

Lo llamé y le propuse lo que supuse, sería el negocio del año para él.

– ¿Un libro sobre el Frente de Todos para salir a las librerías el 11 de diciembre de este año? -me preguntó, intrigado.

–Sí, si me pongo fuerte a trabajar desde ahora, llegamos (dije, incluyendo ya a su editorial; el uso de la primera persona del plural no era para nada inocente).

Se hizo un silencio.

Supuse que estaba pensando en los términos del contrato, las fechas de edición, el papel, todos esos detalles burocráticos que aparecen ante la salida de un libro. Más aún de un libro como éste que, sin duda, sería furor.

Su respuesta me hizo entender todo de golpe.

–No da -me dijo, cortés y cortante.

Ahora el silencio era mío.

–No da -repitió, y se tomó un poco de tiempo más, para no demostrar que lo que me estaba por decir era una verdad de Perogrullo y si yo no la había ni siquiera intuido, no estaba preparado para escribir ninguna cosa sobre la actualidad nacional. No entendía cómo venía la mano.

–No da porque el 11 de diciembre de 2023, lo último que va a querer esta sociedad es recordar estos cuatro años. Si hoy Alberto Fernández no existe, imaginate el 11 de diciembre, cuando no le den ni el helicóptero para irse. No da porque nadie va a querer volver a pensar en el error cometido. Los del 48 por ciento que lo votaron no quieren que nadie les recuerde que son responsables de esto; los del 41 saben muy bien cómo fue todo y no necesitan que se lo recuerden. Cuando tengas otra idea, hablamos si querés, pero…esto…no.

Y la carroza volvió a ser una calabaza.

¿Cómo no me había dado cuenta?

Tenía razón el editor.

¿Cómo había pensado que la sociedad y la política argentina serían tan responsables de ponerse a analizar sus errores para no volver a cometerlos?

¿Cómo pensé que en Argentina finalmente alguien se haría cargo de algo?

Al tiempo en que se me esfumaba el sueño de un contrato jugoso caí en la cuenta que Alberto Fernández no es “un accidente de la democracia” -como alguna vez dijo sobre Macri el jefe de Gabinete y posible nuevo candidato a Albertofernandearla, Agustín Rossi.

Alberto Fernández es la democracia que construimos en las urnas, en una soleada mañana de octubre del ’19.

Por eso no queremos saber nada de él.

Porque somos nosotros, no él.

Desde 2019 se instaló cómodamente el concepto de que el gobierno de Cambiemos -al que despectivamente se llamó “macrismo”- fue un fracaso.

Las tarifas, el dólar, la desocupación, el hambre.

Sí, es cierto, octubre del ’19 no era un jardín de rosas…a menos que se lo compare con este desierto tosco y mustio.

Cuando en junio de 2018 en una entrevista con Jorge Lanata, el entonces presidente Mauricio Macri dijo: “La peor sequía en 50 años nos tocó ahora” -dato al que el sitio Chequeado calificó de “verdadero”-, las risas de la entonces oposición se escucharon en todos los medios de comunicación.

“¿Está todo mal y el problema es que no llueve?” decían jocosos los peronistas que sólo 5 años después lloran sequía en cada oportunidad que pueden.

Sí, estamos tan mal que dependemos de la lluvia.

Todos lo sabemos.

También sabemos que pasan los años y el drama del manejo del agua en todo el país continúa igual.

Si los 175.000 millones de dólares que el campo aportó en concepto de retenciones en los últimos 21 años se hubieran invertido en riego ¿algo habría cambiado? ¿Habríamos dejado de depender de la lluvia, como los primeros habitantes de esta tierra? ¿Cómo saberlo?

Lo que sí sabemos es que entre el 1500 y el 2023, con respecto a la dependencia de la lluvia, apenas hay diferencia en esta tierra arrasada.

Volviendo a 2019, cuando en diciembre de ese año Macri hizo una cadena nacional para contarle a los argentinos en qué condiciones dejaba el país, con números precisos no desmentidos ni antes ni ahora, C5N sobreimprimió en su pantalla comentarios cancheros y agraviantes contra la investidura presidencial. Por supuesto, que eso estuviese en abierta contradicción con el decreto 1225 que reglamenta el artículo 75 de la ley de servicios de comunicación audiovisual –“La transmisión de la cadenas nacionales, provinciales o municipales deberá ser realizada en forma íntegra, sin alteraciones, cortes, sobreimpresos u otros agregados”– no le acarreó ningún perjuicio a la emisora ahora súper oficialista.

Imaginemos por un segundo la situación “contraria”.

Habla CFK y el denostado LN+ sobreimprime carteles bardeándola.

¿Cuál sería la respuesta?

¿Vieron?

El todoeslomismismo todo terreno sirve para que los peores, los promedio y los mejores no se diferencien. Así las cosas ¿quién va a querer mejorar si no se lo reconoce?

Instalada la idea de que el gobierno de Cambiemos fue un fracaso -idea refrendada por la iglesia católica a través de la UCA y su manipulación de las cifras de pobreza- ,los propios socios de la alianza no salieron a defender al gobierno que se iba.

La culpa de todos los males del país la tienen los 44.300 millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional le dio al gobierno de Cambiemos, ergo “la culpa es de Macri” dice el taxista hoy en 2023, cuando se habla del estado calamitoso en el que estamos.

¿Con eso en la cabeza votará el señor tachero?

Quizás ni siquiera sirva contar hoy otra vez que el 83% de ese préstamo (US$ 42.383 millones) se usó para cancelar deuda en dólares, el 14 % (US$ 6.072 millones) para cancelar deuda en pesos y un 2% (US$ 774 millones) para gastos en moneda extranjera, especialmente importaciones de combustibles.

Quizás ni siquiera sirva contarlo, pero hay que hacerlo porque ante la desinformación general, pasa inadvertido el hecho de que el gobierno de Cambiemos tuvo un endeudamiento promedio mensual de US$ 1642 millones y el del Frente de Todos es de US$ 3145 por mes. Sí, casi el doble. Pero el problema, dice el señor taxista, es que Macri coso.

Nadie querrá acordarse de Alberto Fernández el 11 de diciembre de 2023 y esta semana quedó claro con la renuncia a una candidatura imposible.

El 89% de la población muestra insatisfacción con las políticas implementadas por el gobierno del Frente de Todos dice la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública que la Universidad de San Andrés hizo en marzo pasado.

El 71% estaba (en marzo) insatisfecho por las medidas económicas del ministro Massa, el 92% lo estaba con la política económica en general y el 89 % con las políticas sobre seguridad.

¿Qué sabía la sociedad argentina en el ’19 cuando votó un proyecto que sólo 3 años y medio después repudia?

¿Por qué lo hizo?

¿Hay que recordar otra vez a las feministas que festejaban cantándole a la “Presidenta Alberta”?

¿A los científicos que se reunían con “Alberto” para amenazar todos juntos, entre sonrisas maquiavélicas a Sandra Pitta que se había animado a contradecirlos?

¿Cómo no fue una bandera roja de peligro ese mensaje mafioso de un candidato presidencial en obvio desbalance de poder señalando desde todos los medios de comunicación, a una científica sin fueros?

¿Cómo no fue una bandera roja de peligro ese video que circuló -poco, porque llamados a los medios para que no se difundiera, hubo y muchos- en el que el actual dicen que presidente empujaba a un jubilado en un bar?

¿Y los colegas elogiosos del “Alberto moderado”?

¿Hay que recordar los empresarios autoelegidos eternos para diseñar los caminos de la economía del país, que se las saben todas, que estuvieron en todas y cada una de las asunciones del poder nacional y que no vieron lo que tantos argentinos sí sabían en diciembre del ’19?

Empresarios argentinos, pescadores en peceras que no intentan conquistar el mundo porque con vender en las Saladitas de todo el país les alcanza y les sobra.

Es conmovedor verlos llorar ahora pero nunca levantar demasiado la voz; en el fondo, es preferible la miseria a la cárcel. Se sabe, el peronismo asegura que no haya cuadernos indiscretos y que cada candado se abre con un peaje silencioso. Nadie dudó de qué hablaba Carlos Pagni en su editorial cuando se preguntó públicamente: “A propósito de Tombolini, una pregunta reiterativa que se escucha entre los importadores: ¿qué funciones cumple su esposa en la Secretaría, y qué son esos bolsos?”.

“Populismo y marroquinería. El amor del peronismo por los bolsos”, un estudio del Conicet que estaría haciendo falta.

¿Alguien leyó una novela, vio una película de los escritores argentinos denunciando el estado autoritario del peronismo en estos años? ¿Las tranzas e incapacidades que nos trajeron hasta acá? ¿No? ¿Por qué será? Habiendo tantos cronistas y escritores premiados aquí y allá, tanto elogio circular, nadie habla del elefante en la habitación. ¿Por qué será?

Volviendo al ’19 ¿por qué los distintos partidos que forman la coalición Cambiemos se preocuparon tan poco en defender su gestión?

¿Entendieron que eso era un tiro en el pie?

¿O de verdad pensaron que la política exterior argentina había sido un fracaso? Si aquella política del G20 en Argentina y el Tratado de libre comercio con Europa fueron un fracaso, esto que hay ahora de pasar de abrirle la puerta de Latinoamérica a Rusia a rogarle una foto a Joe Biden ¿qué es?

En Rosario hubo en 2014, 254 homicidios.

Bajó a 165 en 2017.

En el ’22 hubo 287 homicidios y este año ya se sabe que romperá todos los récords. ¿Hablamos de fracaso?

Para el todoeslomismismo es un triunfo.

165 muertos y 287, es lo mismo.

La apertura de mercados mundiales o la pelea con todos los países limítrofes (en estos años, hemos tenido inconvenientes con todos ellos) es lo mismo.

Dentro del Frente de Todos se defiende con uñas y dientes la gestión de la pandemia, cuando no hay un solo dato que lo justifique. Sólo muertos y desolación. Fiestas clandestinas y negociados tan turbios que terminan siendo clarísimos. Sí, hubo hasta una carta firmada por una alta funcionaria cuyo mayor mérito era saber hablar inglés pidiéndole por favor a un burócrata ruso que hicieran algo que nos permitiera seguir apoyando “su proyecto” (el de los rusos).

En el fárrago cotidiano, pasa todo.

Todo es lo mismo.

Ahora también, con el agregado de que todo es casta.

Hoy Alberto Fernández es nada, pero es el presidente.

Lo que significa que hoy el presidente de Argentina es nada.

No hay presidente, así de fácil.

Y desde siempre escuchamos que este es un país presidencialista.

La CGT amenazó con un paro.

Ya está para ponerle fecha: 11 de diciembre de 2023.

Hasta invitaron al acto del 2 de mayo al ministro de Economía, responsable de las cosas de las que se quejan pero tampoco se quejan tanto porque somos todos compañeros, ¿no?

Alberto Fernández degradó la palabra presidencial y, paradójicamente, de tanto que la usó, la achicó hasta lo indecible.

¿De qué nos vamos a acordar cuando nos acordemos de Alberto Fernández?

Que hizo una (al menos) fiesta en Olivos mientras nosotros no podíamos despedir a nuestros muertos. Y que lo negó tres veces. Como un Judas hincha del bicho.

Que pagó para zafar de la justicia.

Que mintió con las filminas mientras gran parte de la intelectualidad argentina aplaudía sus dotes de profesor.

Que homenajeó al que se robó las vacunas para los amigos.

Que tuvo un perro que se llama Dylan y una pareja que se llama Fabiola.

Que lo propuso CFK aunque lo odiaba.

Que lo vendieron como moderado.

Y ¡ay! Que lo eligió el 48,1% de la población.

Tenía razón el editor.

A este gobierno del Frente de Todos, sólo lo espera la bendición del olvido.

Lástima, es lo peor que nos puede pasar.

(El Sol)


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