EL HARTAZGO

OPINIÓN

La palabra “hartazgo” es una de esas grandes curiosidades de la lengua castellana

Por Nicolás Lucca

Al menos para mí, que soy de tener datos random absolutamente al pedo. Tiene acepciones totalmente contrapuestas: la que nosotros más usamos es la del fastidio, el cansancio. Pero la mayoría de las acepciones del diccionario de la Real Academia Española hablan de saciar completamente o en exceso. “Harto conocido”, por ejemplo, es sinónimo de “muy conocido”.

Quizá sea por eso que el hartazgo también signifique cansancio: cuando obtuvimos en demasía algo que no queríamos, que no deseábamos.

Hay formas de hartarse rápido y otras que son en cuotas. También están esos hartazgos que uno no sabe cómo no ocurrieron antes. ¿Recordás cuándo se acabó la cuarentena? Hoy es difícil recordarlo, pero hubo un decreto que la dio por terminada y fue mucho, muchísimo tiempo después de que cada argentino hiciera lo que se le antojara. Y eso que al principio hasta se llegó a proponer cantarle el feliz cumpleaños a Alberto desde los balcones hogareños el 2 de abril de 2020. Tres años después, lo saludaron por Twitter solo Cerruti y cinco funcionarios más. Literalmente.

Esta semana vimos cómo fajaron al karateka cinturón negro, el Rambo de la salita de auxilios de Campo de Mayo, el macho de la lengua afilada que se hace el guapo y le pega a Alberto. El que sabe tanto de seguridad que quiso que todos los bonaerenses se sientan en un parque de diversiones, tipo Magic Conurban Kingdom, en Disney.

Tuvimos demasiado de todo. Demasiado de lo previsible. El 28 de marzo de 2020, a días de iniciada la cuarentena obligatoria, en medio de la primera tanda de quince días, en este mismo sitio publiqué un texto con preocupaciones a futuro. Dije que me daba miedo qué iba a pasar con la educación a futuro, con los entongados de los empresarios amigos, con la inseguridad y con la pobreza. No soy ningún Nostradamus, solo me guié por el sentido común: las cárceles colapsadas, el Presidente que era aplaudido por guapear en cámara, ningún funcionario que diera una opción a la suspensión de las clases, la mera observación de cómo haría para trabajar un albañil y la brutal brecha tecnológica.

Matan a un colectivero a días de jubilarse en una zona en la que es habitual que los mutilen. Ni siquiera es el primer homicidio. Hay un corte de compañeros del colectivero y de vecinos hartos de la delincuencia. Berni llega en helicóptero. De pedo no se tiró en paracaídas. Su cara de guapo duró lo que tardó en recibir el primer ñoqui. Tantas artes marciales y cobró más que cajero de PagoFácil la primera semana del mes.

Primero la gente, sobre todo a la hora de sufrir un delito y de investigarlo: sólo faltaron los Marines y la Legión Extranjera en la detención de uno de los colectiveros que trompeó al Señor Miyagi ensamblado en Tierra del Fuego.

Encima dice que él fue a poner la cara. La puso demasiado, pero Cristina no se iba a perder la foto y se subió las medias aunque se trataba de una selfie: dijo que ella tuvo la suerte que no tuvo el muerto porque su bala no salió. El tacto de Tyson en los noventa.

Si quieren cuestionamos las formas, pero nos resta tiempo para hablar de algo que ocurrió durante su propia gestión. En ese texto que mencioné más arriba me preocupaba qué pasaría en las cárceles cuando llegara el Covid. Hasta temí que optaran por la opción más fácil. Los largaron, no más. Todavía podemos mentir y decir que fueron largados por el Poder Judicial por tener condenas cumplidas, pero muchos salieron sin estar en condiciones. La inseguridad bajó a mínimos por razones básicas de oferta y demanda: si no hay nadie en la calle ¿a quién van a asaltar?

Finalizada la cuarentena, la delincuencia se fue a las nubes. Lo sabe cualquiera que circule por la calle. Ocurre en cualquier gran ciudad, ocurre en cualquier cordón suburbano pauperizado, aislado y detonado.

Aquel texto que publiqué a días de decretada la cuarentena más larga del mundo, quedé prácticamente aislado y no me refiero al encierro. En tiempos en los que Alberto amasaba la imagen positiva más alta de la historia de las presidencias desde que se mide, cuestionarlo era un pecado. Si lo sabrán los pobres boludos que salieron a pasear el perro y terminaron presos.

Pero ni en la peor de las predicciones imaginé que se cometerían tantas, pero tantas violaciones a los Derechos Humanos como las que salieron a la luz luego de una profunda investigación: googlear.

El hartazgo es tan, pero tan grande que daría risa verlos correr, bajarse de actos, reunirse a las apuradas. Daría risa si no fuera que, en realidad, da mucha bronca, impotencia y tristeza. Al menos a este pobre boludo. Es increíble lo que ocurre cuando alguien siente que es el único que ve algo. Yo no fui el único, lejos estuve de ser el único. Pero éramos loquitos, equiparados a los conspiranoicos. Imaginen que aún faltaban meses para aquella bendita solicitada en la que fuimos tildados de anti cuarentenas y, por decantación, asesinos por naturaleza.

Antes de que llegara el Covid, se dio en la Cámara de Diputados un debate sobre una ley de alquileres. Tanto al titular de Inquilinos Agrupados como al diputado Daniel Lipovetsky les hice las mismas preguntas con las mismas preocupaciones en entrevistas que pueden ser buscadas en YouTube. Ambos me negaron que la nueva ley empeoraría la situación de los inquilinos. No hice las preguntas por tener una bola de cristal ni una conexión con el cosmos: soy inquilino desde que tengo memoria.

Sé lo que es una negociación contractual y cómo funciona el mercado del que soy parte, como gran parte de ustedes, queridos lectores. Ambos negaron lo que terminó por pasar desde el día uno. Se los advirtieron todos. Muchos de ustedes también recurrieron a las redes para explicar y hasta suplicar que no votaran esa ley del averno. Los únicos que no escucharon las advertencias fueron los legisladores. En 2019 fue aprobado en diputados, en 2020 en el Senado y Alberto la promulgó.

Hoy, el Efecto Mandíbula Danzante iniciado por Berni llevó a que Sergio Massa y Alberto evalúen suspender la ley. Tarde y en plena autopista hacia la hiperinflación. ¿Cuántas veces tuvo que ser pedido para que reaccionen? ¿Reaccionaron cuando vieron cómo le acomodaban las ideas a Berni? Un rotundo sí más fuerte que piña de colectivero.

Ahora falta que se aviven del resto de las cosas. Nada alcanza para nada. Los proyectos de cosas que nos darían satisfacción quedan suspendidos “hasta que las cosas se acomoden un poco”, por lo cual van al baúl de los recuerdos porque hay que sobrevivir hasta el mes que viene.

Casi todos trabajamos hoy el doble o el triple por menos de un tercio de lo que ganábamos hace tan solo un puñado de años. El estrés hace estragos en nuestra salud y estamos arruinados psiquiátricamente en un país en el que una asesora del gobierno de científicos recomendó al Presidente que “no hable de consecuencias” sino de “huellas” post pandémicas. Huellas. Se nos cagó muriendo medio mundo por cuestiones evitables, hicieron tongo con el miedo de los argentinos, se vacunaron antes que todos, nos aislaron socialmente hasta caer en la alienación y hablan de “huellas”. Huellas de Brontosaurios, caraduras.

Ahora dicen que “les tiraron un muerto”. Con cuarentena y todo, la provincia registró un aumento de homicidios de 2019 a 2021. Y mejor no hablemos de la cuenta que dejará este año. Crecieron todos los rubros y cualquiera del 40% de los argentinos que vive en el conurbano puede dar fe de ésto. ¿Cómo que les tiraron un muerto? Ahora hay que suponer que nunca vieron la sección policiales.

Todos conocemos a alguien que palmó por Covid. Y todos conocemos a alguien que la quedó por alguna de las otras 100 mil patologías que dejaron de ser prioritarias. Todos conocemos a alguien que murió en manos de un delincuente. Y todos, absolutamente todos fuimos víctimas de algún robo. Y eso no es normal. No, señor, no lo es.

Conseguís afuera un par de zapatillas a la mitad de lo que cuesta en la Argentina. La aduana lo retiene, lo regala y se saca fotos para mostrar que se puede subir un escalón más, que se puede hacer campaña populista con la ostentación de lo ilegal. Que vos no lo podés tener porque a un burócrata le pareció que sólo él puede vestirse con ropa importada y a precio normal. ¿Cómo no te vas a hartar? ¿Cómo no vas a explotar?

Ahora que vivimos en la era de las reuniones virtuales… ¿Participaron de alguna presencial en las últimas semanas? ¿A qué grupo pertenecés: al que está al borde del estallido o al que mira preocupado cómo los otros están con los rostros cansados y desencajados por el enojo y la frustración?

El hartazgo genera reacciones intempestivas y de efecto péndulo: cuanto más grande es el hartazgo, más fuerte es la reacción. Lo sabe Berni, lo sabe cualquiera que crea que su presencia alcanza para tapar el sol. Y eso debería asustarnos a todos los que amamos vivir sin que nos rompan las pelotas, sin que nos digan qué debemos hacer. Porque el extremo de la zona liberada es la zona sitiada. Y el extremo del libertinaje es el control total. Y todos sabemos que nuestra historia está llena de ejemplos en los que entregamos todas nuestras libertades con tal de que nos garantizaran un poco de orden.

Es realmente increíble lo que puede hacer un ser humano cuando se mezclan el hartazgo y la desesperación. El hartazgo como cansancio frente a lo que se tuvo en demasía, la desesperación como carencia total de esperanza. Mezclan y una molotov queda a la altura de un Chasquibum. A mí, por lo menos, me preocupa. Porque cuando alguien está desesperado, acepta cualquier cosa. Y cuando alguien está harto, hace cualquier cosa.

Tanto tiempo desperdiciado. Tuvieron al país en pausa y pudieron hacer lo que quisieron. Optaron por hacer lo que deseaban. A nuestro costo. Y todo para que terminemos así.

(Relatos del PRESENTE)

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