SINDICALISTAS QUE LE BESAN EL ANILLO A LA PATRONAL

OPINIÓN

Cualquiera puede ser, pero nadie puede ir contra la ética sindical que obligadamente, deben demostrarle a los afiliados

Por: Rubén Lasagno 

No hay ninguna confusión: cualquier ciudadano puede dedicarse a la política, afiliarse a un partido y postularse en una boleta. Constitucionalmente todos estamos habilitado con mínimas condiciones y eso a mi criterio, no es tan democrático como parece, por cuanto una persona condenada o con procesos judiciales, no debería ser parte de una oferta política hasta que su “buen nombre y honor” no esté limpio y transparente, por las razones que ya conocemos y teniendo en cuenta que a cualquier ciudadano, para ser un simple empleado en un kiosco u obtener un carnet de conducir, le piden antecedentes de todo tipo y su objetivo queda condicionado a la “ficha limpia”, que en el caso de la política, los postulantes y/o candidatos, están excluidos.

También es lícito que cualquier trabajador, pueda aspirar a ser dirigente sindical y sea votado democráticamente dentro de una estructura que puede ser de carácter privado o público.

El problema no es la aspiración que tenga una persona, sino los medios que utilice para llegar y la incompatibilidad ética que pueda existir en ese camino.

Esta introducción tiene por objeto aclarar una situación que desde hace muchos años venimos marcando desde este espacio y jamás cambiaremos de idea respecto de las formas y los medios, que algunas personas usan para entrar en política, mientras detentan un cargo sindical.

Es cierto que también es lícito y lógico que un dirigente gremial tenga una determinada ideología o sea partidario de tal o cual partido político, sin embargo, el ABC de un dirigente, es precisamente, el hecho de la representación comprometida y debe respetar la pluralidad de ideas que se conjugan en su espacio gremial; es por ello que está obligado a ser ecuánime en sus decisiones, independiente en su lucha y tener como prioridad el mandato que le dieron: el de defender a sus afiliados por encima de cualquier idea, partidismo político o interés que tenga en lo personal con “la patronal”.

Todo esto se potencia, si se trata de un gremio de empleados del Estado (Nacional, provincial o municipal). En el ADN de un gremio, está la oposición lisa y llana que debe tener su dirigencia, hacia las acciones que vayan en perjuicio de sus afiliados y de ahí que los sindicatos, cuando se agota el diálogo, acometen con las medidas de fuerza.

Sin embargo, cuando el dirigente gremial tiene una afinidad política con “la patronal”, comienza a hacer mucho ruido la sintonía fina y sin duda los reclamos comienzan a ser mas “flexibles”, con lo cual los afiliados van perdiendo presencia, solidez y dureza, en tren de luchar por conquistas pero debiendo responder a sus patrones y/o amigos políticos en el poder.

Ya pasó con ATE, cuando era uno de los sindicatos con más presencia en las calles y peleaba codo a codo con otros gremios, como el docente, para exigir salarios dignos o llegaron a tomar el Ministerio de Desarrollo exigiendo el pago a los empleados, o los aumentos salariales en la administración central o fueron los artífices de que muchas leyes en contra de la sociedad de Santa Cruz, no pudieran votarse en la Legislatura provincial.

Y un día su dirigencia saltó la verja, besó el anillo de la propia gobernadora a que aborrecían en sus discursos callejeros y se hicieron cómplices y funcionarios. El único que perdió, fue el afiliado. Ellos, la dirigencia, gozan de un estatus diferenciado, buenos salarios, una agenda de contactos importante, pero perdieron la representatividad genuina que los impulsó y los hizo populares. Lo peor, es que antes de dar ese paso hacia la política en la práctica, no renunciaron a la dirigencia gremial y lo más grave, es que siendo funcionarios del gobierno, siguen acaparando y sosteniendo puestos decisorios en ATE.

Nada de esto sería criticable, si hubieran tenido la ética sindical de renunciar al cargo en el gremio y posteriormente dedicado a la política o a ser empleados del gobierno provincial.

Ayer se conoció que el Secretario del SOEM Río Gallegos, Pedro Mansilla está dispuesto a acompañar a Pablo Grasso como candidato a diputado por el Pueblo, en las elecciones de este año.

Obvio que lo puede hacer; lo que si, también hay que decirlo, es poco transparente y éticamente criticable que siendo un alto dirigente del gremio cuya patronal es el Intendente Grasso, Pedro Mansilla lo acompañe en su lista. Distinto sería, que el dirigente sindical renunciara hoy a su cargo en el gremio y se dedique a su candidatura de la manera que quiera y entienda que lo debe hacer.

No es una cuestión legal, es una cuestión ética. Quien lo entienda así, podrá tener tranquilidad de conciencia y quien no, sabrá enfrentar las consecuencias, tanto gremiales como electorales.

(Agencia OPI Santa Cruz)


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