LOS NIÑOS HUERFANITOS

EDITORIAL

Que siempre haya flores frescas en la tumba de los padres de nuestros niños huerfanitos

Por Walter R. Quinteros

O que alguien reemplace en esa tarea a los niños huerfanitos, porque ellos solitos, no pueden ir a llevárselas. 

Que el perfume de esas flores perdure, que inunde el aire su aroma.

Los acompañemos, y no permitamos que los niños huerfanitos no puedan ir a la escuela.

Hagamos que vuelvan con un título, sanitos y salvos.

Que no pasen por momentos difíciles. 

He leído que la Organización Mundial de la Salud calcula cifras que debieran darnos espanto por tantos huerfanitos que tenemos por culpa de las epidemias, guerras, accidentes, atentados. Detrás de estas estadísticas se esconde una crisis de orfandad sin precedentes en la historia moderna. Casi 11 millones de niños de todo el mundo han perdido a uno de sus padres. Nosotros sabemos que el duelo por una pérdida nos cambia la vida, pero debe ser devastador para un niño. 

Dicen en esa Organización que luego de décadas de investigación han demostrado que la pérdida de sus padres, exponen a los niños a un mayor riesgo de abuso, pobreza y problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad y hasta el suicidio. 

Si los niños no reciben el apoyo adecuado, el estrés puede incluso cambiar la arquitectura de sus cerebros y dejarlos más vulnerables a todas las principales causas de muerte. 

"Va a ser necesario que todos trabajemos juntos como no lo hemos hecho hasta ahora", dice Susan Hillis, copresidenta del Grupo de Referencia Mundial sobre Niños Afectados por la última epidemia, una asociación entre la Universidad de Oxford (Reino Unido) y la Organización Mundial de la Salud. "Lo fundamental es actuar con rapidez". "Imagínate que un niño pierde a su cuidador y luego no tiene a quién recurrir", dice, y añade que "se necesita desesperadamente asistencia en salud mental".

La gente tiende a pensar en los huérfanos como alguien que ha perdido a ambos padres. Pero las Naciones Unidas, como la Real Academia Española, definen a un huérfano como un niño que ha perdido a cualquiera de sus progenitores y, cada vez más, el término ha llegado a incluir a los abuelos y otros cuidadores.

"Siempre que se ha perdido a uno de los padres, hasta cierto punto se ha perdido a los dos", dice Carolyn Taverner, cofundadora y directora de programas de Emma's Place, un centro de duelo para niños y familias en Staten Island, Nueva York.  

Nosotros, los supervivientes mayores también estamos de duelo, pero sabemos como pelearla, no desmayamos, seguimos, aun con menos tiempo para atender al resto de la familia mientras intentamos mantenernos tranquilos y tener todo en orden. 

Los niños huerfanitos también están muy atentos a las emociones de nosotros, los mayores supervivientes, y muchas veces se dedican a protegernos ocultándonos sus propios temores.

Sepámoslo, pagan demasiado caro por ser huerfanitos.

Y entonces todo comienza con el cuidado de la salud mental de ellos. Porque el niño huerfanito se da cuenta de que pueden ocurrir cosas malas en cualquier momento. 

Los niños huerfanitos más pequeños, los que aún no han aprendido a manejar sus emociones, tienden a tener más descontroles y pueden tener problemas de conducta en la escuela. 

Los niños mayores, cuyos amigos no se dan cuenta o no pueden entender la pérdida que ellos sufren, a veces comienzan a sentirse aislados en su dolor.

Sin lugar a dudas, que la pérdida del sostén de la familia puede sumirlos a ellos en la pobreza, provocando desnutrición u obligando a los niños a abandonar la escuela. 

Y son más vulnerables a los abusos físicos, sexuales y emocionales.

Las crisis anteriores han enseñado a los científicos lo que puede funcionar y lo que no, para suavizar el trauma.

¿Qué es lo que no se debe hacer? Meter a los niños en orfanatos, dicen los especialistas, o al menos no en instalaciones donde los niños abandonados se hacinan esperando una familia. 

La familia.

Los niños necesitan una familia de cualquier tipo para estructurar sus vidas. Garantizar que un niño pueda ir a la escuela, que tenga suficiente comida y se sienta amado es lo que "determina el impacto de la muerte, no la muerte en sí", porque cuando los niños tienen suficiente comida y pueden permanecer en la escuela, son menos vulnerables a otros factores de riesgo. Y ha quedado demostrado que dar un buen trabajo a las familias empobrecidas disminuye significativamente el riesgo de que las niñas y las jóvenes se vean obligadas a realizar trabajos sexuales o recurran a ellos a cambio de dinero.

Incluso los niños huérfanos que están bien atendidos necesitan ayuda adicional. Más allá de las acciones que tomen la Oficinas del Estado nacional, provincial, o las distintas Secretarías existentes en nuestra provincia. Más allá de las medidas que adopte cada Unidad de Desarrollo Regional en ese sentido. Más allá del corazón, amor, fuerza y empuje que pongan en cada hogar de niños las personas responsables.

Estemos nosotros. 

Siempre va a ser importante que nos aseguremos que los niños huérfanos puedan seguir yendo a la escuela. Asistir a la escuela ayuda a que los niños traumatizados puedan recuperar un sentido de normalidad, y también se ha demostrado que yendo a la escuela se reduce la pobreza, retrasa el primer encuentro sexual del niño y lo integra en la sociedad.

Voy a rezar, voy a pedirle a Dios que nos ayude a ser más humanos y que aprendamos a extenderle la mano a un niño huerfanito.

Les enseñemos que deben saber amar, respetar y perdonar.

Y acompañarlos hasta donde descansan sus padres. 

Les pidamos que eleven una plegaria al cielo.

Que siempre les lleven flores frescas.

Y las dejen en sus tumbas. 

Cosas de familia.



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