LA EMPANADA ELECTORAL SALTEÑA

 OPINIÓN

Tal y como se viene perfilando en las últimas horas, la oferta electoral que será presentada a los salteños en la próxima campaña, se parecerá como nunca a las empanadas


Por Luis Caro Figueroa

Hablamos de una masa prolijamente acicalada y pacientemente amasada, que tiene una forma perfectamente reconocible (de medialuna en el caso de las empanadas tradicionales y de «roscas» que luego evolucionan a «frentes», en el caso de las empanadas electorales) y que envuelve celosamente (para que nada se escape) un recado que nadie sabe muy bien qué contiene adentro, cuál es la calidad de sus ingredientes, a qué sabe y, finalmente, qué tan bien o mal nos va a caer al estómago.

Cuando el próximo 14 de mayo el elector/consumidor se enfrente a la diabólica máquina del voto electrónico tendrá la misma sensación de perplejidad que Don Ramón al ir a comprar las aguas frescas del Chavo del 8 y enterarse de que la que parece de limón, es de jamaica pero sabe a tamarindo; la que parece de jamaica es de tamarindo pero sabe a limón, y la que parece de tamarindo es de limón pero sabe a jamaica.

Las empanadas electorales, al igual que su inspiradora, solo se pueden distinguir por el simbado.

Pero ocurre que mientras en el ámbito de la gastronomía tradicional es casi un estándar del terruño que «las pellizcadas son de pollo» y las apretadas con tenedor son de queso, en el ámbito electoral resulta casi imposible distinguir a las empanadas saencistas de las otras.

Muchas de estas empanadas cívicas no solo han adoptado un simbado idéntico (nada de pellizcadas, de apretadas o fruncidas), sino que -y esto es lo más preocupante- casi todas tienen más o menos el mismo relleno, sus ingredientes son de dudosa calidad y frescura, tienen un sabor invariablemente rancio y está garantizado que nos van a caer mal al primer bocado.

El elector más avisado reaccionará y dirá: «Mire, no quiero empanadas; póngame en su lugar un tamal de dos bochas». Pero es que el Tribunal Electoral de Salta no permite que haya «tamales electorales»: solo hay empanadas y no de las mejores.

El horno en donde se cuecen (porque no hay en Salta ni siquiera empanadas electorales fritas para comparar) funciona en uno de los múltiples kioscos que tiene la Ciudad Judicial en las proximidades de la rotonda del Quirquincho. Desde esta particular «boca de expendio» son puestas directamente, por vía electrónica, en la mesa del consumidor (en donde, a diferencia de la Navidad, no se sientan los parientes ni los amigos sino fiscales de birome en mano), sin que la autoridad horneadora se haya preocupado siquiera por abrir una de estas empanadas para ver qué es lo que contienen y comprobar que su contenido es respetuoso de las normas internacionales que protegen los derechos del que las va a morder.

Porque estas empanadas pueden llevar adentro una mezcla de ananá con remolacha, que el horneador no se va a molestar en revisarlas y solo va a certificar su aptitud electoral/horneable por la forma exterior del manjar. De lo de adentro -dicen- «que se preocupe el que las muerde».

Así, el Tribunal Electoral de Salta va camino de convertir el voto de cada ciudadano y ciudadana de Salta en un huevo Kinder Sorpresa. Con lo cual, la autoridad del horneador electoral quedará tan pero tan rebajada que la próxima elección será organizada y fiscalizada, con mucha ventaja, por el Ente Regulador de los Juegos de Azar de Salta (ENJASA), y en lugar de celebrarse en las escuelas habilitadas a tal efecto, se hará en las populares tribunas de la cancha de Gimnasia y Tiro, al mismo tiempo que se juega un jugoso bingo.

(NOTICIAS IRUYA)


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