LA CARTA DOCUMENTO Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

POLÍTICA / OPINIÓN

La censura camuflada que intentaron contra Osvaldo Bazán 

Por Jorge Hirschbrand

Si la intención de Armando Traferri era amedrentar, pues le salió bastante mal. La censura camuflada que intentó cuando envió una carta documento al periodista Osvaldo Bazán, tras ser protagonista de dos columnas publicadas en El Sol que describían roles, relaciones y connivencia entre el poder político y el hampa en Rosario, le jugó en contra. Él solo se puso en el centro de la escena. Y lo hizo con un ataque directo a la libertad de expresión.

El senador santafesino dio la señal equivocada. A través de ese recurso legal, Traferri dejó en claro que estaba incómodo, nervioso, indagado por sus presuntos vínculos con el juego ilegal en Santa Fe y el lavado de activos, negocios turbios que en la ciudad más violenta de Argentina van de la mano del narcotráfico.

Traferri está siendo investigado. De hecho, hace apenas un par de días le ofreció piñas al fiscal Luis Schiappa Pietra, jefe de la Agencia de Criminalidad Organizada. Sí, así: un legislador invitó callejeramente a pelear a quien lo está investigando. En ese contexto, Bazán tuvo más suerte: sólo le mandó una carta documento.

“No me voy a hacer la víctima. De hecho, es la primera carta documento que recibo en 40 años de profesión. Ahora ya puedo decir que soy periodista”, ironiza Osvaldo. Y agrega, esta vez, en serio: “Molesta que ese papel esté firmado por un senador que se está resguardando en sus fueros para no dar respuestas”.

La carta documento hizo que las luces apunten directamente al senador. Ahí describió que se sentía ofendido por los contenidos en las columnas “¡Mirá pa’cá, bobo! (parte 1)” y ¡Mirá pa’cá, bobo! (parte 2)”. Y disparó el “efecto Streisand”: buscar silenciar y encubrir un hecho y, de modo contraproducente, provocar su publicidad masiva.

La actitud de Traferri se replica en todos los rincones del país. Los funcionarios deberían enojarse menos y responder más. Están obligados a rendir cuentas como cualquier empleado raso a su empleador. Y, en el caso de Santa Fe, Rosario es el ejemplo claro de que el trabajo que hacen es pésimo.

“Si su idea era que me sintiera amenazado, no lo va a conseguir. Tengo un medio que me apoya”, enfatiza Bazán.

Las repercusiones llegaron desde diferentes sectores y en la misma sintonía: respaldar y garantizar el trabajo periodístico. Repudio a la conducta del senador y solidaridad con Osvaldo. De hecho, esta nota forma parte de eso. Ocurre con Bazán y sucedería lo mismo con cualquier periodista o columnista de El Sol. No hay especio para presiones de este tipo.

“Insisto con que todo esto que conté pude hacerlo porque escribo para un diario de Mendoza. Tal vez, en Rosario Traferri no hubiera necesitado una carta documento y le hubiese bastado con un llamado telefónico a los jefes de la redacción”, analizó Osvaldo Bazán.

La libertad de expresión es mucho más que una figura retórica para invocar en situaciones puntuales. Es uno de los derechos pilares de la vida democrática. Y expresarse libremente implica poder acceder a toda la información que está en manos del Estado, en sus tres poderes. Y es ahí cuando los Traferri de la vida tropiezan y hacen agua. Le tienen miedo a la transparencia. Sienten que serán descubiertos; que ya de nada servirá la ostentación de poder y el clientelismo ruin para acallar voluntades.

(Jorge Hirschbrand / Diario El Sol)


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