SIGUEN EMPEORANDO LAS NOVEDADES QUE LLEGAN DEL FRENTE JUDICIAL

OPINIÓN

Con la imputación por encubrimiento, CFK recibió el impacto más duro en su batalla contra los fiscales. Capitanich, Alicia y Manzur, también imputados

Por Sergio Crivelli 

La presidenta Cristina Fernández continúa cometiendo errores decisivos en su puja con el sector de la Justicia que no pudo subordinar. En esa batalla, dijo días atrás que estaba tocada, pero no hundida; debería revisar el barco porque ya tiene varios rumbos. Todas las semanas empeora su posición porque no entiende a su adversario, ni las circunstancias en las que se desarrolla la confrontación. Cree que puede amedrentarlo con presiones o acusaciones, como la de "desestabilizar la democracia" (Aníbal Fernández) o de "golpismo judicial activo" (Jorge Capitanich).

Su equivocación es doble: primero, sus voceros tienen credibilidad cero, por lo que sus declaraciones resultan contraproducentes. Capitanich, por ejemplo, rompió un diario diciendo que mentía y 24 horas más tarde quedó probado que lo publicado era verdad. Que todavía siga hablando todas las mañanas en nombre del Gobierno es incomprensible (ver "Visto y Oído").

En segundo lugar, el problema no es institucional, sino político. Detrás de los fiscales se está encolumnando toda la oposición política y social que estaba desarticulada. El volumen que ha ido adquiriendo la marcha del silencio del próximo miércoles es una demostración del riesgo que afronta un Gobierno cada vez más aislado y sin respuesta. Nadie quiere darle un golpe de Estado porque ya se va; le quieren ganar las elecciones y por el actual camino lo van a lograr con ayuda de la propia Presidenta.

Lo ocurrido en el Senado con la sanción de reformas a la Ley de Inteligencia el jueves último es ilustrativo. La oposición habitualmente funcional al kirchnerismo decidió no prestarse a la parodia de un debate que no era tal, sino la consagración de la voluntad de la Presidenta sin la menor concesión a cambios reales en el proyecto redactado en la Casa de Gobierno.

A lo que hay que agregar que los problemas en el área de Inteligencia no se arreglan con una ley que no cambia nada y que fue imaginada como cortina de humo para diluir los efectos del escándalo Nisman. En resumen, los que suelen acordar con el senador Miguel Pichetto prefirieron tomar distancia. El futuro sin CFK está muy cerca y ya no es buen negocio aparecer comprometido con ella. Lo mismo creen los jefes territoriales del peronismo, que ven con alarma cómo se deterioran sus chances electorales.

Las circunstancias son objetivamente adversas para el Gobierno. Está en retirada, sin información y con un análisis deficiente (por decir lo menos) del escenario por el que atraviesa. Por eso se contradice o niega hechos probados. Durante la semana, Sergio Berni negó que perteneciese a los servicios de Inteligencia el suboficial de Prefectura que había robado en la casa de Sergio Massa en 2013. Tardaron menos de 10 minutos en mostrar el legajo que lo desmentía. Berni es improvisado y mediático pero, además, ignora información básica.

En otro episodio llamativo, el diputado oficialista y apoderado del PJ, Jorge Landau, amenazó a los fiscales que vayan a la marcha del 18 con futuras recusaciones. Aníbal Fernández lo descalificó, instalando la duda sobre quién fija la línea del mensaje oficialista y si hay una competencia en el entorno de la Presidenta para quedar bien con ella.

Haber dividido los servicios de Inteligencia, a 10 meses de abandonar la Casa Rosada, sólo sirvió para profundizar los escándalos. La Presidenta decidió meter mano en la SI y en el fuero federal para no tener que recorrer los pasillos de Comodoro Py cuando vuelva al llano, y terminó anticipando un desastre ante el que reaccionó mal.

En ese sentido, el microclima de los mensajes oficiales con "militantes" en los patios internos de la Casa Rosada no la beneficia. Hay una algarabía fabricada, un clima de invernadero que no guarda ninguna relación con el de la calle. En su último discurso agravió a los que marcharán el miércoles. Contrapuso el silencio en homenaje al fiscal con el griterio de sus seguidores. El poco feliz paralelo dio un argumento más a sus detractores y una razón extra para quienes planean participar de la manifestación del 18.

En síntesis, la Presidenta, que soñaba hasta hace poco con dejar el poder con índices de popularidad similares a los de Bachelet y volver en 2019, entra en la recta final envuelta en una guerra con la Justicia y en medio de una dura interna de los "servicios", que la rodean de escándalos e incertidumbre.

(© Sergio Crivelli / LA PRENSA)


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