EDITORIAL
Tienen miedo a lo nuevo
Por Walter R. Quinteros
Pueden subirse a los techos y aullarle a la luna.
Pero no, no lo hacen.
Tienen miedo.
Pudieron haber navegado los siete mares como lo hicieron los chinos, persas, indios, griegos, españoles y romanos con la espada en la mano. O como el legendario Tarzán, tener amigos como Sheeta, la pantera, o el gorila Akut, y hasta el guerrero Mugambi, para estar todos juntos sentados, comiendo empanadas y tomando un vaso de vino tinto en un bar de la calle San Martín.
Les daba el cuero para eso.
Pero no.
Creo ahora que a lo mejor no tienen miedo, así como están, se sienten cómodos.
Puede ser que sin hacer nada, se sientan bien.
Tal vez vean como muy lejana esa cosa de esmerarse por emprender un desafío y pisar la luna y caminar sobre ella. O la de saltar y volar como Súperman, dedicar una noche entera a perseguir chicos malos como Batman, o romper todo de un puñetazo como el increíble Hulk.
Eso de los superhéroes quizás los desanimen.
O que talvez, se conformen con hacer algo parecido —como en el cuento de los tres cerditos—, que construyen su casa así nomás, como venga, como se pueda.
Pero sepan que en el cuento, el lobo feroz les sopla fuerte y, chau casita.
Parece como que no les importa nada desde que alguien por ahí les dijo que el Estado debe estar presente.
Todo de arriba. Por eso debe ser que nada les interesa.
O que por eso, les haya ganado la cobardía que exponen.
Los hombrecitos de por aquí, dejaron que les maten la industria que había en su pueblo.
Dejaron que desaparezcan los olivos.
El algodón.
La cerámica.
El ferrocarril.
El acopio y envasado de los productos de nuestra tierra. (Por ejemplo).
Entonces se refugiaron primero en las cajas PAN, mandaron a sus hijos al PAICOR, manotearon todo subsidio que andaba dando vueltas y que ofrecían los gobiernos.
Los "avivaron" para beneficio de algunos y no de ellos.
Entonces tenemos que los hombrecitos de por aquí, un día se levantaron temprano y fueron hasta las oficinas milagrosas del ANSES. Hacían cola, bajo las inclemencias del tiempo loco y hablando de lo loco que está el tiempo.
Allí les abrieron el abanico de "planes" para que olviden sus penurias y en ése acto, comprendieron que ya no necesitaban ni buscar trabajo, ni trabajar más.
Sus patios se convirtieron es un páramo, no se divisaron más ni los gallineros ni las huertas.
Firmaron su esclavitud con el gobierno de turno.
En ése pacto y sin mayores pormenores a debatir, consideraron con cierta certeza, que sus viejas herramientas debían dormir en algún lugar remoto de su casa, el largo sueño de los justos. O las vendieron para tomar un fernet.
Los planes a los que accedieron, fueron un hecho providencial para sus penurias. Pero una cicatriz sangrante para la patria.
Sus ambiciones —en otrora laboriosas—, traslucían ya un hedor pestilente y denso en sus viejas ropas de trabajo apolilladas.
Pudieron haber sido unos súper héroes enfrentando con valiente hidalguía las hordas de políticos que les asestaban golpes en la puerta de sus casas sólo para preguntarles por ciertas "necesidades" a cambio de sus votos.
Pero no.
Decidieron sin discrepancias y en un inerme silencio, escuchar esas "ofertas".
Nunca midieron los destellos de aquellas falsas sonrisas, ni la jactancia de ciertas voces que los intentaban seducir con las infaltables y falsas promesas, ni tampoco discernir las desperdigadas mentiras políticas de la ocasión.
Ni supieron medir la perversidad existente en el apretón de manos que les brindaban los del séquito pernicioso acompañante.
Creo que, con cierta impavidez, no se alteraron, ni mostraron emoción alguna ante semejante atropello. La resignación les había ganado la batalla.
Pudieron haber enfrentado sus desgracias con una sana y valiente decisión a partir de ese atisbo que nos otorga la siempre latente dignidad.
Pero no.
No supieron comprender el valor del precio que debemos pagar por la libertad.
Pudieron haber expresado con sus actitudes un coraje extraordinario y, con ése singular ejemplo, que sus clamores lleguen a motivar al resto de la sociedad.
Pero no.
Envueltos en un marasmo lánguido, olvidaron las enseñanzas de sus abuelos y padres que supieron inculcarles que en la vida hay que ser valientes, que hay que actuar con decisión y firmeza, que hay que erradicar toda inquietud, toda duda, todo miedo.
A los hombrecitos de por aquí, les aviso que tienen en estas próximas elecciones un lugar para reflexionar y reivindicar su cenicienta bravura.
A los hombrecitos de por aquí yo le sugiero buscar su oportunidad en lo nuevo. En la gente nueva que ocupa espacios en los partidos políticos nuevos.
Porque es allí donde se vislumbra un futuro mejor. Solo basta con leer las propuestas.
Verán que los mismos de siempre es más de lo mismo de siempre.
Mientras que los nuevos, nos hablan de reencontrarnos con la alegría de trabajar.
Pueden subirse a sus techos y aullarle a la luna.
A menos que decidan seguir siendo cómplices de este inextricable presente donde nos trajeron los políticos de siempre de los partidos políticos de siempre. Y dejen con su manifiesta cobardía, que los lobos les soplen su casa.
Lo felicito señor Quintero, muy bien explicado las desgracias que sufren los hombresitos de por aquí pero siguen estando los políticos dé siempre con las ideas dé siempre, y siguen llevando al rebaño cómo toros en la rural, de la nariz para donde ellos quieren, ojalá que leyendo lo por usted explicado comiencen a despertar, y así tengan nuestros hijos un futuro como se merecen.
ResponderEliminarGracias por su comentario!!!
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