OPINIÓN
Al gobierno solo le interesa montar un circo público
Por Carlos Mira
Finalmente, la comisión de juicio político de la cámara de diputados, en donde el oficialismo tiene la mayoría por un voto (16 a 15), aprobó 14 expedientes de juicio contra los cuatro jueces de la Corte con la aspiración de máxima de que ellos ingresen directamente al pleno de la cámara para ser tratados en el recinto sin que cumplan el trámite normal para estos casos, en donde un grupo de diputados separa la paja del trigo y elimina los aspectos histriónicos que toda iniciativa de este tipo generalmente tiene.
Esa aspiración (que los expedientes entren completos al recinto) tiene que ver con la idea de que el FDT no está interesado en el resultado final del proceso porque sabe de antemano que ese resultado será adverso. Al gobierno solo le interesa montar un circo público que haga el suficiente ruido para dejarlo conforme en la única finalidad que persigue: la deslegitimación de los jueces.
En otras palabras, fiel a las modalidades de todo totalitarismo (desde el comunismo al nazismo) el kirchnerismo quiere instalar un escándalo público para enchastrar a los que se le oponen y a los que no piensan como ellos.
El oficialismo supone que una buena mano de bleque y de excremento a la investidura de la Corte y al prestigio de los propios jueces será suficiente para que, en el futuro, cuando empiecen a llover los insalvables fallos que condenen a Cristina Fernández de Kirchner, a su familia y a otros eventuales secuaces de sus estafas, al menos una franja de la población crea que esos son fallos “políticos” y “persecutorios” provenientes de jueces parciales y por lo tanto deslegitimados para juzgar las conductas de los ladrones.
El grueso (por no decir todos) de los expedientes de acusación están basados en los fallos de los jueces. Es decir no hay cuestiones que tengan que ver con las conductas de los jueces o con su desempeño sino que están basados en lo que los jueces dijeron en fallos recientes, especialmente la medida cautelar que ordenó devolver a la Ciudad de Buenos Aires los fondos manoteados de manera ilegal en 2020.
Pero la maniobra tiene también una aspiración que vuela por elevación a la atención de todo el sistema judicial compuesto por jueces de primera instancia y por magistrados de apelación. El mensaje allí es: “si somos capaces de hacer esto con los jueces de la Corte, imaginen lo que les puede esperar a ustedes”.
En esas instancias de los tribunales -primera instancia y cámaras- se hallan muchas causas contra la ex presidente y contra su familia, entre ellos el escandaloso caso “Hotesur-Los Sauces” (la puerta de salida de los dineros negros del Estado hacia los bolsillos de la familia Kirchner que procedía a blanquearlos por la intermediación de esas empresas y que aguarda su turno para que la Justicia confirme la apertura a juicio oral) y la más fabulosa trama de corrupción de la historia argentina conocida como el “Caso de los Cuadernos”.
Este es el objetivo entonces del kirchnerismo peronista. Siempre lo fue: el control completo de la Justicia para que desaparezca el concepto de división de poderes (que es el que le da sentido a toda la gracia de la democracia) y los sillones de los magistrados sean ocupados por militantes propios (como lo pidió públicamente y a los gritos desde una tribuna política en intendente de San Antonio de Areco, Francisco de Durañona y Vedia: “Los jueces de la Corte tienen que ser militantes nuestros”).
Bajo el engaño de que este pilar de la república es un concepto “antiguo” -porque a juicio de la ignorante que tenemos como vicepresidente nació con la Revolución Francesa (dato falso porque Revolución probó terminar siendo un movimiento fascista aún más totalitario que el régimen que supuestamente vino a reemplazar) y no de la escuela inglesa derivada de la Carta Magna- el kirchnerismo le propone a la Argentina un viaje de involución hacia la Edad de Piedra del mundo, en donde todo el poder esté concentrado en las manos de un capo, bajo la idea de que eso es lo “moderno”.
Toda esta enorme payasada, como dijimos, va a terminar en un fiasco. Pero lo importante para estos seguidores de la escuela goebbeliana de gobierno no es, a veces, siempre la victoria completa sino la simple instalación de dudas, desprestigios y mentiras.
Siguiendo estos principios gobiernan la Argentina desde hace 20 años, 16 en el ejercicio pleno de los poderes del Estado y cuatro más impidiendo de todos los modos posibles que otros desarrollen el programa de su gobierno.
Resulta de la mayor urgencia que la parte aún sensata de la sociedad tenga estas motivaciones bien presentes. La otra parte de la Argentina está ya, lamentablemente, perdida. La tarea por delante es lograr que sigan cayendo en ese estado catatónico más y más franjas sociales arrastradas por el ruido, la mentira y el circo del kirchnerismo peronista.
El reflejo de lo que sería la Argentina si ese modelo triunfara ni siquiera habría que ir a buscarlo a lejanas latitudes: un viaje a las tierras de Insfrán, de Capitanich, de Zamora o de los propios Kirchner en el Sur, sería suficiente para tener una idea muy cercana de lo que la vicepresidente llama pomposamente “Nuevo Orden”.
(© Carlos Mira / The Post)
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