( ALGO PARA RECORDAR: NOTA PUBLICADA EL 23 DE MAYO DE 2021)
HISTORIAS / ENTREVISTAS / LOCALES
"La enfermería trabaja sobre la mente, cuerpo, alma y espíritu"
Por Walter R. Quinteros
Tiempos difíciles estamos transitando, donde nos aferramos a la Fe, a que las promesas se cumplan para estar más protegidos. Más aún aquellos que solicitaron un turno para vacunarse, a esperar la bendición de ser vacunados. Y hasta hay quienes llegan incluso a orar para sobrevivir a esta pandemia. La llegada de las vacunas contra el Covid-19 nos ha generado una sensación de endeble tranquilidad.
Es cierto que muchos ya dejaron su ansiedad a un lado, la vacuna que lenta, muy lenta llega a Cruz del Eje ha generado esperanzas y esta esperanza a su vez ha entregado una fortaleza nueva, para poder enfrentar lo adverso de las circunstancias que nos toca vivir.
Aparece entonces en nuestra vida Bernarda Artaza, la coordinadora de vacunas del Ministerio de Salud que desde el CIC (Centro Integrador Comunitario), nos espera, nos habla y nos explica sobre cada vacuna. Una verdadera profesional que con paciencia, aplomo y vocación, solo se entrega al servicio de atender, de acompañar, de explicar y que nadie se quede con dudas.
Bernarda ¿Se puede trabajar de enfermera más allá del miedo a contraer el Covid-19?
—No existe el miedo cuando hay vocación en el trabajo que uno hace, existe el riesgo, como en todo trabajo, pero si le ponés amor a lo que hacés, te puedo asegurar que vale la pena.
Escuché decir al Dr, Argañaraz que es escaso el personal de salud, que ya tiene varios aislados, y que le preocupa que cada vez sean menos, contame ¿Cómo es la situación en el CIC?
—Estamos con poco personal si, es cierto, somos pocos.
El Papa Francisco dijo que "Más que una profesión, la enfermería es una vocación, una dedicación. En esta pandemia han dado ejemplo de heroicidad, y en muchos casos han dado la vida". Y pidió orar por ustedes. ¿Entre las exigencias habituales propias de la profesión, qué ha aumentado?
—Hemos extremado mucho más las medidas, cuidamos y nos cuidamos con más celo. Te cuento, cuando yo estaba en epidemiologia, muchas veces iba a atender pacientes con lepra, y no llevaba barbijos y hasta les suministraba la medicación en la boca. Todo va cambiando.
¿Cómo fue que te inclinaste por ser enfermera?
—Para contestarte esa pregunta, tengo que traer el recuerdo de mi madre, ella me dijo un día que a mi me iba a gustar enfermería, creía eso porque no me daba asco ni miedo ver sangre, o vómitos y esas cosas así. Si, fue ella que tuvo esa visión y me anoté mientras cursaba 5° año del secundario. Otra cosa que no tengo por qué negar era la situación económica, un título te da un trabajo, una salida laboral.
¿Dónde estudiaste?
—En aquel año surge un Convenio "Bi Partito" entre la Universidad Nacional de Córdoba y el Ministerio de Salud donde egreso con buenas notas como Auxiliar de Enfermería. Mi primer trabajo fue como Auxiliar.
Bernarda, es requerida, interrumpimos la nota, va, supervisa, firma, explica, habla. No deja a nadie sin atender. Vuelve.
Contame ¿Qué recuerdas de aquellos años?
—Como alumna de enfermería tuve dos excelentes profesoras que me enseñaron algo muy importante y que hasta el día de hoy practico, ser enfermera es atender al paciente en forma integral, mente, cuerpo, alma y espíritu. Ellas eran Silvia Zamora de Bazán y María Pereyra.
En toda tu extensa trayectoria y relacionados a tu profesión ¿Tuviste momentos tristes?
—Una se siente triste cuando no puede resolver algo, cuando hace todo lo que está a su alcance, cuando aplica todos los conocimientos y la solución no llega, cuando el paciente se va y vos quedás con esa angustia. Cuando ves a una madre llorar por el hijo perdido. Cuando ves a un niño preguntar por su madre fallecida con la única palabra que sabe decir ¿Mamá? ¿Mamá? Cuando ves a un abuelo abandonado, solo. Cuando ves el cuerpo del que se suicidó. Cuando pierde la vida un accidentado, los malheridos que mueren entre tus manos. Cuando esa vida era de un compañero de trabajo, o de un amigo, o familiar. Tantas cosas...
¿Y momentos de bronca?
—Si, los he tenido a montones, tuve que lidiar ante muchas adversidades por quiénes no me reconocían títulos, estudios, ganas de progresar, no aprovechaban que podía ser más útil en tal o cual lugar, a los que yo me había especializado, me ninguneaban, no solo a mi, sino a un compañero más. Sufrí mucho la envidia, la burocracia que inventaban, las negativas a que una progresara. Tantas trabas que me ponían. Mi quebradura en la columna... No, no me fue fácil. Una vez me preguntaron que era, y yo dije la "multiuso". Me especialicé en partos, me mandaban a sala de hombres, en neonatología y terminaba en sala común, pude estar si, en infectología, pero por poco tiempo. Ya pasó, olvidémoslo.
A pesar de todo eso llegaste a Enfermera Profesional...
—Si, dejaba mis hijos y viajaba a Córdoba a estudiar y, gracias a la señora Zulma de Curtis, estudié, hacía las prácticas allá, al final pude rendir con buenas notas y me traje el título.
¿Me contás ahora de tus momentos felices en tu profesión?
—El hecho de saber que tenía trabajo era ya una bendición. Haberme sentido útil al conseguir una medicación, una silla de ruedas, una cama para internación. Ver a un paciente que se ha recuperado, que se va feliz, los agradecimientos por que volvían a su casa. Los nacimientos, el nacimiento de un bebé, un niño más entre nosotros. Esas pequeñas cosas te llenan el alma.
Contame algo de la coordinadora de vacunas del CIC que no sepamos...
—Que mi padre se llamaba Juan Encarnación Artaza, mi madre Prudencia Josefa Heredia, eran muy creyentes los dos, muy unidos, muy compañeros. Con mis hermanos somos los siete hijos que tuvieron. Al poco tiempo que fallece papá, cae enferma mi madre y también fallece. Se habían casado muy jóvenes.
Que soy cruzdelejeña, nacida hace 60 años, que soy del barrio que se llamaba Puente Colgante, que ahora se llama Balneario A, que mi padrino era el padre González Ardiles, de los que venían y se instalaban en Carpas Misionales, allá en barrio Los Tamarindos.
Que soy también profesora de Historia, que estudié aquí, empecé en el '93 en el profesorado de la Normal República del Perú.
Que no dejé de estudiar, que siempre me especialicé y que tengo cuarenta años de servicio como enfermera, que conocía las estadísticas de cuántas personas infestadas teníamos por distintas enfermedades como Chagas o Hepatitis C, etc.
En el reparto de suertes ¿Cómo te fue, qué dice tu familia?
—Si, te cuento que mi familia estaba muy contenta por mi profesión y ellos me daban la confianza necesaria al ser la primera persona que consultaban por cualquier dolencia. Y la vida me ha dado tres hijos y ahora tengo cinco nietos divinos.
Bernarda no es solo la coordinadora de vacunas, creo que su tarea va más allá. Quizás, en algunas ocasiones, haya personas que le cuenten sus sueños, sus aspiraciones, sus anhelos y creo, que ella los atrapa y así también ayuda, entregándoles un poco de calma, de paz, de la tranquilidad necesaria en estos tiempos.
Cuando nos despedimos, me quedo contemplando el ámbito donde ella desarrolla su tarea diaria, y me detengo a observarla. No se si es por este cielo cubierto por un manto de nubes grises, plomizas y amenazantes de lluvia, o es por la luz del salón o no se qué, pero me parece que Bernarda camina hacia su escritorio con una corona clara de cierta luminiscencia posada sobre su cabeza, como una aureola destinada para unos pocos. Ahora atiende su teléfono y cuando habla, a la distancia imagino que lo hace, con su mejor sonrisa.
(Walter R. Quinteros / LA GACETA LIBERAL / Fotos: Nancy Vigna / Berny Artaza / LGL)
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