¿SIMPLE IGNORANCIA O PLAN DISEÑADO?

OPINIÓN

La inefable Gabriela Cerruti ha entregado otra pieza única de colección a la larga cadena de confesiones a cielo abierto que la suele tener como protagonista

Por Carlos Mira

En un tono festivo y de meta alcanzada se vanaglorió de que el ministro Massa haya “conseguido el objetivo de mantener el índice de inflación por debajo de los tres dígitos”, luego de que el gobierno anunciara el índice de diciembre 2022 que cerró un IPC anual de 94,8% para 2022.

Se trata de la admisión lisa y llana de que el gobierno está conforme con erosionar la vida de los argentinos a este inaceptable ritmo hasta que, supongo yo, esté cumplido su objetivo de haber hundido a todo el mundo en la miseria.

Cerruti también dio señales de que cree que es efectivamente posible construir un país sobre la base de una extorsión sindical feroz que consista en exigir a los empleadores ajustes salariales que superen los índices inflacionarios: para ella -como para todo este gobierno de irremediables burros- toda la gracias de la vida consiste en que, más allá de cual sea el índice de aumento de los precios, la fuerza de bruta de los gremios le arranque a las empresas salarios que le ganen a la inflación.

Muchas empresas ya han cerrado por eso. Centenares de pymes lisa y llanamente no pueden pagar lo que los gremios pactan con los grandes referentes de la actividad y no les queda otro camino que el cierre: gran hazaña para los que, como Cerruti, creen en un esquema en donde parecería que lo que cuenta es irla lo suficientemente “de malo” como para obtener lo que se quiere. Tan “de malos” la fueron algunos que la fuente de trabajo se cerró, se perdió, adiós.

Situaciones como esa se viven todos los días en la cotidianeidad del trabajo argentino. Como resultado de ese aquelarre, mientras idiotas sin formación como Cerruti creen que los salarios crecen más que la inflación porque la cuasi delincuencia sindical les arranca riquezas a “los ricos”, lo cierto es que miles de trabajadores son arrojados todos los días a la informalidad en donde se les paga lo que se puede, sin ninguna protección, fuera de toda ley y fuera de todo convenio.

El pequeño detalle aquí es que la solución no es decir “esas empresas son ilegales porque no cumplen lo dispuesto por la ley”. No: esas empresas no pueden hacer otra cosa; la opción es el trabajo cero, la desaparición lisa y llana del empleo o la aceptación de lo que se puede pagar.

Creer que porque cuatro o cinco capitostes pueden arreglar un acuerdo de cúpulas, ese acuerdo va a descender hasta los eslabones más pequeños de esa misma actividad es tener una visión tan distorsionada de cómo es la realidad cotidiana del trabajo en la Argentina que lo que restaría sería despedir por burros a los que lo creen o adaptarse para seguir gambeteando las sandeces.

El peronismo construyó un modelo social derivado del corporativismo fascista italiano que consistió en dividir a la sociedad en lo que estos genios llaman “ramas de actividad”. Ellos creen que la sociedad es como un mecano en el que los actores de cada “rama de actividad” son iguales y que su realidad económica es la misma. Así, por ejemplo, pretenden que lo que los sindicatos de comercio arreglan con las grandes cadenas de supermercados les sea aplicable a los negocios de cercanía que atienden las necesidades inmediatas del barrio. Por supuesto ese sinsentido provoca dos consecuencias inescapables: o los negocios chicos cierran o pasan a estar en la “ilegalidad”. El pequeño problema es que lo que está mal aquí no es el negocio, el comercio o la pyme sino la ley, que les hace creer a impresentables como Cerruti que los trabajadores estarán mejor en la medida en que los sindicatos tengan más fuerza bruta para apretar empresas.

Por lo tanto, un índice inflacionario de 95% anual destruye lisa y llanamente a la mayoría del país, porque esa mayoría del país está fuera del circuito de extorsión de los sindicatos a las grandes empresas. Por lo demás, las grandes empresas tampoco son idiotas y no pueden sostener en el tiempo costos salariales que suben a tasas del 130% anual con ingresos que, por un lado, tienen regulados por el esquizofrénico sistema de precios del gobierno y por el otro sufren un desfase con la tasa de inflación reconocida oficialmente.

Como consecuencia de ello la tasa de inversión de esas empresas cae a niveles cercanos a cero, parecidos a los que se tiene para sostener el mero mantenimiento de la actividad pero sin siquiera pensar en el más mínimo crecimiento con lo que, cuando se agrega la variable “paso del tiempo” a la ecuación, el deterioro es solo una cuestión de tiempo, con el consiguiente impacto en la tasa de ingreso y en la de empleo.

Que un gobierno salga públicamente a resaltar como un logro el tener una inflación del 95% porque es inferior a 100%, da la pauta del nivel de pauperismo mental que cruza transversalmente al peronismo kirchnerista que hoy ejerce el poder en el país. Y esa conclusión es, paradójicamente, la más suave y benévola que se puede tener de ellos. La ignorancia técnica es un dato que les juega a favor. Porque en definitiva no todo burro es un ser maléfico. Hay burros que son simplemente burros, más allá del daño que causen.

Pero hay otros a los que la ignorancia les sirve, en realidad, para que la gente no vea lo que realmente son, lo que realmente se proponen y lo que realmente buscan.

El kirchnerismo tiene un plan de pauperización para la Argentina. Como lo tuvo Castro para Cuba, Chávez para Venezuela, Ortega para Nicaragua y así todos los tiranos totalitarios que buscan el perfeccionamiento de un sistema en donde todo el pueblo viva en una miseria dependiente mientras ellos gozan de los privilegios de ser una casta completamente desigual, rica, favorecida y acomodada.

Naturalmente el deterioro económico que significa hacerle perder a la gente el 100% del valor del dinero que tiene en los bolsillos por año implica una pérdida de riqueza, de ahorro y de patrimonio que va empobreciendo la vida de todos. No en vano la mitad del país es pobre.

Que un mascarón de proa como Cerruti salga a convencer a todo el mundo de que eso encima es bueno y de que se tienen que acostumbrar a eso porque eso es lo máximo a lo que pueden aspirar da la pauta de que hay algo detrás de la supuesta ignorancia.

Este es un plan diseñado. No es el resultado de la ignorancia. La ignorancia, como decíamos, hasta les puede resultar benévola porque siempre es mejor que te crean burro a que te crean malvado.

Los argentinos deben desenmascarar este plan. Un país de las dimensiones de la Argentina no puede caer víctima de lo que se ha orquestado en los sótanos de la esclavitud. Es de la mayor urgencia que este año las cosas que están en juego terminen de entenderse en su verdadera dimensión para que el maléfico plan de servidumbre sea abortado para siempre.

(© Carlos Mira / The Post)


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