OTRO CAPÍTULO EN LA VIDA DE UN EMBUSTERO

OPINIÓN

El presidente Fernández tiene esas cosas que uno no sabe si las hace porque es un perfecto idiota o un perfecto cínico. Las hace sin que nadie se las pida



Por Carlos Mira

Eso es lo que desorienta. Habla, difunde en redes sociales mensajes de un contenido tan fácilmente rebatible que, realmente, uno se pregunta en qué está pensando o qué lo lleva a incursionar en semejantes desatinos.

El último capítulo de esta larga cadena de brulotes es un video que lanzó desde las redes sociales propias y desde las de la presidencia de la Nación cuya base parte de los dichos del ex presidente Macri en los que éste afirma que “la Argentina debe ser la sociedad más fracasada del mundo de los últimos 70 años”.

Poner en tela de juicio esa verdad incontrastable, dura, autoevidente, verificable por la estadística económica y social que a uno más le guste tomar, da la pauta del nivel de desorientación que tiene Fernández o bien (lo cual sería mucho peor) de su nivel de impudicia y procacidad.

Que la Argentina constituye, a nivel mundial, un fenómeno fallido a lo largo de las últimas siete décadas no puede ponerse en tela de juicio. Repetimos: cualquier estadística más o menos confiable da cuenta de una decadencia que ningún país del mundo que no haya sufrido una guerra o una catástrofe natural de dimensiones oceánicas ha sufrido. En efecto, la Argentina es el único país del mundo que, en tiempos de paz, vio disminuir su nivel de vida y viajar del desarrollo al subdesarrollo en una secuencia que, de no tenerla delante de nuestros propios ojos, no podría creerse.

Iniciar este video odioso y embustero pretendiendo vender la demagógica imagen de que un ex presidente argentino está ofendiendo al país vociferando mentiras por el mundo le agrega más cinismo a la innecesaria aparición de Fernández.

Para intentar rebatir lo que dice Macri, el presidente se pregunta si se puede llamar “fracasada” a una sociedad que tiene “la mejor salud pública del continente”.

¿El presidente nos está cargando o qué? ¿La mejor salud pública del continente? ¿En un país en cuyos hospitales no hay gasas y hay que esperar turnos interminables de meses para una internación o una cirugía? ¿La mejor salud pública del continente en un país que figura en el puesto 14 por cantidad de contagiados de Covid en el mundo y en el puesto 15 por cantidad de muertos? ¿La mejor salud pública del continente en donde el gobierno que Fernández preside priorizó una concepción ideológica-geopolítica a la hora de conseguir vacunas que dejó a la Argentina presa de un tirano que nunca cumplió con los envíos mandando a la muerte a miles de inocentes que podrían haberse salvado? ¿La mejor salud pública del continente con hospitales de más de 100 años que, justamente, fueron construidos durante la Argentina que el peronismo destruyó?

Resulta francamente repugnante que este impresentable afirme en un video oficial tantas mentiras y pretenda despertar un chauvinismo idiota explotando demagógicamente las verdades que dice quien lo precedió en el cargo.

Y no va esto en defensa de Macri, que tuvo la oportunidad de iniciar un camino de reversión y desperdició el momento. Va en defensa de lo que es la verdad histórica, fácilmente medible cuando uno compara el estándar de vida argentino y las posibilidades que cualquier ciudadano que trabajara con esfuerzo y mérito tenía en la Argentina pre-peronista con las que tiene ahora en donde 23 millones de compatriotas están hundidos en la pobreza y en un pauperismo mental alarmante.

Fernández continúa, como haciéndose el ofendido, con la mención de la educación pública argentina de la cual él dice deberíamos sentir orgullo porque nos dio cinco Premios Nobel. La educación pública que nos dio cinco Premios Noble fue justamente la educación que el peronismo destruyó, la que priorizaba y premiaba el mérito, el trabajo, el esfuerzo y no la que hundió todo eso en un mismo barro, creyendo que esa estúpida confusión era sinónimo de igualdad.

El peronismo destruyó los valores más profundos de la educación. La sola apariencia pública del secretario general docente de hoy, Roberto Baradel, da una imagen rápida de aquello en lo que la educación pública se ha convertido. No quiero hacer de un estereotipo físico una metáfora del deterioro, pero convengamos que una imagen vale más que mil palabras y esa jactancia por el desarreglo, por la falta de cuidado en la imagen del representante de los maestros es por demás sugerente.

Es más, el peronismo ha logrado que los maestros ya no se llamen maestros como Sarmiento nos había enseñado. El peronismo ha transformado al “maestro” en un “trabajador de la educación” produciendo un detrimento subliminal en su consideración social y un menoscabo de su función.

Hoy las escuelas públicas se caen físicamente a pedazos y su contenido pedagógico es utilizado como polea de transmisión de los disvalores del populismo: todo da igual, lo mismo un burro que un gran profesor, las calificaciones son estigmatizantes y el premio una manera de diferenciación humana inaceptable.

El presidente considera que la sociedad argentina no es fracasada porque juzgó y condenó a los genocidas. En primer lugar ese es un mérito que no debería arrogarse un peronista porque el peronismo, al término del gobierno militar, era proclive al olvido y no a la investigación de lo que había ocurrido. Esa era la postura electoral del partido que llevó a Lúder como candidato en 1983.

En segundo lugar ese juicio fue más bien la constatación de lo peor a lo que la Argentina había llegado de la mano de las internas peronistas entre sus facciones socialistas y fascistas de la década del ’70, unos años que, naturalmente contribuyeron como nada a la profundización del fracaso social al que Macri hizo referencia en sus comentarios y de los cuales el presidente pretendió valerse para seguir haciendo demagogia.

Fernández habla de una sociedad con sueños realizados cuando, justamente, el denominador común de los últimos setenta años ha sido la mutilación de los sueños de millones que cayeron víctimas de un sinfín de regulaciones, intervenciones, caprichos ideológicos y de la construcción de un sistema corrupto que elevó a una verdadera casta desigual a un pedestal desde donde disfruta de todos los beneficios que se le vedan al argentino de a pie, bajo el argumento de que si se lo dejara andar solo, justamente se convertiría en un “desigual” perfeccionando así el más mortal de los pecados que es el de tener éxito en la vida.

Hoy la vida en los suburbios de las grandes ciudades es un drama de frustraciones que son explotadas por los dealers de la droga y por el narcotráfico, frente a los cuales, al peronismo solo se le ocurre ser parte de la trenza que los multiplica.

Bajo la demagogia de construir un régimen laboral opresivo y asfixiante se expulsó, paradójicamente, a la informalidad a medio país que hoy se debate en una verdadera jungla de empleo informal, sin futuro y sin ninguna legalidad.

Fernández habla de “victorias colectivas” cuando el país, en realidad, descendió de ser una de las siete economías más grandes del mundo al término de la Segunda Guerra Mundial, a esta villa miseria extendida en la que hoy, lamentablemente, se ha convertido la Argentina por la prédica peronista-católica-pobrista de desdeñar la riqueza, el éxito, el desarrollo y la modernidad.

El remanido verso de la justicia social -que no podía faltar en la larga parrafada presidencial- es eso: un verso por donde se lo mire. Mareas de cartoneros que revuelven la basura es la postal con la que los argentinos que aún trabajan se topan cada mañana cuando salen de sus casas. El peronismo no sólo ha producido ese drama social sino que, al menos parte de los que buscan refugio en su paraguas (Grabois por ejemplo), lo reivindican como una actividad digna y proclaman el lema de ir por una “Argentina cartonera”.

El presidente luego habla de él y dice que “desde hace tres años construimos un país que incluya a todos y todas y que les permita desarrollar sus proyectos de vida”. La verdad uno no sabe si el día que grabó ese video el presidente se levantó con el ánimo de tomarle el pelo a la gente porque, francamente, afirmar que el suyo -el peor gobierno de la historia por lejos- “ha construido los cimientos para que el país incluya a todos y a todas y les permita desarrollar sus proyectos de vida” es una cargada sin nombre, salvo, claro está, que esos “sueños” tengan que ver con hacerlos vivir a todos en la miseria.

El presidente, que dice luchar contra “los sótanos de la democracia”, utiliza un video oficial para difundir imágenes de ciudadanos privados sin su autorización, en un típico giro goebbeliano de su ya triste mandato.

Habla sandeces ilusorias sobre el crecimiento económico como si los millones que se levantan día a día no vieran el deterioro cotidiano de sus vidas, carcomidas por la inflación, la corrupción y la indecencia.

Fernández es algo mucho peor que un mal presidente. Fernández es un ser despreciable, sin moral, capaz de decir hoy una cosa y mañana otra, siempre dispuesto a las órdenes de un mejor postor; un hombre sin principios, que encerró a los argentinos mientras él se daba el lujo de organizar fiestas en la residencia presidencial; un individuo que en medio de la escasez de vacunas ordenó vacunar, con antídotos robados, a los suyos antes que a los viejos y a los enfermos.

Claramente Macri cargará para siempre con la responsabilidad de haber perdido una oportunidad única. Pero su afirmación acerca de que la sociedad argentina debe ser la más fracasada de los últimos 70 años es una verdad incontrastable. Solo un inescrupuloso amoral como Fernández pudo creer que justamente podía basarse en eso para seguir tocando una supuesta fibra nacionalista que ya ningún argentino de bien se cree.

El video del presidente es una vergüenza. Una afrenta para la memoria histórica y una negación de la realidad. Solo un gobierno que deje de mentir podrá comenzar a limpiar tanta inmundicia. Por eso -si decir la verdad es una condición para el repunte- la Argentina no tenía ninguna posibilidad bajo la presidencia de un embustero como Fernández.

(© Carlos Mira / The Post)

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