LA SELECCIÓN ARGENTINA Y UN MENSAJE QUE EL GOBIERNO NO ESCUCHA

OPINIÓN

El equipo de Scaloni es anti grieta, tuvo un plan, apostó al esfuerzo y tuvo empatía con las necesidades de la gente. Por qué Messi es muy distinto a Cristina


Por Walter Schmidt

La Selección argentina, campeona del Mundo, ha dado un ejemplo que trasciende el ámbito futbolístico y deportivo. El mes en el que transcurrió la competencia en Qatar ha sido un mensaje inapelable de cómo haciendo las cosas a partir de un proyecto claro, con responsabilidades y liderazgos bien determinados -algunos otorgados por el cargo, y otros consensuados por el conjunto-, además del esfuerzo colectivo, el resultado inevitablemente será exitoso.

“La realidad es que nosotros jugamos por amor a los colores, a la camiseta, a nuestro país. Vamos a sacarle una sonrisa a la gente que le cuesta llegar a fin de mes, que con el fútbol puede desconectar y hoy, seguramente, a mucha gente le vamos a hacer el día más feliz de sus vidas y eso no es para nada poco”, reflexionaba Rodrigo De Paul, después de transpirar la camiseta en el triunfo frente a Croacia que lo catapultó a la final.

¿Cuántos políticos tienen ese amor a la patria y esa empatía con los argentinos como para dejar “todo en la cancha” con el único objetivo de mejorarles la calidad de vida a millones de argentinos? Muy pocos.

Los jugadores de la Selección no hicieron política, pero siempre destacaron la importancia de darle, a través de sus triunfos, una alegría a los argentinos que hace tiempo la están pasando mal. “Lo hago por 45 millones de argentinos. El país nunca pasa un buen momento con el tema económico, y darle alegría es lo más satisfactorio que tengo en este momento”, enfatizaba Emiliano “el Dibu” Martínez.

Nunca el Gobierno, ni la política, se hicieron cargo que el mensaje de los jugadores, aunque que, sin nombrarlos, estaba dirigido a ellos.

Cristina Kirchner le agradeció a Messi "por la enorme alegría que le han regalado al pueblo", y que el kirchnerismo le ha quitado en los últimos tres años. La vice optó este tiempo por sumergirse en sus problemas personales, como su condena por administración fraudulenta, y construyó un relato tratando –en vano- de convencer a los millones de argentinos que no era un asunto solamente suyo, sino una embestida del Poder Judicial contra el pueblo. Las escasas 23 mil personas que siguieron sus discursos reflejan el fracaso de ese ensayo retórico. Al pueblo le preocupan otras cosas.

Durante uno de sus actos en el Estadio único de La Plata, ella ingresó al escenario mientras sus presentadores intentaban trazar un paralelo entre ella y Messi, y hasta confesaban en público que les habían pedido que fuera recibida a lo Messi, entonando el himno de manera futbolera con el “oohhh, oooohhh, oooohhh”. Pero Cristina no es Messi.

El mejor jugador del mundo de los últimos 20 años –que hoy puede afirmarse, ganó todo- lo fue dentro y fuera del campo de juego y deja un legado de conducta, unidad, esfuerzo y empatía con los argentinos a través de distintas acciones solidarias que pocos conocen. "Demostramos una vez más que los argentinos cuando luchamos juntos y unidos somos capaces de conseguir lo que nos propongamos", fueron las palabras de Messi tras ganar la Copa.

Cristina, también con un excelente pasar económico, en cambio se va alejando poco a poco de la política como líder y vicepresidenta de un gobierno cuyo legado será probablemente una inflación del 400% en cuatro años de gestión; habiendo triplicado o cuadruplicado los planes sociales en lugar de crear empleo; la pobreza que sin el parche de los planes sería de un 50%; mayor precarización laboral con casi el 40% de los trabajadores en negro y un 20% de los trabajadores formales pobres por la caída del poder adquisitivo, pese a tener empleo en el sector privado; la clase media golpeada y marginada; la inseguridad desbordada; la decadencia en áreas vitales para cualquier país como la educación y la salud.

Por su parte, Alberto Fernández, no entendió el mensaje. "Son el ejemplo de que no debemos bajar los brazos", reaccionó ante la obtención del Mundial. La pregunta es cuándo levantó el Gobierno los brazos para revertir la cruda realidad de la sociedad. "Tenemos un equipo técnico único que entiende que el secreto es jugar en equipo, que han aprendido la ética del fútbol que José Pekerman les enseñó. Eso es Scaloni, eso es Aimar, eso es ese equipo técnico. ¿Saben qué nos están enseñando? Que se gana en conjunto, que se gana cuando sentimos la camiseta", reflexionaba días atrás. Pero ¿cuántas decisiones y convocatorias a la oposición o a los que piensan distinto han hecho Fernández y Cristina Kirchner para jugar en equipo por el país? Cero.

Por el contrario, durante los festejos en el Obelisco tras el triunfo a Croacia, con la presencia de miles de personas que festejaron pacíficamente, hubo incidentes menores con un grupo de inadaptados que involucró a la Policía de la Ciudad, y ahí sí, con todo el rigor, el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, salió a denunciar la represión del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. "Haremos presentaciones judiciales para garantizar el festejo y dar con los responsables de la violencia policial que lleva adelante la policía de la ciudad".

Está claro que Pietragalla mira para otro lado a la hora de salir en defensa de los derechos humanos de los argentinos que trabajan en negro y en condiciones precarizadas y que superan en 10 provincias a los trabajadores en blanco del sector privado; de las víctimas del delito que diariamente carecen de protección alguna en el Conurbano bonaerense o en Rosario; ni se ocupa de un derecho humano como la educación que contrasta con el nivel de deserción escolar; o para pronunciarse contra el alza de precios. La defensa selectiva de los derechos humanos.

Tan lejos están los valores de la política, de los valores que profesan los jugadores de la Selección, que ni siquiera los primeros entienden que las claves para gestionar un país deberían tener en cuenta, como en el equipo de Scaloni, un plan, consenso, esfuerzo colectivo sin ninguna excepción, humildad y la unidad, sin grietas.

La lejanía de la realidad de los argentinos por parte del Gobierno queda sintetizada en una reflexión de la portavoz Gabriela Cerruti, que celebró que la inflación mensual de noviembre fuera del 4,9, lo que sólo confirmaría que el alza de precios anual estaría apenas por debajo del 100%: “Entramos en un proceso de descenso de la inflación, lo notamos todos los que vamos al supermercado”. No pareciera ser que vaya al supermercado y que tampoco consiga empatizar con el sufrimiento de la mayoría de los ciudadanos.

La oposición, la de Juntos por el Cambio y también la postura ambigua que encarna Javier Milei, tampoco han demostrado estar a la altura de las circunstancias. Miran su propio ombligo, dicen lo políticamente correcto y tratan de seducir, a cualquier precio, a las redes sociales. Pero todos están preocupados en evitar cualquier fallido que trunque la posibilidad de una candidatura o de un mayor protagonismo a partir de diciembre del 2023. Las urgencias de los argentinos pasan por otro lado.

Así, un gran equipo de fútbol, el mejor del mundo, dio una lección de realismo y dejó en evidencia cuán desfasada de esa realidad está la política.

Jorge D’Alessandro, periodista argentino e integrante del exitoso programa deportivo español “El chiringuito de Jugones” lo sintetizó en un minuto. En un video con su voz en off, comienza diciendo “Somos así, somos argentinos”, e intenta explicar el fenómeno de la Selección argentina, de Messi, de la pasión de su hinchada y de la delicada situación del país: “Somos una sociedad castigada por la justicia, la corrupción, el paro, la inflación, la educación…el disfraz es nuestra camiseta, la albiceleste. Dejadnos volar, gritar, creer que existe una vida mejor, para despertar el lunes y volver a nuestra cruda realidad. El fútbol nos hace felices, al menos por unas horas, por unos días, por unas semanas…”

Walter Schmidt

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