LA REPÚBLICA COMO REHÉN

OPINIÓN

Con toda prepotencia, con toda alevosía y con toda impunidad, Cristina Fernández terminó el jueves de implementar la dictadura

Por Dardo Gasparré

Se suele citar sistemáticamente a Hayek porque fue quien primero y mejor anticipó y diagnosticó la tiranía que inevitablemente sobreviene a cualquier régimen de planificación central de cualquier signo, o sea cuando burócratas gobernantes deciden lo que la sociedad tiene que querer e intentan anticipar sus deseos y necesidades arrogándose así la virtud de ser capaces de saber mejor que cada individuo el destino que dar a su dinero, la mejor forma de encontrar su felicidad y hasta de ser capaz de evitarle el trabajo de pensar, diría Tocqueville. El gran filósofo y economista austríaco sostenía que, cuando los burócratas descubrían, también inevitablemente, que su fórmula no funcionaba porque la sociedad se comportaba como se le daba la gana, no tenían otro camino que el de intentar adecuar el comportamiento de la sociedad o de la economía a sus planes y fórmulas, y entonces recurrían crecientemente a mecanismos totalitarios, como controles, prohibiciones, sanciones, que nunca daban resultado, por lo que se iban aumentando las regulaciones y órdenes, hasta transformar el sistema en una dictadura.

Pero evidentemente el ganador del Nobel no alcanzó a imaginar toda la evidencia empírica que el mundo de hoy ofrece, por eso se quedó en los milagreros de la época, en los Hitler, los Mussolini, los Franco. (Perón apenas era un principiante cuando el pensador publicó su Camino de Servidumbre). El peronismo, en sus diferentes gerencias, ha venido incorporando no solo causales, sino que nuevos procedimientos en línea con la teoría de Hayek. De paso los mejoró y simplificó. Ya no se trata de teóricos o técnicos que se creen en posesión de una solución. Simplemente se promete a los votantes esas soluciones, que nunca se logran, ni siquiera se intentan, fuera de la declamación o el relato, pero se ofrecen a cambio las cabezas sangrantes de los supuestos culpables. Se va retrasando la acción y se reemplaza por una conveniente languidez. Ese es el no-plan que tanto se critica del gobierno. Se matiza con una dosis de emisión monstruosa que produce una inflación también monstruosa que se atribuye a la guerra o a algún meteorito. O Leliqs que se acumulan en un pagadiós explosivo. Claro que la desesperación por las consecuencias, incluida la desesperación electoral cae de cabeza en la solución dictatorial hayekiana. La segunda presidencia de la señora Fernández y su presente vicepresidencia putativa han agregado a las razones para intentar quedarse con el poder absoluto la búsqueda de impunidad, para ella y su familia, además de para su patrimonio. También la compulsión de mantener el poder por el poder mismo, ya que perderlo podría tener consecuencias mucho más graves de lo que se puede imaginar.

En esa idea, la señora Fernández secuestró hace rato a su bloque en el Senado y al Senado mismo, que no supone obedecer sus órdenes, ni tener una presidencia partidaria, al contrario. Lo pudo hacer porque cuenta con el apoyo de un sistema de gobernadores corruptos y millonarios (corruptos bimonetarios y millonarios en dólares) que la apoyan con los votos de sus senadores y con su poder político local, basado siempre en la corrupción y las estructuras mafiosas de sus provincias, porque tiene una parte importante de la justicia que le debe favores, nombramientos, lealtades de todo tipo, inclusive la de ocupar cargos que no merecerían nunca ocupar, que toleran y ayudan a que sus actos sean tolerados, aún contra la Constitución, y también –hay que decirlo– porque se enfrenta a una Corte Suprema debilitada por el ataque sistemático y de múltiple espectro, con razones y sin razones, y a el resto del poder judicial no cooptado que teme las consecuencias políticas de la acción peronista y a veces de su propia historia. Si se analizan con criterio jurídico las decisiones y acciones del Senado, es muy difícil sostener que se ha desempañado de acuerdo a lo que se espera de semejante cuerpo en la República. O en cualquier república. La cámara de Senadores es, en sí misma, una dictadura.

Esa misma combinación de necesidad de impunidad personal y financiera para ella y familia, (cómplices activos y pasivos) y de necesidad de toda su corte de discapacitados políticos y técnicos de aferrarse al poder, es la que hizo que Cristina Fernández se enfrentara con acciones y frases casi grotescas contra sus jueces y por extensión contra el Poder Judicial y la Corte. Y aunque surja alguna condena contra ella -menos grave de lo que se espera – ese poder ya está torpedeado bajo su línea de flotación y tarde o temprano sufrirá a causa de esos embates, aún después que la señora haya desaparecido. Semejante deliberada actitud obstinada, pueril y cerril, fue coronada por su orden al Senado de desobedecer un fallo de la Corte contra la farsa montada para apoderarse de otro órgano garante de libertades, el Consejo de la Magistratura. ¿Es entonces exagerado sostener que esa suma de acciones configura una escalada planificada dictatorial? Ya no solamente se va contra los principios republicanos de control de poderes, sino que se cercenan todos los derechos constitucionales al desobedecer al Poder que los custodia. Y semejante acción no tiene otro nombre.

El amanuense

Esta sucesión de hechos tiene que analizarse a la luz de otro factor de fondo. La señora Fernández contrató a un limitado amanuense para que desempeñase el Poder Ejecutivo. Todo desvío de sus ideas, conveniencias o caprichos es sancionado con el desprecio público, con la despectiva ignorancia, con el silencio condenatorio, con el “merecido escarmiento”, al mismo tiempo, se ocupó de rodearlo de una organización de rapiña, La Cámpora, y con una serie de ostentadores de cargos supernumerarios y obsecuentes y sus amantes multisex incompetentes de altas remuneraciones que obedecen y complacen ciegamente sus decisiones. (Recuerdan mucho a los inútiles de la segunda presidencia de Perón, elegidos por su lealtad, o lo que es lo mismo, por su incapacidad de pensamiento propio y de formación técnica, o con diplomas de universidades marginales u obtenidos en un sprint de dos años) Tampoco se han ido los funcionarios designados antes de 2015, con lo que el Ejecutivo está en manos de la señora Fernández, hace o deja de hacer lo que ella quiere, ejecuta los presupuestos que quiere y como quiere, y de paso favorece con sus fondos u obras discrecionales a sus ladroncitos intendentes amigos, además. El Poder Ejecutivo ejerce una dictadura, a cargo de la vicepresidenta o sus tentáculos, aún con relación al mismo partido que lo prohíja.

Faltaba solamente el bastión de la Cámara de Diputados, donde el peronismo tiene que recurrir a sus aliados subsidiados para lograr una eventual mayoría. El bastión empezó a caer el jueves. Allí se vio a la defenestrada presidenta de la Cámara, la antimérito Cecilia Moreau, impidiendo a su sólo arbitrio la palabra de los diputados opositores a niveles de escándalo y de conventillo. Por supuesto que se supone que esa no es la función de la presidente de la Cámara, que debe ser de garantía y cumplimiento del Reglamento, pero, como un animalito domesticado, la ofendida serial kirchnerista obedeció la consigna de acallar a la oposición. El último medio Poder ha caído. Los gestos obscenos y destemplados de los opositores no son justificables, pero tampoco se puede ofrecer una alternativa política diferente al insulto ante semejante atropello. Se trata del último paso formal a la dictadura. Por eso no deja de sorprender, o al revés, no sorprende para nada, que tanta prensa supuestamente independiente haya puesto ayer la lupa sobre la guarangada formal opositora, y no sobre la guarangada autocrática de fondo perpetrada por el peronismo de la Señora Fernández. No es sorprendente, porque el periodismo complaciente es un arma importante que se agrega al bagaje dictatorial, que el autor de Camino de Servidumbre debió tomar más en cuenta cuando formuló su teoría.

Ahora Argentina puede decir con todo orgullo que no tiene ningún Poder democrático ni republicano. La señora de Kirchner ha tomado de rehén a la República. Además de las herramientas jurídicas que controla y que se han detallado, cuenta con el apoyo de la fuerza de choque de los sindicatos, aliados millonarios de la primera hora, a lo que se agregan los jefes piqueteros y sus hordas cautivas, millonarios en moneda dura y aliados de todos los partidos, que como si fuera poco el secuestro de la República amenazan al próximo gobierno, o sea a la sociedad, conque si se intenta cambiar este rumbo que lleva al abismo, se opondrán por la fuerza, la huelga, las calles y las piedras a cualquier decisión democrática que se tomase que no fuese la continuidad de la “política”actual. Hasta las huelgas y los paros de hoy son un tiro por elevación, una advertencia y una extorsión contra cualquier nuevo gobierno elegido democráticamente.

Los prebendarios de siempre

La ayudan en esta tarea, los empresarios prebendarios de siempre, como en 1946, que están listos para vender sus dólares a un precio negociado mano a mano, en un vaciamiento que reventará a quien fuera el próximo gobierno, a hacer juicios al estado que el país perderá por todos sus privilegios, a rifar la producción y el futuro nacional en pos de su conveniencia. Los que consiguieron concesiones y prórrogas a 30 ó 40 años, o compraron bienes del estado o las eléctricas a valor secreto de pichincha, o simplemente son socios con algún formato de la familia Kirchner en las empresas de servicio mediante interpósitos “expertos en mercados controlados”, mecanismo que inventó el difunto Néstor QEPD, que tantos beneficios le produjo y tanto le ha costado al país, en tantos sentidos.

En tales condiciones, por la toma, castración, desobediencia, prepotencia, compraventa e inhibición de los tres Poderes constitucionales, por los condicionamientos turbios empresarios y sindicales prebendarios, por las amenazas de sabotear u obstaculizar hasta la parálisis las decisiones democráticas, por gastar los recursos futuros, por la imposibilidad creada de salir de la actual maraña de fracaso, despilfarro y robo, por impedir la crítica parlamentaria de la oposición, el país está configurando una dictadura perfecta.

¡Pobre Hayek! ¡Qué gran revisión de su libro habría podido escribir!

(© Dardo Gasparré / LA PRENSA)


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