ENTREVISTA A TOTA QUINTEROS DE ALÍ

 ENTREVISTAS

"Tuve la suerte de haber sido maestra"

Por Walter R. Quinteros

Hilda Rosa Quinteros de Alí, me pide con su carácter dulce, aquel que debe haberla acompañado toda su vida, que la llame Tota, porque todo Cruz del Eje le dice Tota.

Me recibe en su casa y me cuenta que nació en 1928, en esta casa y en esta calle Mitre, que la ha visto crecer y donde ella vio crecer a Cruz del Eje. Tota, tiene hoy 92 años.

Hizo sus estudios primarios y secundarios en la Escuela Normal donde luego y, durante 20 años se desempeñó como docente. También fue docente en El Barrial y en la Escuela Jujuy.

Tota Alí, me dice que ya está "casi listo" un libro sobre su trayectoria, aunque le faltan algunos detalles.

Considero entonces que es un buen momento para que las autoridades de Cultura de la municipalidad se pongan a disposición de esta señora que atesora en un libro, su historia y la de esta ciudad.

De mi parte, voy a apelar a esta lánguida memoria que me acompaña, debo decirles que la grabación de esta extensa nota ha sufrido un percance, por un error inesperado, diría que involuntario, fue borrada de los registros junto a otras grabaciones. Han pasado dos días de aquella entrevista, pero es inolvidable y para mí es como pasar al frente de la clase y rendir un examen, mostrarles a ustedes en pocas palabras, 40 minutos de una rica conversación que se me escaparon. Ahí voy.

De las escuelas donde fue maestra, ¿qué recuerda?

—En El Barrial dónde comencé era eso, un barrial, no había luz, no había caminos, había huellas, pero sí había una escuela nacional. Allá había 5° y 6° grado, iban los alumnos a terminar la primaria. Iban de El Brete, de Media Naranja... Usted no sabe lo respetuosos y buenos alumnos que eran esos chicos, el interés que demostraban, las ganas con que interactuaban. Había muchos alumnos y me llenaba el alma verlos estudiar con tanto entusiasmo. Tenga en cuenta que en esa zona, habían venido familias de españoles, de Galicia, que trabajaban la tierra de sol a sol, en cambio el criollo primero desayunaba, se reunía la familia alrededor del mate y recién a eso de las 9, salían para el campo.

¿Iba y venía todos los días?

—No, había que quedarse a dormir allá. Pero éramos muy felices, tomábamos el trabajo con mucha alegría, le poníamos mucha pasión.

Los niños siempre hacemos travesuras, por niños nomás, le cuento Tota que yo era de los incorregibles, vivía en penitencia y al llegar a casa mi madre me daba otro "correctivo" mucho más severo, ¿tuvo chicos incorregibles a los que les tuvo que aplicar correctivos?

—No, quizás alguna penitencia, pero no. Eso depende mucho de la maestra, de la forma de enseñar, que haga que el alumno preste atención en clase.

¿Algo gracioso qué recuerde?

—¡Si! Una vez en un recreo se pelearon dos chicos, cuando sentí el griterío salí del aula para ver qué pasaba pero el barullo ya había terminado, algunos me dijeron que fue una pelea entre uno que le decían "el loro" y otro que le decían —el autor de la nota no recuerda—. Entonces yo pregunté ¿qué pasó? Nada señorita, quedó el plumerío nomás...

"El loro" había perdido...

—Si, pobrecito.

Nos reímos. La risa de la "señorita Tota" suena cristalina por toda su amplia casa de la calle Mitre y la llena de una generosa alegría. Hay, en las paredes del living, dos cuadros del pintor Andrés Py, y de él también hablamos. Y, entre otras cosas, como educaba a sus alumnos para que quieran a esta tierra, para que amen esta ciudad.

Sobre los muebles, se muestran los trofeos obtenido por su hijo Eduardo —mire, son un montón, y tiene otros más en su casa—. A él le gusta la pesca y es un gran ciclista, creo que el ciclismo por sobre otra cualquier actividad. Me Habla de ellos, su voz carga con la ternura y placidez que hablan las madres de sus hijos.

También me cuenta que las plantas la seducen, que las ama, y me invita a conocer el patio de su casa, grande y espacioso, que aún en este otoño luce florecido, con árboles frutales que se manifiestan en todo su esplendor. La veo y creo, que el secreto está en como las mima, en el empeño que pone en cuidarlas, como si les estuviese agradecida por estar con ella.

¿Estuvo veinte años en la Escuela Normal?

—Si, veinte años trabajando y rodeada de excelentes maestros, de una cultura y de una capacidad para enseñar que hacía de la Normal, una escuela sobresaliente en todo aspecto.

A veces tenemos entre los compañeros de trabajo, alguien que pasa a ser nuestro amigo. ¿Recuerda a alguien en especial?

—Casi todas éramos amigas, algunas ya no están pero creo que el trabajo me dio grandes amigas como Elcira Camargo, Tuta Luna y tantas otras... En la Normal había un profesor el "zueco" Agüero, que era de Educación Física, un verdadero profesional, y recuerdo a Coca Luna de Berdiñas, a José Luis García en fin, tantos son que a veces puedo cometer el error de no nombrar a algunas, pero están en mi libro sobre mi trayectoria.

¿Cómo va con ese libro?

—Ya casi lo tengo listo, creo que tendría que buscar alguien que lo edite, mi hija me lo está pasando a la computadora.

¿Y de la Escuela Jujuy?

—Se llamaba Nacional 277, estaba llena de alumnos, era una escuela muy querida, al frente, cruzando la calle, había un garage que también utilizábamos como aula, para poder ver lo que escribíamos teníamos que dejar abierto el portón, aunque llueva, aunque hiciera frío.

En mi trabajo, es normal encontrarme con noticias de quejas y protestas de algunos gremios y algunos padres, por las condiciones de escuelas, aulas, de calefacción, ventilación y carpetas médicas... ¿Qué ha cambiado tanto entre aquellos años y ahora?

—No lo se, no se a partir de qué momento suceden estas cosas, no tengo un conocimiento claro de qué sucede. Si le puedo decir que yo tengo algunos reconocimientos por asistencia perfecta, como muchas de mis compañeras. Si hacía frío nos abrigábamos y listo. A veces no había transporte y bueno, a caminar se dijo. Había que enseñar, había alumnos que necesitaban aprender. Y yo, yo tuve la suerte de ser maestra.

Cuénteme sobre "Huluman"

—Huluman, que significa algarrobal, es un libro que escribí, es un libro de lectura, amo la lectura, me apasionaba enseñar Lengua, tal es así que algunas colegas me preguntaban cómo hacía, qué método empleaba para que mis alumnos se destacasen en la escritura, en la lectura. El secreto era estar encima de ellos, nada más, y Huluman es eso, doné 500 ejemplares a la Escuela Illia para que los vendan, le cuento que un día alguien me dice que a su hijo le dieron un trabajo sobre el libro Huluman que lo aplicaba una maestra de la Escuela Sarmiento, así es que pedí contactarme con ella y si, era así. Me llenó de orgullo, sentía una satisfacción tan grande...

Algo de corazón, en escasas oportunidades, muestran las autoridades de turno, ¿le hicieron algún reconocimiento por su trayectoria, Tota?

—De parte de Educación si, como le dije, por asistencia, por esas cosas de nosotros los maestros. Pero el mayor reconocimiento me lo dan los ex alumnos que pasan y me saludan, los saludos de tanta gente de esta ciudad que me recuerda, y que también debieran recordar a tanta gente...

¿El más emotivo?

—El homenaje que me hicieron en la Escuela Sarmiento, donde el cuerpo docente me invitó a colgarles las medallas a los chicos que egresaban y estudiaron con mi libro. Fue maravilloso volver a ver esas caritas, volver a sentir esos aromas, esas sensaciones. Creo que ese fue el mayor reconocimiento a mi trayectoria que tuve.

¿Lo más lindo que recuerde de sus alumnos?

—No había algo más tierno, más conmovedor para aquellas maestras, que saber que estaban ellos, cada uno en su banco y que una pasaba y les acariciaba la cabecita a esos niños, a sus alumnos, los estábamos formando. ¡Qué cosa tan grata!

Existen formulismos para ciertas despedidas, frases hechas y repetidas mil veces como: "Los hombres pasan, las instituciones quedan", o esta otra que, seguramente le leyeron a Tota: "Llega a su fin una etapa de esfuerzo, de trabajo y anhelos. Emprender nuevos caminos siempre implica una despedida, entre emociones que se mezclan, sus alumnos sabemos que el momento de partir ha llegado. Maestra Tota de Alí, como todos le decimos con cariño, sepa que su granito de arena contribuyó para que construyéramos un proyecto de vida, y que en un rinconcito de nuestro corazón guardaremos para siempre, que usted nos ayudó a crecer como personas sensibles y solidarias, como dignos cruzdelejeños".

Supongamos que usted en este momento, está al frente de un aula tomando lista, me nombra, yo levanto un brazo y le respondo... ¡Presente señorita!

—Me emociona, me emociona mucho, si.

(Walter R. Quinteros / La Gaceta Liberal / Npta publicada el 8 de octubre de 2021)


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