EN EL REPARTO DE LAS SUERTES

EDITORIAL

En primera persona

Por Walter R. Quinteros

Hola a todos.

Es mi último editorial del año.

Lo escribo rápido, entre el aroma del café y el humo del cigarrillo.

Lo que quería contarles es que este ha sido para mi, un año lleno de nuevos amigos.

Amigos que fueron apareciendo lentamente y se fueron convirtiendo en compañeros de ilusiones, de lucha diaria, de informar, escribir, contar, de meternos de lleno en política a través de las libertades personales, para decir lo que pensamos.

Este año que se me va, que se nos va, creo será inolvidable.

Y ocurre que uno ni siquiera se da cuenta de eso, pero este año, he tenido presentimientos, anuncios, circunstancias, casualidades y sucesos que me ayudaron a tomar decisiones.

Y siempre en el camino de las buenas intenciones.

Y por eso, me he enojado, he peleado, insultado y agradecido. Que no es poco.

Empecé este año que se va, trabajando en este medio opinando, informando, dando noticias de política, culturales y de economía. 

He demostrado las incapacidades de ciertos funcionarios municipales, provinciales y nacionales —con alguna que otra carta documento por medio y que por eso, nunca me pudieron amedrentar, ni demostrar cuán equivocado estaba y—. Seguí, sigo, estoy.

Y así he ganado, para mi regocijo, más enemigos que amigos.

Pero entre esos amigos, tenemos algo en común. Nos importa más esta ciudad llamada Cruz del Eje, que cualquier interés personal.

Esas señales, esos presentimientos, esas circunstancias, esos acontecimientos, y sucesos, me fortalecieron. 

Fortalecieron mis principios y mi lealtad a esos principios. 

Fortalecieron mi respeto, mi ideología y el honor en mis procederes.

Tengo, porque así consta, mi propio blog cultural y de entretenimiento, mi propia página de noticias, esta que usted está leyendo y que, a veces, informa antes que los otros medios. Que a veces la copian y pegan. Que a veces sirven para marcar una editorial que luego en distintos noticieros se leerán.  Agradecido por eso. Consta.

Las señales recibidas de este año, hicieron que me aferre cada vez más a mi instinto, y me hicieron sentir una cosita muy parecida a las caricias de mi vieja, aquellas que me daba cuando le hacía caso, cuando hacía las tareas medianamente bien, cuando volvía a ella por un consejo. 

Nada más reconfortante que las caricias de nuestras madres y, más aún si sus almitas andan merodeando por el cielo.

Amigo lector, usted debe saber como yo, que nada es tan conmovedor como atesorar esos recuerdos.

Quiero decirles que valió la pena la soledad de algunos momentos sentado frente a esta máquina, para escribir lo que pensaba, lo que me parecía, lo que creía que es, lo que se me antojaba luego de cada análisis, de cada consulta a las fuentes y también, mis ocurrencias algo dispersas entre el humor y la ironía desvelada.

Valieron los llamados, los mensajes de personas que me alentaron, que insistieron para que escuche, que mire, que atienda esas señales, esas circunstancias, esas casualidades, y a los paisajes, y a las fotos, y a los libros, y a buscar frases inspiradoras en cada mirada, en cada ausencia, en cada lágrima, en cada risa y en cada sudor de los trabajadores.

Y este año que se va, siguieron acompañándome unos tipazos como el doctor Luis Illuminati, inspiradores, inculcadores y guías como Osvaldo Bazán, Christian Sanz, Carlos Mira, Enrique Avogadro, Pablo Anadón, Sergio Schneider y tantos otros que admiro y agradezco.

Esas señales, consta, están en mis escritos.

Pero hay algo que yo no se. 

Juro que no lo se.

Y es cuánto tiempo de vida me ha designado diosito en el reparto de las suertes. Pero también consta, que ha sido muy generoso conmigo.

Me ha lanzado esas señales para que transite mis tramos finales por el camino de las buenas intenciones, me ayudó a conocer personalmente a políticos, escritores y periodistas que admiro, y me regaló buenos lectores y buenos amigos. A todos ustedes.

Y también me ha regalado compañeros en política como Juan Carlos, Iván, Alfredo, Juan José, María, Victoria, Patricia, Víctor, Juan, Abraham, Ariel, Agustín, Gerardo, Francisco, Javier y tantos otros afiliados que abrazamos el mismo ideal libertario.

En realidad, lo que quería decirles es que sea para siempre —mientras dure en el reparto de las suertes—, esta amistad. 

Y lo que quiero, es desearles a todos ustedes amigos lectores, que tengan un final feliz de este 2022 y un brillante, feliz y venturoso 2023.

Que me acompañen convencidos que solo queremos prosperidad.

Que seamos dignos.

Por esta ciudad, por esta Nación.

Walter Ricardo Quinteros


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