EL CENIT DE LA INMUNDICIA

OPINIÓN

Si hay alguien que representa cabalmente al kirchnerismo fuera de Cristina Fernández de Kirchner es, sin dudas, Gabriela Cerruti

Por Carlos Mira

Toda la fealdad de ese engendro se ve reflejada en esta persona oscura, desagradable, soberbia, ignorante, con muy pocas luces y escasamente formada, cuyo despliegue de insolencias arrogantes parece no tener fin.

Subida arriba de una alta torre desde donde se cree superior al resto, este esperpento impresentable sorprende cada día con una grosería nueva, con una ineptitud aggiornada, con una desubicación que no conocíamos. Si la originalidad a la burrada tuviera premio, ella los llevaría todos.

En un arranque de odio y resentimiento pocas veces visto, le explicó a la ministra de género del gobierno español de visita en nuestro país, que en un determinado lugar de la Plaza de Mayo “la derecha” había colocado sus piedras por los muertos del Covid.

Lo hizo adrede, con toda intencionalidad. Mandó grabar el video que luego se preocupó por subir a las redes. Lo hizo a propósito, con el ánimo de herir a los heridos, de ofender a los dolidos, de mofarse de los muertos que, en muchos miles al menos, eran la responsabilidad de su gobierno por robarse las pocas vacunas que había y por hacer política y negocios baratos con el resto.

Su aspecto desagradable y desalineado sirvió para adornar, en el peor de los sentidos, una escena que podría elevarse a la cúspide de lo vomitivo.

No tener respeto por las familias que idearon una sentida manera de honrar a sus muertos a quienes no pudieron despedir, que murieron solos como parias, muchos de los cuales podrían haberse salvado si el ideologismo y la ceguera política del gobierno no los hubieran matado, es de una bajeza tal que cualquier hijo de puta va a tener que esmerarse mucho de ahora en más para superar semejante marca.

Calificar a esta bolsa de bosta es perder el tiempo: toda descripción resulta pequeña y nos transmite la sensación de que nos quedamos cortos. Gabriela Cerruti debería irse ya a su casa, rodeada de un halo imborrable de vergüenza.

Cada semana ofende a los periodistas a quienes debe informar. Miente con discursos preparados en Narnia. Pavonea su altanería y su ignorancia (a la que la soberbia hace más profunda y más patética) como si sus dichos fueran suficientes para desmentir una realidad que le duele a cada argentino.

Siempre fue igual. En el ejercicio de la profesión se creyó mil cuando nunca pasó de ser una escribidora ideológica de mentiras. Cuando el gobierno necesitó a alguien que propagara con un altavoz lo insostenible no había personaje que cumpliera mejor ese rol que ella. En ese sentido, ha desempeñado como nadie su papel y es, en sí misma, una especie de muestra condensada de lo peor del peor gobierno de la historia argentina.

Ayer emitió dos tweets en donde dice lamentar “profundamente” si algún familiar se sintió ofendido por sus dichos e insiste en que quienes colocaron las piedras pretendieron hacer un “uso político del dolor y de la muerte” de un momento de angustia que “empezamos a dejar atrás colectivamente”.

Mire, Cerruti, los únicos que pretendieron usar la pandemia políticamente fueron ustedes. Fueron ustedes cuando creyeron recibir del cielo un regalo que les acelerara la implementación de un modelo de encierro de la sociedad, de un esquema de privación de derechos y de libertades restringidas que ya tenían en mente instrumentar. El formato de un virus desconocido les venía a entregar lo que soñaban imponer por la fuerza de la prepotencia y del matonismo colectivista.

Fueron ustedes los que quisieron jugar a la geopolítica entregándole la salud de los argentinos a un matón estafador como Putin, al que le pagamos millones de vacunas que nunca envió. Fueron ustedes los que despreciaron las mejores vacunas del mundo (las que producía la inventiva del capitalismo norteamericano) para elegir las que supuestamente iba a producir las rémoras de un comunismo que jamás fue capaz de generar una docena de huevos en tiempo y forma.

Fueron ustedes los que entregaron de pies y manos a miles de argentinos a vacunas rusas y chinas, unas jamás reconocidas por la ciencia mundial y otras probadamente débiles para enfrentar al virus.

Por esa imbecilidad mataron a miles de ciudadanos. De todas las condiciones. De todas las creencias. De todas las ideologías. De todas las edades.

Fueron ustedes los que se vacunaron primero, mientras festejaban en fiestas clandestinas cumpleaños incalificables en la casa de los presidentes. Fue su gobierno, Cerruti, el que encerró a toda una sociedad para crear privilegios para la casta que usted integra.

Fueron ustedes y su impericia, montada en una soberbia inmunda, los que provocaron más de 130 mil muertos, muchos de cuyos nombres están en esas piedras que ustedes pisotearon primero y secuestraron después.

Y sabe qué, Cerruti, deje de insistir (hasta en sus disculpas) con la pretensión subliminal de usar palabras que acerquen a la Argentina a un modelo “colectivista”. Los argentinos superamos esto de a uno. Porque cada ser humano es único y el Universo lo puso en la Tierra para que cumpla con su deber de ser diferente a los demás y de jamás confundirse en una masa amorfa como la que usted y los suyos aspiran a convertir al pueblo.

Aprenda a tratar a la gente como personas, Cerruti, no como a una manada informe. Puedo entender que usted se sienta un simple engranaje de una maquinaria de dominación. Pero los argentinos aspiran a más que eso. No son engranajes. Son personas, ¿entendió? Aquí no hay ningún “colectivo”: aquí hay seres humanos diferentes, con vidas diferentes, con sueños diferentes, con esfuerzos diferentes y con dolores diferentes. Usted se cagó en todos ellos, Cerruti. Nadie le acepta sus disculpas. Se las puede meter en el culo.

(© Carlos Mira / The Post)

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