LO PEOR DE NOSOTROS

EDITORIAL 

Y para colmo de males, cualquier tortuga, hasta la más vieja, es más rápida que nuestra Justicia

Por Walter R. Quinteros

Me gusta el fútbol, soy una especie de "futbolero". Una vez, viviendo en Brasil, supe que vendían a un crack de Instituto de Córdoba, viajé desde Itapeva a mi querida ciudad solo a verlo, era su último partido con la camiseta del club que soy "hincha" y allá, no me perdía clásicos del "GreNal" en Porto Alegre. 

Mire si me gusta el fútbol. No hay nada más hermoso que ver salir los jugadores al campo de juego, nada emociona más que aplaudir de pie al plantel, y nada más maravilloso que abrazarse con los desconocidos de los alrededores de la butaca cuando sucede el milagro divino de ver y gritar un gol.

Y me duele el fútbol, cuando suceden desmanes, cuando hay descontrol, cuando hay rencillas, conatos de agresiones, cuando no se mide ni se pesan las acciones de unos barras o cualquier desequilibrado que está entre nosotros. Ni cuando actúa la policía reprimiendo porque parece ser que "no les queda otra". 

¿No les queda otra? ¿Qué dice el protocolo? ¿Es necesario eso?

Lo peor de nosotros pasa porque hemos perdido los valores. El respeto por el prójimo.

Muchas veces escribo frases o ejemplos surgidos en un partido de fútbol para emplearlos en mis comentarios políticos. Pero esta muerte de "Lolo" César Regueiro (foto) en la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata ya me aturde.

Da bronca, y leo en las redes que esta desgracia inspira frases como, "para esta gente hay balas, para los delincuentes no". Para los "usurpadores de tierra autodenominados Mapuches", no. Todos somos gente, todos somos personas y por eso, nos llevan a este estado de confusión generalizada donde el delincuente parece ser más gente que nosotros, los comunes.

Confusión que nace desde las filas de este mismo desgobierno que no sabemos ni le conocemos un plan estratégico, una sola política pública que no sea la del despilfarro de dinero, el salvémonos, engordemos de militantes la administración pública y el nepotismo en su máxima expresión, todos inutiles con o sin experiencia, puertas adentro. Y apoyando criminales y dictadores en el poder, puertas afuera. 

¿Para qué son, para qué están las Policías provinciales? ¿Están politizadas?

¿Para qué son, para que están las Fuerzas de Seguridad? ¿Están politizadas?

¿Para qué las Fuerzas Armadas? ¿Están —aparte de pobres por los salarios más bajos de la Argentina— también politizadas?

¿Las leyes, reglamentaciones, normativas, ordenanzas?

¿Y los "funcionarios"?

Nos tapan los desmanes, paros, cortes de ruta, reclamos y cortes de calle, inflación, aprietes, negociados y otras hierbas productos de esta falta de equilibrio, de mando, de trasmitir, de sincerarse, de dejar de robar, de dejar de acomodarse, de hacerse las víctimas porque robaron pero "hicieron" —que otros también roben—.

Y esto me lleva a recordar que allá por el mes de mayo, en España, el Real Madrid había logrado el campeonato. Jugaba contra el Atlético dirigido por nuestro querido compatriota Cholo Simeone, era uno de los partidos faltantes, se enfrentaban los dos clásicos rivales de la ciudad, el Real y el Atlético.

Carlos Mira nos señalaba que "desde tiempos inmemoriales es una tradición en ese país que el equipo que recibe al campeón cuando aún hay fechas por jugar haga lo que se llama un 'pasillo' para aplaudir a sus rivales en señal de respeto y reconocimiento por el logro obtenido". La prensa le preguntó al Cholo si el Atlético le haría el pasillo al Real. Simeone tuvo una respuesta lamentable que no solo ratifica lo que muchos ya sabíamos de él sino que sirvió para confirmar aspectos de la sociología argentina de las últimas décadas, que también demuestran la velocidad de la decadencia moral de la sociedad y —lo que es peor—, la naturalidad con la que no solo se la acepta, sino que se la defiende.

Para justificar dijo. "Son formas de vida. La sociedad española –no sé si en otros sitios se hace esto- es diferente y se hace así. Pero de donde yo vengo no se utiliza, vivimos de otra manera".

Brutal. "Vivimos de otra manera".

Entonces sería algo así como que la cultura del aguante a lo incorrecto, de la negación de los logros, de las propiedades privadas, de los méritos, de los acuerdos entre privados y, otras hierbas, ha calado en nuestra vida. La aceptamos como que somos así.

Hacemos florecer lo peor de nosotros.

Endiosamos a los violentos, a las chicas en tetas al aire con pañuelos verdes, a funcionarios amparando usurpadores, al gordo lanza morteros, a la cultura del guapo más guapo y al barrabrava con más prontuario y, al fondo a la izquierda, la Justicia que te mira con desconfianza porque te dejaste pasar por encima y porque vos no sos compadrito, ellos tienen que laburar.

¿Dónde hemos dejado nuestra cuota de racionalismo?

¿Qué parte de ser "civilizados" no entendimos? 

Según el sitio salvemosalfutbol.org. desde 1922 hasta la fecha hemos perdido 346 personas en las canchas de fútbol, los causales son distintos. Pero eran personas que no pudieron volver a su hogar, a sus sueños. 346 personas en cien años.

Siempre se mezcla todo, pero los argentinos perdimos un hincha porque no hay una pu** brújula que diga cómo se debe evitar estas desgracias, o cómo mier** anticiparse a los hechos. 

Y si las hay no la saben leer ni interpretar. Estamos en el reino de los burros que solo saben pegar patadas. O pasar por el cajero más próximo.

"Lolo" César Regueiro, falleció por paro cardiorrespiratorio no traumático, dicen, mientras era trasladado en una ambulancia al hospital San Martín. Estaba en el medio del tumulto.

Las críticas internas en la Justicia al operativo son fuertes. En los tribunales de La Plata hablan de "que fue un desastre".

Tres efectivos policiales pasaron a disponibilidad.

Kicillof —el peor gobernador—llamó —al peor ministro de Seguridad—, Berni. 

Berni desplazó al jefe del operativo, Juan Gorbarán.

Con Gorbarán se va Alejandro Morinigo, que lo secundaba.

Y también Fernando Falcón, el que disparó tres postas de goma contra el camarógrafo de TyC Sports.

Así somos, una cadena de mandos que actúa más rápido para echar que para instruir. 

A veces para encubrir que para instruir. 

Se salvan ellos siempre. Nunca los escucharemos decir lo inútiles que son. Ellos nunca, pues se amparan en no se qué fueros, todos los demás somos una cosa descartable.

Y para colmo de males, cualquier tortuga, hasta la más vieja, es más rápida que nuestra Justicia.

(© Walter R. Quinteros / LA GACETA LIBERAL)


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