COINCIDENCIAS

OPINIÓN

La clásica sensiblería argentina

Por Carlos Mira

En octubre de 2010 el kirchnerismo y Cristina Fernández de Kirchner estaban perdidos. Las proyecciones de encuestas para las elecciones del año entrante, los daban perdedores en todas las mediciones.

Entonces muere Néstor Kirchner. Ese hecho fortuito modificó completamente el tablero político y convirtió a la decadente presidente en una viuda, víctima de un drama familiar que debía cargar sobre sus espaldas el peso del Estado, con el de una familia sin padre y con el de una pareja sin marido.

La clásica sensiblería argentina dio sus frutos un año después cuando las urnas le regalaron un triunfo con el 54% de los votos que habilitó, dos meses después, el “vamos por todo”.

Hay que recordar estas volteretas del destino porque muchas veces el que sacó rédito de ellas puede verse tentado a recrearlas de modo artificial cuando se enfrenta a situaciones políticas similares.

Por supuesto lo sucedido anoche frente a la casa particular de la vicepresidente deberá ser rigurosamente investigado. Pero lo que uno pudo ver no deja de verse conmovedoramente raro, cuando, como en 2010 (y aún peor que en aquel caso), el kirchnerismo también estaba completamente derrotado.

Un ataque a centímetros de la cabeza de una de las personas más custodiadas del país en un perímetro que la propia militancia había reivindicado como propio, incluso con un refrendo judicial que le daba una pátina de legalidad al retiro del lugar de la Policía de la Ciudad para que ese sitio lo ocupe la Policía Federal.

Un hecho sucedido a una semana de que un fiscal acusara a la vicepresidente de ser la jefa de una banda criminal que le robó al Estado -solo en el caso de Vialidad (que es el que Luciani tuvo bajo estudio)- más de mil millones de dólares. Un hecho que le pone un broche a una escalada de violencia desatada desde las figuras más representativas del peronismo hasta sus personajes más marginales (que convocaron a puebladas, a voltear la Corte, la cortar rutas nacionales y que acusaron a fuerzas demoníacas de “querer matar a un peronista”) y que se enmarca en una tradición de décadas de ese movimiento que tiene que ver con la violencia callejera y con el enfrentamiento matón y barrabrava.

Este es el contexto que rodeó al episodio de anoche. El hecho en sí fue por demás extraño: un hombre solo que con un arma logra llegar hasta el mismísimo lugar donde la vicepresidente bajaba de su auto, le apunta con la pistola a la cabeza y dispara. El proyectil no sale porque no había balas en la recámara, aunque el cargador si tenía cinco. La vicepresidente, en ese momento, parecía más preocupada por su pelo que por cualquier otra cosa. Ningún custodio la protege ni la levanta en peso de cuajo para meterla dentro de la seguridad de su edificio.

Al contrario, Cristina Fernnadez de Kirchner para los siguientes 10 minutos sonriente, firmando autógrafos y sacándose selfies con un grupo de gente que tampoco parece tener la menor idea de lo que ha ocurrido.

El atacante, incluso, logra salir corriendo, deshaciéndose del arma y solo después de unas cuadras es alcanzado, no está claro si por militantes o por personal de la Policía Federal. Es más, no queda claro si, cuando este hombre es detenido, Kirchner no seguía fuera de su casa firmando autógrafos.

El peronismo reaccionó como era de manual que iba a reaccionar: poniéndose en víctima del “odio” que el país “gorila” tiene hacia ellos. Es más, una hora antes de que hablara al presidente anticipé en Twitter el contenido de sus palabras. Lamentablemente no fallé en nada: fue tal cual.

El peronismo siempre tuvo la habilidad (notoriamente sofisticada a partir de los comandos de inteligencia Montoneros de la década del ’70) de acusar a los demás de aquello que los demás lo acusaban a él. El problema es que el peronismo tiene en su contra miles y miles de horas de grabación y de filmación que dejan bien en claro dónde está el matonismo, dónde la incitación a la violencia, dónde la intolerancia, dónde la negación del otro, dónde la pretensión de un discurso y de una idea única (“la Doctrina Nacional”) y dónde la aspiración a adueñarse patrimonial y simbólicamente del país como si fuera suyo y como si los demás argentinos no existiesen o no fuesen argentinos. No hay más que verlo. Desde Perón hasta hoy. “Sin Cristina no hay peronismo y sin peronismo no hay país”, Larroque dixit.

No hay que descartar, en lo que ha ocurrido aquí, una enorme operación de inteligencia operada desde la cabeza de Horacio Verbitzky. El jefe de la unidad de inteligencia de Montoneros es una figura de notorio relieve en el gobierno y del entorno más íntimo de Cristina Fernández de Kirchner.

¿Es Verbitzky capaz de idear un montaje como este? En lo particular no tengo ninguna duda. Y también de planear lo sucedáneo, es decir, lo que ocurra a partir de hoy.

Este comentario se escribe por la mañana (hora argentina) del 2 de septiembre, pero me atrevo a adelantar que el cotillón del día tendrá como objetivo recrear la mística del velorio de Néstor Kirchner de octubre de 2010.

El objetivo de todo esto, claro está, es revertir la dramática situación política y electoral en la que se encuentra el oficialismo. No hay dudas de que un avezado agente de inteligencia hubiera sugerido introducir un hecho disruptivo mayúsculo, como en 2010 fue la muerte del ex presidente para producir un estrépito de tal magnitud por el que las cosas no fueran igual a como estaban antes del estrépito.

Habrá que ver cómo se desarrolla la investigación y los acontecimientos. Pero lo que se vio hasta ahora no hace más que dejar ver la marca en el orillo de una nueva operación típicamente peronista.

(© Carlos Mira / THE POST)


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