MELQUÍADES EN EL MINISTERIO DE ECONOMÍA

EDITORIAL

Argentina, realismo mágico

Por Walter R. Quinteros

Es como vivir en Macondo, el pueblo que inventó Gabriel García Márquez en su libro "Cien años de soledad", así es esto. 

Como si fuésemos José Arcadio Buendía, en el principio de los tiempos. 

Estamos viendo cómo viene entrando al pueblo —guiado por el canto de los pájaros—, el gitano Melquíades con sus manos de gorrión y los sabios alquimistas de Macedonia, pronunciando conjuros especiales mientras arrastran un imán. 
(Que solo atrae monedas)

O que viene con los judíos de Ámsterdam, que explicaban que la ciencia había eliminado las distancias.
(Es lo mismo tener domicilio en Calafate, Río Gallegos o Capital)

O con los nasciancenos, que traían la fórmula mágica de la juventud. 
(Hoy llamado botox)

O con los loros pintados de todos los colores que recitaban romanzas. 
(Bueno no tanta romanza, sino "cánticos tribuneros y marchitas")

O con la gallina que pone un centenar de huevos de oro al son de la pandereta. 
(Maquinita sin freno)

O con el mono amaestrado que adivina el pensamiento. 
(El flaco que escribe en el blog El Cohete a la Luna)

Así estuvimos ayer, así estamos hoy. Massa es más de lo mismo, dice una cosa y hace otra.

Viendo a "Melquíades" Massa, como si fuese el alquimista de "Cien años de soledad", como el ser que convertirá todas las cagadas de nuestros políticos en verdades que alimentarán las carteras de las damas y los bolsillos de los caballeros.

Trayéndonos la máquina múltiple que sirve para pegar botones y bajar la fiebre al mismo tiempo. 
(Y que fabrica dinero que no sirve para nada)

O que traen el aparato para olvidar los malos recuerdos. 
(Aunque archivo mata relato)

O el emplasto mágico para perder el tiempo. 
(Tipo hombre planero, donde el día se le hace extremadamente largo)

O con los saltimbanquis con dientes de oro y malabaristas de seis brazos. 
(Para salir a recaudar propiedades privadas)

O el jarabe para hacernos invisibles. 
(A los que somos pobres. O, a los otros. Según convenga)

la portentosa novedad de los sabios de Memphis, el hielo.
(Que no sirve para "congelar" ningún precio) 

O las famosas esteras voladoras. 
(Como voló el aguinaldo de nuestros bolsillos)

O, tal vez, entregue a la mujer que tiene que ser decapitada todas las noches a la misma hora durante 150 años como castigo por haber visto lo que no debía. 
(O haberse llevado lo que no debía, porque la historia no absuelve a nadie)

Así estábamos ayer, hasta que a las 17:30, el escribano de la nación leyó el acta que designa al "Melquíades" nuestro, como nuevo ministro de Economía. Y un payaso triste y solo, se perdía entre bambalinas.

En el circo. Estábamos en el circo. 

Y seguiremos estando. No se haga ilusiones.

Les aviso que: Los acróbatas somos nosotros, para llegar a fin de mes. Los contorsionistas somos nosotros, buscando una moneda en los bolsillos. Los que saltamos en la cama elástica somos nosotros, cuando vienen los vencimientos. Los que transitamos por la cuerda floja somos nosotros, entre medidas desmedidas y esa cosa llamada inseguridad. 

Estamos a punto de convertirnos en la pobre Eréndira, mojando las sabanas con nuestra transpiración para pagar deudas con nuestro cuerpo, y por lo increíble y triste de nuestra historia, según Gabriel García Márquez.

No crea que el sabio Melquíades Massa —el inventor de los panqueques que deslumbran al gran pueblo argentino—, viene con algo distinto. Recuerde que ha pasado por 7 partidos diferentes, con la mochila cargada de fracasos. Pero toda su familia acomodada.

Me resulta imposible hoy, ahora, escribir sobre el canto de los pájaros y la trama que trajo a este enano de circo, niñito caprichoso, vestido de alquimista, que se acomodó solo para posicionarse como una posible "opción" para el 2023. No por amor a la patria, ni acongojado por nuestras desventuras.

Puede pasar que, frente al pelotón de fusilamiento, recuerde aquella tarde lejana en que lo llevaron a conocer el hielo y, pueda morir políticamente en el intento, dejando en el suelo un charco de alquitrán pestilente y humeante. Como dejan los traidores, ambiciosos, falsos y mentirosos, que en criollo llamamos "panqueques".

Lean a los otros medios nacionales, a esos que tienen "pauta" y lo nombran "superministro", a lo mejor y, con la espera de no perder "money", lo pinten como un príncipe azul, y a usted le vendan estampitas con sus milagros. 

Cuando en realidad, es solo el oportunista de turno. Solo se trata de un "remiendo de apuro", como bien lo señala el periodista Rubén Lasagno.

Todo un circo. Ayer vimos un circo en todo su esplendor.

Esperemos —siempre siguiendo con la lectura de Gabriel García Máquez—, que podamos escribir sobre otro cuento maravilloso que descansa en mi biblioteca. 

No se cuando, pero no se pierdan "Los funerales de la mamá grande".
(En este pueblo no hay ladrones)

Realismo mágico.

(© Walter R. Quinteros / LA GACETA LIBERAL)


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