EL DIÁLOGO IMPOSIBLE

OPINIÓN

¿Cómo dialogar con gente así?

Por Carlos Mira

El presidente Massa -como llamó el embajador Arguello al ministro de economía- asistió al Council of the Americas que se desarrolló en el hotel Alvear y le dijo a la oposición que no tuviera “miedo de sentarse en una mesa con el gobierno” para negociar ideas que permitan enfrentar la situación actual.

Se trata de una invitación complicada en la Argentina.

Obviamente, en cualquier país civilizado de la Tierra, se supone que el diálogo entre las fuerzas políticas es una herramienta natural para gestionar la cosa pública y para hallar soluciones a los problemas.

El pequeño detalle es que el peronismo en general y el kirchnerismo en particular, cuando están envalentonados por los triunfos, niegan la representatividad de todo lo que no sea peronista. El peronismo se adueña incluso de la mismísima argentinidad y le niega esa característica a todo aquel que no sea de su palo.

¿Cómo dialogar con un conjunto de fascistas de ese orden? ¿Cómo confiar en alguien a quien no le tiembla la lengua para decir las peores pestes de los demás cuando se halla en la cima del poder y que viene a pedir la escupidera cuando las papas queman?

Además el fascista en este caso no es solo fascista. No solo ha pretendido (y en muchos casos logrado) monopolizar completamente la opinión y las ideas sino que también ha robado, ha incitado a la violencia, ha estafado el Tesoro Público, se ha robado las vacunas en medio de la peor pandemia en 100 años, ha quebrado la sociedad poniendo a unos argentinos contra otros… ¿Cómo se sienta uno a la misma mesa con esos anfitriones?

El peronismo desconoce las reglas de la República. Está en una permanente sedición contra lo dispuesto por la Constitución. Manda a organizar “puebladas” (como propuso ayer Hebe de Bonafini, alguien que hace rato probó que no habla si no es con el libreto que le dicta Cristina Fernández de Kirchner) para evitar que una presunta criminal (con toneladas de evidencia que lo demuestran) sea condenada.

El peronismo amenaza públicamente con “sangre y saqueos”; extorsiona al país honrado con bloqueos y manifestaciones amenazantes; esparce el terror en los medios amenazando periodistas a quienes señala por nombre y apellido para que “tengan miedo”; hace lo mismo con los jueces a quienes les advierte que “llenará plazas” para atemorizarlos; sus agrupaciones publican vídeos en los que señala que si “la tocan a Cristina va a haber quilombo…”

¿Cómo dialogar con gente así? ¿Cómo conversar con quienes unieron al país a las dictaduras más atroces? ¿Cómo compartir una mesa con quien está del lado de los regímenes más repudiables del planeta, que han sumido en la miseria y en la barbarie a sus pueblos? ¿Cómo cambiar ideas con personas que creen que la amenaza no es un delito -como Zaffaroni- que, siempre listo para salir en defensa de los delincuentes, respaldo los dichos del nazi Roberto Navarro que amedrentó a Jonatan Viale para que él y su familia tuvieran miedo?

La civilización occidental -la que tiene comprobadamente demostrado que elevó el nivel de vida de la gente, que alargó su expectativa de vida, que sumó a miles de millones de seres humanos al goce de placeres completamente desconocidos incluso para los nobles de la antigüedad- tiene principios completamente antagónicos a los del peronismo (si es que el peronismo tiene algún principio, más allá del poder y del robo).

Uno quiere suponer que lo que hoy se llama “oposición” en la Argentina (aquella a la que convocó Massa) defiende la pertenencia de la Argentina a esa concepción del mundo: a la que divide el poder para evitar la concentración; a la que independiza al poder judicial de los poderes políticos para que pueda defender los intereses de los ciudadanos privados frente al gobierno; a la que tiene al individuo -por oposición al Estado- como centro motor de la sociedad; a la que necesita reformar su orden jurídico laboral, fiscal, previsional, monetario, cambiario; a la que debe hacer volver al país al seno de la comunidad internacional que defiende la Libertad, los derechos individuales, el comercio libre y a la que está en contra de todos los fascismos personalistas y nacional socialistas que han esparcido la violencia y la miseria allí donde han hincado el diente…

Entonces, de nuevo, conciliar las visiones del kirchnerismo peronista -neofascista, populista, nacionalsocialista- con esa visión que la Argentina necesita desesperadamente para dejar la miseria atrás y lograr progresar, es muy difícil.

El peronismo se jactó de prescindir de todo lo que no fuera peronista. El peronismo debe asumir entonces la responsabilidad que le cabe por este presente al que llevó al país: debe ponerse de frente a los argentinos y confesarles que ha hecho todo mal; que lo suyo no sirvió para nada (como que no sea enriquecer a sus propios popes); debe pedir disculpas por haber empobrecido a un país que tenía todo para ser hoy como EEUU, Australia, Irlanda, Nueva Zelanda o Canadá y que sin embargo, por su exclusiva culpa, cayó en una decadencia estrepitosa desde que Juan Perón fue elegido presidente en 1946 e instaló el “state of mind peronista”.

Una vez que el peronismo tenga la hidalguía de hacer eso, de asumir su culpa en la destrucción de la Argentina, alguien podrá sentarse con ellos para hablar de empezar a construirla de nuevo. Antes no.

(The Post)


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