ALBERTO Y EL ARTÍCULO 109 DE LA CN

OPINIÓN

El presidente, su ignorancia y el prólogo de un enfrentamiento peligroso

Por Carlos Mira

El presidente Fernández hizo alarde anoche, una vez más, de un profundo desconocimiento del orden constitucional argentino. Uno se pregunta, cuando ve este tipo de cosas, si, después de todo, los problemas de la Argentina no se explican porque, efectivamente, está dirigida por un conjunto de ignorantes que desconocen los palotes mínimos del manual de instrucciones que el país se dio a sí mismo para funcionar.

Solo de ese modo se explica que Fernández dijera que “el presidente no tiene más derechos que los ciudadanos comunes pero tampoco tiene menos”, cuando en materia judicial la Constitución es contundente para decir, en su artículo 109, que el poder ejecutivo no puede “ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de las causas pendientes o restablecer las fenecidas”.

Es decir, para que quede claro, la Constitución sí le cercena un derecho al presidente por el simple hecho de ser presidente. No es como dice Fernández que el presidente tiene todos los derechos del ciudadano. No: en materia judicial un ciudadano común puede opinar sobre causas judiciales en trámite; el presidente no. Es tan sencillo como eso.

La inesperada aparición de Fernández en el programa “A Dos Voces” también dejó otras barbaridades confirmadas sobre el presidente. Algunas de ellas fueron a su vez reconfirmadas hoy por su vocera, Gabriela Cerrutti, cuando aseguró que no hay ninguna instancia judicial que haya dicho que el Fiscal Nisman haya sido asesinado. Falso: el juez Ercolini consideró acreditado que Nisman fue asesinado en fallo confirmado por la Cámara Federal en 2018. De nuevo burradas oceánicas: opinan sobre hechos sobre los que tienen prohibido opinar y, además, opinan mal.

El presidente tuvo el mal gusto de insistir con la tesis del suicido (cuando él mismo años atrás aseguró que a Nisman lo habían matado) y hacer una comparación con el caso de Luciani, a quien le “deseó” no tener que pasar por nada parecido.

La Asociación de Fiscales y Funcionarios del Ministerio Público Fiscal emitió un duro comunicado condenando las expresiones de Fernández y resaltando la profunda ignorancia que se desprende de sus dichos, como así también el ostensible mal gusto del que hizo alarde al desear que Luciani no hiciera algo parecido. ¿Es eso acaso una ironía, o qué? Porque si no lo es se le parece mucho. Y la Argentina no está para ese tipo de acideces.

Si bien la cuestión fue traída a la mesa por los periodistas (porque frente a lo que pasa son muchos los que recuerdan lo que pasó con el fiscal que investigaba el caso AMIA) el presidente se hundió en un compendio de desaciertos que ya le valieron la apertura de una causa penal en las primeras horas de la mañana.

Del mismo modo fue incapaz de cumplir acabadamente con la que debería ser –en todo país que se precie de normal- la primera obligación de todo gobernante: contribuir, cuidar y promover la paz social, tal como lo prescribe el Preámbulo de la Constitución.

Preguntado sobre el clima enrarecido al que estaban incitando agrupaciones de su partido con advertencias sobre “el quilombo que se iba a armar si la tocaban a Cristina”, dijo que “a los peronistas la calle no nos asusta”, en una claro endoso a las advertencias emitidas por La Cámpora y otros marginales, en lugar de llevar una palabra de tranquilidad que desactive todos esos prolegómenos de la violencia.

En ese sentido se han escuchado voces francamente alarmantes que promueven el corte de rutas estratégicas de la Argentina “hasta hacer caer a la Corte Suprema”, propuesta lanzada por Luis D’Elia y que aparentemente cuenta con el apoyo del intendente Fernando Espinoza del partido de La Matanza. Se trata de un deliberado plan golpista contra uno de los poderes del Estado de Derecho que ya debería tener a algún fiscal actuando de oficio para defender el orden constitucional.

Del mismo modo otra impresentable como Juliana Di Tullio dijo que con todo esto “no han hecho otra cosa que poner al movimiento nacional justicialista en estado de alerta y movilización” como si esa agrupación política tuviera fueros especiales para amedrentar al resto de la sociedad haciendo alarde de un “irla de guapo” que hay muchos que andan con ganas de responder.

¿Y si ese escenario se verificara? ¿Si el peronismo, creyendo que puede llevarse a todo el mundo por delante, intenta una iniciativa callejera violenta y se encuentra con la resistencia de otro grupo de ciudadanos que ha venido juntando durante todos estos años una marcada impaciencia con semejantes amenazas? ¿Qué ocurriría?

El peronismo no debería dar por descontado que es el único con capacidad de “hacerse el malo” en la Argentina y de que, explotando ese costado orillero, puede atemorizar al resto de la población. Hay muchos sectores que ya se han hartado de esa especulación peronista y los están esperando. ¿Qué puede resultar de todo eso? ¿Es consciente el gobierno y el peronismo de dónde está llevado el país, a qué lo está exponiendo?

El presidente ayer debió ser contundente cuando fue preguntado sobre el significado de esos cánticos amenazantes. Su responsabilidad como máxima autoridad de la República es velar por la tranquilidad pública y por la protección de la vida, la propiedad, la libertad y la integridad física de todos los argentinos.

Resulta particularmente patético como un chico de 16 años del Chaco (cuyos dichos reivindicando el sentido común, la libertad individual, el trabajo y el mérito en la cara del gobernador Capitanich se hicieron virales durante todo el día) pueda tener una ubicación en tiempo y espacio respecto de los reales problemas que acucian al país mucho más acertada que el propio presidente y que la manga de inservibles que lo secundan, empezando, claro está, por quien ocupa la vicepresidencia de la nación.

Pero al mismo tiempo es esperanzador que miles de “Lionel Schroeders” estén explotando en cada rincón de la república, no importa lo pobres que sean, al grito de “el socialismo nos está matando”.

Quizás esa misma sorpresa sea la que se lleve el peronismo si intenta salir a la calle haciéndose el malo. La gente ya se dio cuenta, muchachos: ustedes podrán adoptar las formas y la teatralidad de los delincuentes marginales, pero la Argentina ya se hartó de eso y está dispuesta a enfrentarlo.

(The Post)


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