QUE EL ÁRBOL NO NOS TAPE EL BOSQUE

OPINIÓN

Ése es todo el problema

Por Carlos Mira

El dólar libre recibió a Silvina Batakis con un 18% de incremento en su cotización y $30 de spread entre la compra y la venta, todas señales de la desconfianza con las que el mercado procesó los últimos acontecimientos protagonizados por el desgobierno del Frente de Todos contra Todos.

Pero atención: nada puede interpretarse sin olvidar la naturaleza criminal de la organización que cooptó el poder hace 19 años: es bajo ese prisma que debe analizarse todo lo que ocurre. El árbol del fin de semana no debe taparnos el bosque de las últimas dos décadas.

Todo lo que está sucediendo en el país pasa porque aquí hubo una banda que choreó, que afanó miles de millones de dólares, que fue descubierta y cuya jefa está dispuesta a incendiar todo con tal de no ir presa. Ese es todo el problema.

Cristina Fernández de Kirchner halló en la radicalización un vehículo adecuado para teñir con lo que ella vende como una cruzada ideológica lo que no es otra cosa que un intento de fuga de la Justicia.

Se presenta a sí misma como la líder popular perseguida a quien acusan de los crímenes más horrendos justamente porque se quiere impedir que continúe su batalla en defensa de los que menos tienen.

Mientras tanto, los que menos tienen están cada día peor fruto de las políticas obtusas que ella misma impulsa para conquistar un supuesto sentimiento nacional y popular que la arrope y la ponga a salvo de las rejas.

Parte de esas ideas tienen que ver, en lo exterior, con una alineación de la Argentina en el mundo, y, en lo interior, con la aplicación interna de recetas que contradigan la modernidad afluente del liberalismo.

En la base del razonamiento de Kirchner está la siguiente especulación: “la única posibilidad que tengo de salvarme de la cárcel es que los jueces ignoren la abundante evidencia acumulada en mi contra en varias causas y que, por no atreverse a condenar a quien el pueblo vota, me dejen libre”.

Por lo tanto, toda su estrategia consiste en develar qué elementos de su discurso político concita el mayor apoyo popular para encontrar allí el salvoconducto de su libertad.

En esa búsqueda, Kirchner ha identificado dos o tres taras de la sociedad argentina de las que se ha propuesto aprovechar.

Una de esas taras es la relación de la Argentina con Occidente y, particularmente, con los Estados Unidos. La vicepresidente identificó una mayoritaria desconfianza, oposición o, directamente, envidia y resentimiento de una porción importante de argentinos contra aquello identificado o influido fuertemente por la cultura anglosajona. Por lo tanto una veta importante de su discurso político tiene que ver con construir alianzas con países que denuestan a los EEUU y a lo que EEUU representa en el mundo.

Esta particularidad se amplía a lo que Estados Unidos simboliza como forma de vida y como modelo económico. En otras palabras: “si EEUU es impopular debo profundizar ese sentimiento y ponerme a la cabeza de esa corriente para ser popular (porque ser popular me salva de la cárcel…) Si EEUU es impopular debo transmitir la idea de que hay que hacer todo lo contrario a lo que hace EEUU. Por lo tanto si EEUU es capitalista yo seré anticapitalista; si en EEUU se aplica la ortodoxia económica yo estaré en contra de la ortodoxia económica; si EEUU está en contra de Cuba, Venezuela e Irán yo estaré a favor de Cuba, Venezuela e Irán. Si EEUU lidera Occidente yo estaré en contra de Occidente; si EEUU influye en el Fondo Monetario Internacional yo diré que el Fondo Monetario Internacional es un títere de EEUU…” y así sucesivamente.

El análisis puede parecer simplista y ramplón pero si uno observa lo que ha ocurrido en la Argentina en las últimas décadas hallará una relación directa entre las premisas de esta ecuación.

Si estos razonamientos eran aptos para ganar preferencias electorales en condiciones normales, se potencian aún más cuando la libertad personal de uno de esos jugadores políticos está sobre la mesa. Y mucho más aún cuando ese jugador político presenta rasgos psicológicos particulares como es el caso de Cristina Fernández de Kirchner.

Las causas judiciales que pesan sobre la cabeza de la ex presidente son muy graves y la prueba reunida en su contra es contundente. Ella ensayó distintas estrategias con un denominador común: considerarse víctima de “la justicia de los ricos, oligarca, gorila y proyanqui que me persigue con el lawfare porque yo defiendo a los pobres, a lo nacional y a lo popular”. Ese es el argumento central de su defensa.

Para que ese argumento pueda seguir sosteniéndose es fundamental que el apoyo popular no decaiga. Para que no decaiga es necesario decodificar lo que a ese colectivo le gusta escuchar.

La decodificación cristinista llegó a la conclusión de que a una mayoría electoral decisiva le gusta escuchar las siguientes ideas:

1.- Es posible vivir mejor por la vía de expropiar riqueza de los que la crean.

2.- Si no es posible arrancar esa riqueza de las manos de sus dueños por la vía impositiva, un camino puede ser expropiarla o nacionalizarla.

3.- El mérito o esfuerzo no tienen ninguna relación con el bienestar personal.

4.- Cada necesidad se transforma en una obligación de satisfacción por parte del Estado.

5.- La satisfacción de necesidades puede efectivizarse por la vía de imprimir billetes y repartirlos.

6.- Quien defienda alguna noción de orden económico en realidad esconde una postura elitista de un país para pocos.

7.- En la Argentina hay gente que vive mal porque hay otra gente que vive muy bien.

Es en este marco en el que deben analizarse los últimos acontecimientos del fin de semana. La elección de Silvina Batakis no es tampoco casual. Adherente de Cuba y de su régimen, reclamante de la libertad de la delincuente convicta Milagro Sala, responsable de la pésima administración económica que fundió a la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015, la nueva ministra de economía forma parte de la polea de trasmisión de las ideas que Cristina Fernández de Kirchner está segura que le siguen garantizando la libertad.

Pretender circunscribir lo ocurrido este fin de semana solo al ámbito económico y a una mera discusión de pareceres diferentes en esa materia solo lleva a conclusiones equivocadas. Lo que ocurrió no puede escindirse de lo que es la principal preocupación del principal actor político de la Argentina actual: Cristina Fernández de Kirchner. Esa preocupación (no ir presa) debe colocarse en el centro de cualquier análisis y recordar que la vicepresidente está convencida de que la única salida que le queda es que los jueces no se animen a meter presa a quien la gente vota, más allá de los fueros de seguridad que dan las elecciones ganadas.

Kirchner sigue creyendo que una mayoría electoral decisiva comparte el discurso político y económico que ella ha hecho propio: estatismo, antiliberalismo, antinorteamericanismo, distribución de la riqueza, más impuestos a los “ricos”, lucha de clases, racismo “al revés”, gasto público ilimitado para satisfacer necesidades, detrás de cada necesidad hay un derecho, etcétera. Por eso seguirá fogoneando ese verso.

Aparecer como una víctima del sentido común es, paradójicamente, el único sentido común al que le presta atención.

(The Post)


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