EL DRAMA ARGENTINO: ÚLTIMO CAPÍTULO

EDITORIAL

La irracionalidad fomentada por el kirchnerismo que dio nacimiento a la amplia franja de gente desocupada y estragada mentalmente por la droga, la mentira y la miseria, tienen inoculada la ceguera del fanatismo

Por Luis Illuminati

Si hoy viviera José Ingenieros, autor de "El hombre mediocre", comprobaría que la mediocridad ha mutado de un estado de apatía o desidia, a un estado de melancolía o tristeza, casi hermana de la angustia existencial. Este estado de angustia, sin pretensiones de rivalizar o refutar al filósofo danés Søren Kierkegaard, podría ser definida como una situación de incomodidad o inadecuación ante el vacío o sinsentido de la nada que abruma la razón y consume la paciencia.

La insoportable cháchara de quienes forman parte del "se dice", "se hace", "se usa", la manera torpe con que vive y se expresa el vulgo (Das man), esto es, la existencia inauténtica, distinto del ser que se interroga por el ser, el Dasein, el "ser-ahí". La insustancialidad de la vida banal genera y produce un malestar que lleva al suicidio gradual del individuo mediante el consumo de la droga en esta "era del vacío" que hoy se vive en la Argentina. Lo que podríamos llamar "la insoportable levedad del ser" como el tema de la novela de Milan Kundera, sirve para describir este fenómeno.

La irracionalidad fomentada por el kirchnerismo que dio nacimiento a la amplia franja de gente desocupada y estragada mentalmente por la droga, la mentira y la miseria, tienen inoculada la ceguera del fanatismo. No piensan, no meditan, sólo arremeten y quieren vivir de arriba y sumarse al suicidio de la razón, incitados por la locura irrefrenable de un gobierno insalvablemente perverso.

En ambos sectores se verifica un fenómeno psicológico de hastío social generador de malhumor e incomprensión que, tal como dice Emil Cioran: “la expresión de nuestros semejantes no tiene ningún sentido”. (Cioran). Es una sensación de exilio irremediable, que tiene origen en la misma situación alienante que hoy se vive en la Argentina. Pues las palabras sensatas no alcanzan a ser suficientemente entendidas.

Esta inexorable decadencia culturalmente posmoderna fue una fundada anticipación (Belloc, Spengler, Guénon) desde más de un siglo atrás. "Pero sin duda la claridad anticipatoria no resulta virtud en política y, en cambio, da lugar con frecuencia a que se mate al mensajero. Así, ya ante los hechos consumados, la pasividad es hoy cobardía. La misma cobardía se va haciendo regla en nuestra patria" (Hugo Esteva, La Prensa, 26/07/2022). La Argentina empobrecida, traicionada, enloquecida. Diríase que estamos sufriendo, por así decirlo una ágorafobia o "síndrome del hormiguero humano desbordado". Eso es lo que nos pasa: "el mal de la locura de la decadencia". Se sigue tirando de la cuerda gastada, una cuerda que en cualquier momento se corta y la sociedad caerá al abismo.

Mientras tanto, la "casta política" baila despreocupada alrededor del volcán cuyos estruendos son como "sordos ruidos", un espectáculo, un show como en las películas del cine-catástrofe que produce cada tanto Hollywood. La casta se comporta con la misma indolencia de la clase alta del imperio romano de Oriente que vivía en Constantinopla poco antes de su estrepitosa caída. Mucho antes cayó Babilonia. La horrible confusión babélica es cuando ya nadie se entiende, donde cada cual habla un lenguaje distinto. El desorden programado. La perversa teatralización de la vida política.

(© Luis Illuminati / LA GACETA LIBERAL)

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