BERGOGLIO, OTRA VEZ

OPINIÓN

Y sus "relaciones humanas" con los déspotas

Por Carlos Mira

El impresentable Papa argentino, el ex Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, acaba de declarar en una entrevista concedida a un medio mexicano, que tuvo “relaciones humanas con gente cubana” y que confesaba tener hoy “una relación humana” con Raúl Castro.

Obviamente, cuando Bergoglio habla en tiempo pasado para mencionar a “gente cubana”, no hay dudas de que se refiere a Fidel Castro. Luego actualiza su comentario al tipo de vínculo que mantiene hoy con el hermano del déspota y que fuera, a su vez, el déspota que lo sucedió cuando murió.

Más allá de que nadie entiende muy bien que quiere decir el Papa con “relaciones humanas”, lo cierto es que las declaraciones no pueden ser más repugnantes.

Que el jefe de la Iglesia Católica confiese su simpatía por dos asesinos mal nacidos que han matados a cientos de miles de cubanos, que han sometido a otros tantos a torturas inhumanas o a detenciones clandestinas que los han reducido a una condición prácticamente animal, no puede merecer sino el más profundo repudio de toda persona de bien.

Bergoglio blanquea una preferencia valorativa por un régimen nefasto que ha encarcelado y reducido a la servidumbre a todo un pueblo y que, no conforme con eso, exportó ese delirio al resto de America Latina, originando otros cientos de miles de muertos, amén de un atraso humillante en toda la región, escasez, pobreza y miseria.

La Argentina obviamente no estuvo exenta de las consecuencias de ese divague y lo pagó con sangre de argentinos derramada en todo el país como consecuencia del accionar de quienes se creían iluminados para perseguir e imponer la vigencia del hombre nuevo socialista, católico y de pensamiento uniforme.

Los Castro y Bergoglio pertenecen a la misma clase de cruzados que pretenden imponer una pobreza uniformemente repartida, mientras la casta a la que pertenecen ellos vive como reyes.

Es el iluminismo que hoy persigue Grabois, otro insigne amigo de Bergoglio.

El Papa hizo estos comentarios justo en el aniversario del 11J, el día de 2021 en donde miles de cubanos salieron a las calles de todo el país para pedir libertad y dignidad al grito de “Patria y Vida” (por oposición al histórico y demagógico “Patria o Muerte” que popularizara el propio Fidel) y que por ese solo hecho fueron perseguidos, literalmente cazados como animales por las calles y encarcelados sin juicio de ninguna especie.

Hoy casi 800 cubanos purgan penas de prisión de hasta 25 años por haberse atrevido a salir a la calle, simplemente. Muchos de ellos son menores de edad.

Aquellas manifestaciones de hace un año atrás fueron pacíficas y muchas de esas personas salían con alegría, en la esperanza de que su grito trajera aunque sea un soplo de aire fresco.

No se escuchó en ese momento (ni luego) una sola palabra de empatía por parte del Papa que ahora confiesa su amistad con los tiranos. Ni una.

Muchos en la Argentina sabían o sospechaban de Bergoglio. Pero no creo que muchos hubieran anticipado que se habría animado a tanto.

Sin embargo, no son extrañas estas coincidencias. El comunismo y el catolicismo (al menos el que representa Bergoglio) comparten muchas ideas e iniciativas. Sienten una repugnancia estomacal por la libertad y una alergia violenta por los valores que han nacido de la cultura anglosajona.

La mera idea de que el hombre pueda pensar por si mismo, abrirse paso en la vida, potenciarse por su mérito, superar su condición de vida y ser mejor de lo que era antes, los enfurece y los habilita (según ellos) a iniciar una cruzada de pureza que desarraigue esos pecados de libertad y los encuadre en los límites del dogma del hombre nuevo, puro e igual.

Bergoglio y los Castro se proponen cortar al ras las cabezas de todos aquellos que quieran asomarla por encima del resto: toda diferencia se reputa anticristiana y, desde ya, contraria al nuevo credo comunista.

Ese misticismo iluminado, altanero, soberbio y violento es el denominador común entre los Castro y Bergoglio y lo que los debe llevar a tener esta simpática “relación humana”.

Una vez más Bergoglio muestra lo que es: un asco. Tiene una visión de la sociedad completamente jerárquica en donde los de su clase son una nobleza privilegiada y el “hombre nuevo comunista” o el “hombre puro católico” es alguien que no tiene para comer y se arrastra frente a una miseria ignominiosa, eso sí, igual para todos (y todas).

Los Castro -acérrimos católicos como Firmenich, Abal Medina, Vaca Narvaja o Perdía y hoy Grabois- y los Bergoglio de la vida son hermanos en las ideas (y, seguramente, también en los métodos, porque nunca se escuchó un reproche del Papa a un comunista).

Su solo nombre es una ofensa para todos los que creen en el Estado de Derecho y en la ley, Bergoglio. Aunque paradójicamente quiera ubicarse en las poltronas del bien, sus ideas y sus hechos son el sinónimo más elocuente de todo lo que está mal.

(The Post)


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