SI LA MIERDA LLEVARA NOMBRE

OPINIÓN

Ya bastante se dijo de la impresentable vicepresidente que la Argentina decidió darse



Por Carlos Mira

Por eso hoy quisiera detenerme, no en lo que dijo, sino en lo que mostró. En un momento en que su marcada tendencia al histrionismo le sugirió buscar unos datos en su teléfono personal, se agachó y sacó un iPhone 13 Pro Max, supongo que de su cartera.

Ese modelo de teléfono es el último de la línea que la compañía Apple presentó al mercado en septiembre del año pasado y lo seguirá siendo hasta que, seguramente, este venidero septiembre presente otro. Es el más sofisticado y el más caro. Viene en dos versiones con capacidades para 128 o 256 GB. El de 128 cuesta alrededor de 1100 dólares desbloqueado en los EEUU y el de 256 vale unos 1200 dólares. En la Argentina valen entre 1300 y 1500 dólares.

La señora hizo exhibición de su personal gadget al mismo tiempo que despotricaba contra lo que llamó el “festival de importaciones” cuya responsabilidad imputaba al Banco Central del “albertista” Miguel Pesce. Es decir, según Ms iPhone, la Argentina debería cerrarse aún más al mundo de lo que está. Obviamente dejando a salvo las aperturas que le gustan y que la satisfacen a ella, como tener iPhones de 1500 dólares.

Pero además de esta inconcebible incoherencia, existe otra mucho más profunda que se reafirmó en el mismísimo instante en que ese teléfono rebasó la superficie del escenario que lo mantenía oculto.

El iPhone es un dispositivo producto de la inventiva individual de un genio creador, no importa el nombre que lleve: detrás de esa pieza de estética impecable hay un conjunto de convicciones que la hacen materialmente posible.

El iPhone no nace en cualquier cultura. No podría haber nacido en cualquier cultura. Solo vio la luz en donde rige un sistema jurídico que estimula la creatividad, la innovación y la inventiva por la vía de asegurarle a los creativos, a los innovadores y a los inventores la sagrada propiedad del producto de sus ideas. Sin ese conjunto de instituciones que aseguren algo tan simple y básico como eso, no hay inventores, creativos ni innovadores y por lo tanto no hay iPhones.

La Sra. Fernández ha hecho un panegírico de la inseguridad jurídica; se ha burlado de los que defienden la seguridad de la ley y, por supuesto, ha afirmado que ese atributo no sirve para nada, dando, muchas veces, el ejemplo chino para sustentar sus sandeces.

Por lo tanto, la Sra. Fernández no está en posición de disfrutar, de gozar y de usufructuar de los beneficios que brindan los productos que surgen de la cultura y del sistema que ella ataca y que quiere destruir. Si defiende un sistema en donde la propiedad de las invenciones (y la propiedad en general) no está asegurada en cabeza de sus legítimos dueños, deberá conformarse con los productos que son capaces de producir los países y los sistemas en donde esa propiedad no está asegurada.

El mundo tiene largamente probado ya que los productos generados en esos sistemas son una verdadera mierda (desde automóviles hasta indumentaria y desde medicamentos hasta aparatos tecnológicos): nada funciona, todo es feo, antiguo y, en general, no sirven para nada. De nuevo: una verdadera mierda.

Entonces, señora, ¿sabe qué? (como le gusta decir a usted): acostúmbrese a usar mierda, porque mierda es lo que usted tiene en la cabeza, de mierda son los productos que su sistema de mierda produce y de mierda es la vida que generan las ideas que usted defiende.

Para usted no hay iPhones, señora. Con suerte, dos latas de atún con un agujero en la base y un piolín que las una. Hable con eso. Pero iPhones, producidos por la cultura norteamericana, por el capitalismo individualista norteamericano, por el sistema jurídico norteamericano que comienza por considerar sagrada la propiedad de los dueños, no. Eso no es para usted.

Aprenda a vivir con la misma mierda que el sistema de vida que usted pretende imponer a los argentinos es capaz de generar. Si los argentinos no pueden tener iPhones 13 Pro Max masivamente porque el sistema de mierda que usted persigue se lo impide, entonces usted tampoco: eso de condenar a los demás a lo que es el resultado de mierda de sus ideas, pero en lo personal independizarse de eso y gozar de lo que produce el sistema de ideas que usted quiere destruir se parece bastante a una canallada.

Y tan mal no está la comparativa porque claramente, entre otras cosas, eso es lo que usted es señora: una cabal canalla que se da el lujo de comer caviar cuando le impone a los argentinos un sistema que los priva de comer caviar.

Usted defiende el único sistema inventado para facilitarle la vida a un conjunto de privilegiados: el socialismo. Dele el nombre que quiera: peronismo, peronismo socialista, kirchnerismo, nacionalismo populista… Llámelo como quiera: el sistema que usted defiende priva a las grandes mayorías del goce y del acceso a los placeres de la vida y los reserva para la nouvelle noblesse que usted integra.

Toda su vida, señora, es una mierda: sus ideas, su hipocresía, sus falacias, su ignorancia, su resentimiento. Vive despotricando contra lo que quiere disfrutar. Vive negándole a los demás lo que se reserva para sí. ¿Qué otra cosa que una persona de mierda es eso?

El lunes su histrionismo pudo más y no pudo resistir mostrar su teléfono. Algo que también confirma que los pobres argentinos que no pueden disfrutar lo mismo que usted disfruta le importan una mierda. Ni siquiera tuvo el recato de no mostrarles aquello que ellos quisieran tener pero que no pueden porque el sistema que usted les impone se los niega. Es tal la desaprensión que siente por aquellos a los que usa como forros que ya ni siquiera se detiene ante las apariencias.

Disfrute su iPhone 13, señora. Le queda poco. Algún día, tanta mierda saldrá a la luz.

(The Post)

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