DOS EXTRAÑOS

 POLÍTICA

Luego de tres meses de distancia y silencio, Alberto Fernández y Cristina Kirchner compartirán un acto de YPF


Por Santiago Dapelo

Tras tres meses de guerra fría, el Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner compartirán un acto por los 100 años de YPF. Ya pasaron poco más de 90 días desde la última vez que estuvieron cara a cara ante la asamblea Legislativa. Según pudo saber LA NACION, la expresidenta envió mensajes de acercamiento en los últimos días y, pese a algunas dudas iniciales, el jefe del Estado también confirmó su asistencia.

Desde hace varios días, en Tecnópolis, se movieron los equipos de Presidencia como si ambos fueran a participar del acto. Después de varias horas de incertidumbre, cerca de la vicepresidenta confirmaron que estará presente. Fernández, en tanto, recién lo definió por la tarde. El Presidente, según deslizaron desde su entorno, consideraba que ya había cumplido con la conducción de YPF, a cargo de La Cámpora, cuando participó en un acto de la petrolera hace 40 días, día en el que encabezó el lanzamiento del gasoducto Néstor Kirchner. Pero la asistencia de Cristina Kirchner cambió todo el escenario.

Sin trato y en medio de una despiadada interna, la preocupación en la Casa Rosada está centralizada en el mensaje y los gestos que podría dar su vice, muy crítica de la gestión económica de Fernández.

Hasta hoy, Fernández y Cristina Kirchner continuaron con sus agendas en paralelo. Mientras el Presidente concentró el día en la reunión con los gobernadores para avanzar con un proyecto de ley que modifique el número de integrantes del máximo tribunal, la vice dijo presente en el debut del jefe de Gabinete, Juan Manzur, en el Senado.

La última vez que estuvieron juntos fue el 1 de marzo, en el Congreso. Después de ese día se profundizaron las diferencias y el kirchnerismo duro decidió exponer los cuestionamientos públicamente. El quiebre total llegó con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Presidente definió el voto en contra de Máximo Kirchner y el resto de los legisladores como una acción “desestabilizadora”.

Lo que siguió fue una andanada de críticas que tuvieron como foco principal al ministro de Economía, Martín Guzmán, y al resto del equipo económico. La reacción del Presidente, a la postre, fue determinante: empoderó al titular del Palacio de Hacienda y ató su futuro político a los resultados que logre cosechar en los próximos meses el economista. Además, el mandatario se replegó sobre sus funcionarios incondicionales, como Santiago Cafiero, Vilma Ibarra y Juan Manuel Olmos, para intentar avanzar con una agenda de gobierno sin la vicepresidenta.

La vicepresidenta, según confió uno de sus principales exégetas, plantea tres puntos de diferencia frente al Presidente, todos sobre el abordaje estratégico para resolverlas: recuperación del poder adquisitivo, la lucha contra la inflación y la administración del comercio internacional. En buen romance, bolsillo, precios y dólares.

Desde el quiebre total, el kirchnerismo, pero también otros socios como Sergio Massa y los gobernadores peronistas, subieron la presión interna para que el jefe del Estado convoque a una mesa de conducción con las tres principales patas del Frente de Todos.

El Presidente escuchó a todos sus interlocutores, pero decidió que no lo hará: ya tomó la decisión de avanzar sin utilizar más la herramienta del consenso en la toma de decisiones. A pesar de los pedidos para que llame a Cristina Kirchner, no lo hizo porque las consecuencias de ese encuentro podrían derivar en la fractura total del Frente de Todos.

El último intercambio entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner ocurrió el 11 de abril. Ese día el Presidente se encontraba en el sanatorio Otamendi junto a Francisco, su hijo recién nacido. La expresidenta le envió flores y una tarjeta breve pero cordial. Como contó Clarín, Cristina Kirchner le había escrito: “Felicidades para ambos y buenaventura para Francisco!”. Fernández abrió el teléfono y escribió unas líneas en agradecimiento. No hubo otra respuesta. Todo lo que siguió fue silencio.

(Santiago Dapelo / LA NACIÓN)


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