ESTAMOS ANTE EL HUEVO DE LA SERPIENTE

EDITORIAL

Brindar seguridad es una obligación insoslayable del Estado

Por Walter R. Quinteros

Cada día, y desde muy temprano, escuchamos, leemos o vemos las noticias, y nos damos que encontramos casi, como algo habitual, temas relacionados a hechos delictivos. Varios por día y de distinta índole. Consta en las actas, estamos alterados.

Se nos hace muy difícil encarar la vida así, donde no todos hemos adquirido la consciencia de que el problema de la inseguridad es grave y a la vez, complejo. 

La seguridad de las personas y de sus bienes, tanto en esta ciudad como ya prácticamente en todo este territorio nacional, debiera convertirse en una demanda de toda la sociedad y, en una obligación insoslayable del Estado. Hay que exigirla.

Sepamos que, por más vuelta que le demos, el control sobre estos hechos de violencia, constituyen una responsabilidad básica e irrenunciable por parte de las autoridades. Para eso, debe ser algo necesario revisar códigos, normativas, artículos, leyes y así, establecer las bases que le otorguen legitimidad a quién corresponda, y que les resulte indispensable como forma, al menos, en su accionar para evitarlos. 

Por la razón en que los políticos están ocupados en elecciones y reelecciones, cargos, bancas y fueros, es que que ya no estamos conformes para nada con las políticas que ellos mismos han implementado. Ni con la Justicia y de paso, con el tímido accionar policial. 

La preocupación de la ciudadanía, no se debe obviar, al contrario, debe orientar a que surgan algunas alternativas que propongan la legislación de nuevos modelos de seguridad pública, siempre basados en el respeto a los Derechos Humanos.

Tenemos ciudades en este querido país donde los delincuentes promueven el temor y el miedo. Y eso es algo que se puede expandir, tanto, que hasta nosotros tomamos algo de ellos.

Estamos ante el huevo de la serpiente, es ahora dónde debemos preguntarnos qué hacemos.

El Estados no ha podido o no ha querido hasta el momento, buscar,  darle forma,  manejar, o darle legitimidad a quienes estén capacitados para enfrentar ese problema. Y es en este sentido, donde también es necesario establecer el por qué del fenómeno delictivo, las causas y las consecuencias que este flagelo nos ha ocasionado como sociedad.

Por cierto no es nuevo, los delitos siempre han estado presentes en la sociedad, solo que ahora, parecen haber perdido ciertos "códigos" y los encontramos presentes a cada hora, todos los días, en cualquier calle de cualquier barrio. Y somos capaces de cometer, en defensa propia, hasta un crimen por desesperados. Porque ya todo nos sabe a injusto.

Lo que quería decirles, es que esto de la inseguridad ya atenta contra las normas básicas que nos permite la convivencia pacífica, y pone en peligro nuestros derechos fundamentales. Nos miramos con cierta sospecha, fabulamos, actuamos bajo impulsos emocionales violentos. 

El Estado entonces debe garantizar la seguridad de los ciudadanos. Salga el sol por donde se le ocurra salir. Y estos políticos crápulas no deben hacer de la inseguridad un latiguillo de campaña. Tampoco una falsedad expresada a modo de propaganda de la "gestión" expresada para la ocasión —apertura de sesiones, por ejemplo—, como aquí, en esta ciudad.

Lo digo porque nos vinieron con ambiguas promesas de cien cámaras y resulta que las pocas que funcionan, nadie parece controlarlas, ni que graben. Hasta revisando los "chats" en los grupos de las redes sociales encontramos quejas por las demoras en tomar las denuncias. 

Los hechos delictivos han aumentado en un porcentaje superior al 20% en dos años de acuerdo a la lectura de los partes de la Policía. Es una clara muestra que estamos viviendo en una sociedad en riesgo y, lo que es peor, las noticias también nos muestran las conductas "antisociales" de funcionarios encargados de controlar estos hechos. Eso hace que nuestra incertidumbre se acentúe y por ello, pone en duda la debida eficacia y legitimidad de las instituciones. 

Tengo por costumbre, ya no se si es mala, pero siempre en mis editoriales —y usted lo sabe amigo lector—, se me ocurre formular algunas preguntas: 

¿A usted le parece que hay falta de competencia entre los que brindan seguridad?

¿Cree que hay ineficiencia en la labor profesional de los poderes actuantes?

Como víctima, ¿cree que fue contenido sicológicamente por parte de las autoridades?

Y, ¿cree que hay vocación en el personal para realizar la tarea encomendada?

Para serle sincero, es como que uno se siente un poco huerfanito ante la ausencia de autoridad de quienes nos dictan las leyes, de quienes las dicen, y de quienes las debieran aplicar.

Cierre la puerta con doble llave y deje suelto al Boby con mucho hambre, si es que ha llegado a su casa sin penurias, y aunque todo se vea bien.

Porque algo anda mal.

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