EDITORIAL
¿Es posible erradicarla?
Por Walter R. Quinteros
Quienes estamos en los medios de comunicación, últimamente vemos que ha aumentado el fenómeno de la violencia escolar.
En las redes sociales se viralizan videos de chicas y chicos peleando dentro y fuera de las escuelas.
El morbo que nos acompaña, nos hace testigos de aquellos que filman esa violencia nuestra de cada día, y casi que lo convertimos en un espectáculo. Compartimos hasta los pormenores de las peleas.
La pregunta que nos hacemos después es: ¿Es posible erradicar esta violencia?
Encuesta
Ningún pibe debería tener miedo de ir a la escuela. Sin embargo, para muchos estudiantes de todo el mundo, la escuela es un lugar peligroso, ingrato.
En Unicef, hicieron una encuesta: Preguntaron a los jóvenes acerca de sus experiencias en torno a la violencia en las escuelas y sus alrededores, y sobre lo que creen, hay que hacer para impedirla.
La respuesta fue abrumadora: Dos de cada tres alumnos dijeron que les preocupa la violencia en las escuelas. Decenas de miles compartieron sus experiencias y aportaron ideas sobre lo que los jóvenes, los padres y madres, los maestros y los gobiernos pueden hacer para que las escuelas sean más seguras.
Violencia
Tristemente, desde todo tipo pernicioso de acoso, hasta el hostigamiento sexual y pasando por el castigo corporal, ya son tan frecuentes, que parecen un alboroto inevitable.
La violencia en las escuelas es el uso perverso del poder y de la fuerza que buscan unos —de causar intencionalmente—, el daño físico o psicológico de los otros, afectando así, la integridad emocional de los lastimados.
Entonces tenemos que las agresiones son la prueba de que fallaron las formas de impedirla. Que fallaron esos métodos existentes en los colegios. Quizás el mando, o la autoridad.
Comunicación
La comunicación, el uso de las palabras y el diálogo, sabemos, son lo opuesto a la violencia. Pero la palabra como directiva clara, parece que está en desuso, ya no aparenta ser una herramienta fundamental para la resolución de conflictos, ni se muestra como un destello en esta oscuridad.
Y si en una de esas, surgen palabras, éstas también suelen ser violentas ante las discrepancias, convirtiéndose en carentes de reflexión y que por cierto, llevan cargas simbólicas que remiten a la denigración.
Lo sufren las maestras en muchos casos por parte de la desmesura de algunos padres. Algo que vemos impertérritos también en las redes sociales, en la TV, o en las noticias diarias.
La violencia que se expresa en los colegios, dentro y fuera, o en los clubes, no es más que la expresión de una violencia mayor, la social, la que viene desde los propios hogares, desde las calles, desde las canchas, del estropicio del lenguaje o, de los groseros bailes, etc.
Actitudes
Las actitudes de los adultos son los que enseñan a ser violentos a los niños. La falta de contención, de diálogo y de presencia familiar, hacen que los niños sean víctimas de diversas formas de la desquiciada violencia intrafamiliar y que luego reproducen, activa o pasivamente, en las escuelas y en el vecindario.
Subyace la idea siempre de que ellos ven, en muchos casos, la costumbre del consumo de alcohol, o de diversas drogas en sus mayores, lo que lleva a que, cada vez, también aparezcan a más temprana edad, ciertas adicciones en ellos.
Bullying
Lamentablemente la República Argentina se ha convertido en el segundo país con mayor cantidad de casos de bullying o acoso escolar en América Latina.
En el mundo se registran un promedio de 200 muertes por año por problemáticas vinculadas al bullying, un estudio manifiesta que en Argentina los casos siguen en aumento, con 7 de cada 10 niños y adolescentes que padecieron situaciones graves.
Lara Tolosa tenía 15 años, se suicidó en plena clase del Colegio Normal Nacional Nro. 1 de La Plata. Su caso, puede ser el más emblemático. Y hay miles de ejemplos, como el de la adolescente de 17 años que fue amenazada por compañeros de su colegio, que incluso mencionaron la posibilidad de abusarla sexualmente y asesinarla tras torturarla.
La ONG Bullying Sin Fronteras, apunta la cifra de 14.800 casos graves de bullying, y nos colocan como un país de alto nivel de casos de acoso escolar en el mundo.
El reciente vídeo de una nena, de tan solo seis años, en el que llora y dice que no quiere ir más a la escuela porque "me tratan de gorda, de 'gorda chancha', estoy cansada. Me tienen harta", conmovió en las redes sociales mendocinas primero, y de todo el país después. Ante la publicación, muchos lectores dejaron comentarios repudiando a la institución escolar por permitir que los niños sufran este tipo de violencia escolar.
Prevención
Creo que desde la política se deben instaurar cambios profundos que se vean en campañas reales de erradicación de las diversas formas de la violencia, formando profesionales y agentes especialistas en prevención y en su detección temprana. Es decir, aplicar la Ley Nacional Nro. 26.892 denominada como "ley antibullying", reglamentarla sería un gran paso adelante.
Si no hay prevención, siempre llegaremos tarde, porque hasta parece que en la actualidad más se trabaja sobre los efectos, que sobre las causas.
Porque nada nos debe parecer un chiste. Nada nos debe parecer natural. Ni siquiera esta conversación —de la que fui testigo—, de otra nena de seis años que concurre a primer grado de un Instituto de esta ciudad, ella nos contaba fuera de todo discreteo, "que un profesor de mi escuela nos grita y algunos chicos se asustan y algunos lloran, yo les dije a los chicos que la próxima vez que nos grite, nos juntamos todos y le pegamos una cagada".
©Walter R. Quinteros
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