LA HISTORIA DE UN HÉROE INMORTAL EN LA MEMORIA

OPINIÓN

Que vivía con las necesidades de un mortal en la tierra


El Capitán de la FAA Danilo “el Ruso” Bolzan 
Por Daniel Herlein

Mi nombre es Daniel Herlein, soy piloto retirado. Amo la Patagonia, amo esta provincia y amo mi país. Sufrí la adrenalina en la carlinga de un Skyhawk, armado y listo en pista, allá por el año 1978, cuando esperábamos la orden de despegar, en la inminente guerra con Chile.

En 1982, durante la guerra de Malvinas, estuve destinado en la lX Brigada Aérea de Comodoro Rivadavia, desde donde realicé ocho misiones de búsqueda y reconocimiento marítimo de la flota inglesa.

Pero más allá de las vicisitudes, las tensiones, los miedos y esa brutal adrenalina que corría por nuestros cuerpos jóvenes en la épica forjada por nuestra Fuerza Aérea en aquella guerra, hay un recuerdo plagado de emoción para mi, en lo personal. Y es el más importante, porque me permitió mensurar la increíble paradoja en la que nos mete la vida en ciertas circunstancias, cuando el destino mezcla la cotidaneidad, la vida mínima y hasta las necesidades del día a día del hombre simple, ese mismo hombre que horas después muestra una grandeza inconmensurable arriba de su avión y se convierte en patriota digno del bronce, al ofrecer sin mezquindad lo más valioso que tiene: su vida.

El último favor a mi amigo

Era el 7 de junio de 1982, la guerra cursaba sus horas más duras. El TOAS no era favorable para la Argentina, pero los británicos y la OTAN lateralmente comprometida en el conflicto, no la pasaban bien.

Los pilotos basados en Río Gallegos, operando desde el aeropuerto local, nos hospedábamos en hoteles para repartir el corto descanso que nos dejaban las pocas horas que permitían las alertas de combate y en esta oportunidad, estábamos en el Hotel Santa Cruz haciendo las valijas, pero no las nuestras; acomodábamos las pertenencias de Luis (Lucho) Guadagnini un compañero y amigo piloto que el 23 de mayo fue derribado cuanto formaba parte de la escuadrilla que atacó y hundió a la fragata inglesa Antilope.

La ropa y los enseres que dejó Lucho, las empacamos en silencio, con mucha emoción, tristeza y nostalgia, para enviárselo a su familia. Era todo lo que quedaba de él. El mar, se había quedado con el resto.

En ese trámite nos encontrábamos aquel día en el hotel de las calles Roca y Comodoro Rivadavia de Río Gallegos junto al Capitán de la FAA Danilo “el Ruso” Bolzan, quien corto de efectivo, debido a lo magro de los sueldos que se pagaban en aquellos años y lo escaso de los viáticos que no alcanzaban, le había pedido a su esposa que le hiciera un giro para reforzar su estadía en el sur del país, en cumplimiento de su deber.

Como mi compañero había recibido la orden de presentarse en la Base porque tenía que cumplir una misión al otro día, el 8 de junio; ese día muy temprano me fui al correo, cobré el giro de su esposa y rápidamente salí para la Base con el fin de alcanzarle el dinero, antes que la escuadrilla despegara rumbo a Malvinas.

En aquel breve encuentro, “el Ruso” Bolzan lo encontré en el playón del aeropuerto y apurado porque su salida estaba demorada mientras se metía en el bolsillo derecho de su mameluco, el dinero que le había girado su esposa, me dijo que luego de la misión de ese día, replegarían a Puerto San Julián.

Cruzamos sonrisas, buenos deseos y un gran abrazo. El último.

Vuelan alto

Bolzan era el jefe de escuadrilla de los cuatro Skyhawk A4B, que ya estaban alistados en pista, cargando bajo los planos de sus alas, las bombas, los cañones y los tanques suplementarios, imprescindibles para poder retornar al continente a salvo.

Mientras el capitán hablaba conmigo, a unos 600 kms de la costa frente a Río Gallegos, los barcos RFA Sir Tristram (L3505) y RFA Sir Galahad (L3005) de la marina inglesa, eran gravemente dañados​ por cinco Skyhawk de la V Brigada Aérea al mando del primer teniente Carlos Cachón en una primera oleada de ataque a la flota de desembarco.

Y tal vez fue aquel primer ataque, lo que le quitó el factor sorpresa al segundo ataque que un rato después condujera “El Ruso” Bolzan, tratando de impedir que los ingleses completaran la cabecera de playa en Bahía Agradable, al N.E de Malvinas. Los Harrier ya estaban alertados.

Recuerdo que con algún retraso a las 15:00hs despegó la escuadrilla desde la pista de la FAA de Río Gallegos. El teniente Juan José Arrarás, secundaba a Bolzan junto a el primer Teniente Héctor Hugo “el pipi” Sánchez y el alférez Jorge Alberto Vázquez.

Me quedé ahí un tiempo eterno; expectante, ansioso y con el corazón en la mano. Mi amigo, mis compañeros, volaban a la gloria. Desee estar allí con ellos, es el destino de un piloto en la guerra: estar al lado de los suyos, pero me tocaba esperar.

Las turbinas tronaban mientras uno tras otro, los Skyhawk tomaban altura.

Lucían deseosos de enfrentar con su armas al enemigo y el rugido sordo de esas máquinas benditas, piloteadas por aquellos locos intrépidos, calentaron la bruma de ese frío día de invierno y se perdieron en el techo de nubes bajas, con rumbo a su objetivo.

Y la tarde, aquella tarde, le devolvió a mi alma una tristeza inconmensurable. Fue l8:00 horas de aquel día gris y casi en la oscuridad cuando vi regresar uno solo de los Skyhawk, el del primer Teniente Héctor Hugo “el pipi” Sanchez.

El avión tomaba pista en Río Gallegos evidentemente maltrecho, había sido atacado brutalmente por el enemigo y llego casi sin combustible, con el piloto en estado de shock y arribaba a la base gracias al arrojo de la tripulación de un Hércules C-130 que lo reabasteció en el aire, para que pudiera aterrizar con el último aliento. El Ruso y sus escoltas Arrarás y Vázquez, habían caído.

Mi amigo “El Ruso” Bolzan murió con la plata que le había enviado su esposa, en el bolsillo derecho de su pantalón. Es un dato nimio ante la tragedia, claro está. Pero tiene una gran significación desde lo humano, porque aquel hombre simple que padecía de las mismas necesidades mínimas de todos nosotros, al punto de pedir dinero para cubrir sus necesidades diarias, unas horas después daba la vida por una causa inconmensurable que lo hacía inmortal en la memoria de todos los argentinos y lo ingresaba en el bronce eterno de los héroes nacionales.

La Escuela número 63 de Río Gallegos, lleva el nombre del “Capitán Bolzan” y se me ocurrió parafrasear al “Chacarero Cantor”, Carlos Ramón Fernández, cuando dice “El débil consuelo hallo, que el nombre de Danilo Bolzan esté en las aulas, de un Colegio Secundario…” 

(Agencia OPI Santa Cruz)

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