OPINIÓN
Si hay alguien que debe haber hecho un curso de superación personal en ignorancia ese debe ser Roberto Feletti, el absurdo secretario de una secretaria que debería empezar por no existir
Por Carlos Mira
Ayer -encima, riéndose, como si su incompetencia fuera divertida- dijo que “no hace milagros” refiriéndose al estrepitoso fracaso de su gestión que tomó el país con 2% de inflación mensual y la llevó al seis.
Es curioso, porque Feletti, cada vez que habla, adopta un tono doctoral, soberbio y distante, como si los demás no estuvieran a su altura, cuando en realidad es un burro importante, con ganas.
Ni bien terminó su alusión a los milagros, pretendió ponerse en profesor y explicar los que según él son los distintos tipos de inflación.
Dijo que hay una inflación a la que llamó “monopólica” (¿?) que es la que se propusieron atacar en los pasillos de los supermercados, como queriendo insinuar que en la Argentina hay productores y distribuidores únicos de productos que por eso se abusan de su posición de únicos referentes del mercado.
No sé cuántas empresas de grandes supermercados tiene la Argentina, a lo cual hay que sumarle una enorme cadena de supermercados de barrio, de supermercados “chinos”, de despensas, almacenes y comercios diseminados por todo el país. Sería interesante preguntarle a Feletti dónde ve el monopolio en semejante ramillete de bocas de expendio.
No sé cuántas marcas de tomates envasados, de bebidas, de fideos, de pastas secas, de quesos, de embutidos, de lácteos (más allá de los tambos que fundió Cristina Fernández de Kirchner en sus dos gestiones), de productos de limpieza, de productos de tocador, de higiene personal, en fin, no sé dónde Feletti ve el monopolio en semejante muestrario de diversidad.
Luego avanzó y dijo que hay una “inflación internacional” a la que atacan con las retenciones, como dando a entender que el país gira en una órbita diferente a la del resto del mundo, toda vez que los otros países no parecen estar recibiendo los efectos maléficos de lo que sucede en el exterior de sus fronteras; sólo la Argentina, según Feletti, parece estar sometida a ese fenómeno.
No fue menos payasesco lo del propio presidente que atribuyó entre 10 y 12 puntos de la última inflación anualizada a la guerra en Ucrania (en realidad invasión de Ucrania por la sola decisión discrecional del dictador aliado del gobierno, Vladimir Putin) cuando en el último índice mensual conocido, la invasión llevaba tan solo cuatro días de comenzada.
Aquellos a quienes el gobierno le encanta llamar “formadores de precios” (cuando en realidad por lo que veremos enseguida hay un solo “formador de precios”, que es precisamente el gobierno) también actúan -la mayoría de ellos incluso usando los mismos nombres- en otros países. Sin embargo en esos países parecen no ejercer la maledicencia que se les atribuye en la Argentina: si el gobierno tuviera razón esas empresas parecería que se las han agarrado solamente con nosotros, por jodernos, simplemente.
Si Feletti quiere hablar de monopolios debería levantarse una mañana y mirarse al espejo. Pasado el momento del encuentro con una fisonomía tan desagradable, el siguiente paso debería ser entender que solo el Estado que él representa tiene el monopolio de la creación de papel moneda. Y que la creación indiscriminada de papel moneda (dinero) sin respaldo es la única y definitiva causa de la inflación.
En realidad la inflación NO ES el aumento de los precios -como comúnmente se cree- sino la PÉRDIDA del valor del instrumento que se utiliza para intercambiar bienes y servicios. Al imprimir dinero sin respaldo productivo la sobreoferta de papel moneda hace que su valor caiga, siguiendo la elemental máxima de que lo que abunda no tiene valor. Al no tener valor el instrumento de intercambio se necesitarán más unidades monetarias de ese instrumento para adquirir lo que antes se adquiría con menos unidades. Es así de sencillo.
Y repetimos: el generador monopólico de papel moneda es el Estado que, por lo tanto, pasa a ser, de algún modo, el único “formador de precios”, si es que al gobierno nacional y popular le gusta manejarse con esa terminología.
Como el gobierno ha terminado con todos los incentivos a la creación de riqueza, la producción de bienes y servicios ni siquiera es estable, se ha caído por un precipicio de desidia. Nadie está interesado en invertir para producir más porque la mayor producción y la generación de mayor riqueza marginal está castigada impositivamente en la Argentina. De modo que la productividad real de la economía (que es el respaldo que debe tener el dinero emitido) cae.
Estamos entonces frente a un modelo perfecto de bomba atómica inflacionaria: la cantidad de dinero impreso crece y su respaldo (la cantidad de riqueza productiva real) cae: El iceberg del Titanic.
Cualquier chico que maneje una regla de tres simple y algo de la teoría de conjuntos podría resolver el enigma que Feletti atribuye al monopolio de los “formadores de precios” y a la “guerra”.
Parece mentira que un pueblo que debería dominar estos palotes como nadie (por haber estado sometido a este flagelo quizás como ningún otro pueblo del mundo) se deje engañar por fabricantes de mentiras que depositan miles de pobres en la 9 de Julio durante tres días dando un espectáculo de pobrismo clandestino y de vagancia que debería avergonzarnos.
El dinero de los contribuyentes que aún tienen el sueño de progresar trabajando, tirado a la basura, entregado a organizaciones cuasi criminales que manejan rebaños de zombies a los que les pagan para extorsionar.
Carpas de acampe de última generación, termos Stanley, comida para todos… Todo manejado y suministrado desde centrales de inteligencia delincuencial que hunden en la miseria a cada vez más argentinos. Mientras el gobierno los usa para aprovechar la demagogia que lo mantenga en poder para seguir robando y buscando impunidad.
Contrastar esto con los alardes doctorales de Feletti da asco. El único punto positivo es que la acumulación de evidencia es de tal magnitud que hay cada vez más ciudadanos que entienden que solo el camino de la libertad hará posible dejar atrás semejantes indignidades. Muchos lo han entendido incluso al precio de aceptar que no habrá arreglo sin trabajar.
(The Post)
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