CRUZ DEL EJE: DESHUMANIZADOS

EDITORIAL

En primera persona

Por Walter R. Quinteros

El 29 de marzo de 2019, publiqué en mi blog de Cultura https://diceelwalter.blogspot.com un cuento de la española María Teresa López Pastor, excelente narradora nacida en Alicante. Ella titula su cuento "Usted primero". En el mismo, relata a una cajera de un supermercado diciendo de ella que "no era guapa", la llama Ofelia, y que ella no era guapa, pero en su boca se dibujaba una tenue sonrisa mientras atendía.

La cola más larga para pasar por la cajas era la atendida por Ofelia. No había caso, a pesar de los ruegos de la encargada del local para que la gente, se distribuya por las otras, nadie se movía, preferían esperar para estar cerca de Ofelia.

La encargada iba y venía por el local tratando de convencer a la gente, uno por uno, sobre la ventaja de salir rápido del local pasando por las otras cajas, no, nadie se movía.

Y así transcurre el cuento de María Teresa López Pastor, en ése constante ir y venir de la encargada hacia los clientes, que solo le respondían que de allí no se movían.

Para ser un poco maldito —como me viene acostumbrando esta ciudad donde transitan mis casi seguros últimos días—, les voy a contar el final.

"Ofelia prosigue con su trabajo, impertérrita. Si alguien fuera lo suficientemente observador, apreciaría una diminuta lágrima que se deshilacha entre sus pestañas y la levedad de una sonrisa agradecida que acaricia vagamente sus labios cerrados".

Lo que quiero decirles es que nos estamos deshumanizando.

La famosa cadena de supermercados Cencosud, con marcas como Jumbo, Vea y Disco, de los cuales esporádicamente soy cliente, ha implementado cajas automáticas, dicen, para las personas que están más apuradas y que posean tarjeta de débito.

Mire campeón, y mire campeona, usted compra sacando cuentas, acomoda la mercadería en el carrito, va hacia las "cajas rápidas" y usted mismo hace el trabajo de las cajeras, el aparato electrónico le va señalando lo que ha gastado, le pide que introduzca su tarjeta, le descuenta el valor, mientras usted se pone a embolsar lo adquirido. 

Listo, usted sale automatizado a su casa. No pretenda que una de estas máquinas, lo salude, que le diga buen día, buenas tardes, buenas noches, gracias. 

Gracias. Palabra en desuso en seres dotados de razón, inteligencia y voluntad.

No pretenda que una de estas máquinas le diga que le conviene tal o cual oferta, o que le pregunte "qué le andaba pasando que hacía rato que no lo veíamos". O que le sonrían.

Nos estamos deshumanizando, el celular, la tarjeta, los malos modales, los chismes, y los alchauetes electrónicos irrumpieron en nuestra vida.

Para agregar al tema del supermercado, una clienta que, aunque no lo crean, nunca tuve la capacidad curiosa de preguntarle su nombre, y que siempre tiene la amabilidad de saludarme y conversarme de sus cosas, ayer me señalaba que a ella también le gustaba la fila de los que esperan, es bueno charlar tanto aquí como con las cajeras —me decía—. La sonrisa final entre este escribidor que pagaba y se despedía, y la de la conocida sin nombre de la clienta y la cajera, es un ritual que no debemos perder, porque parece que hemos sacado boleto y viajamos sin prisa pero sin pausa a la deshumanización.

Seguramente se puede no coincidir con este y otros temas, lo bueno es que se puede pensar distinto. 

Y justo un tipo como yo, que dedica gran parte de su tiempo para pensar y hacer análisis distintos a los costumbristas de siempre, entiende que desde el invento del semáforo, alguien nos viene organizando la vida. Porque no es lo mismo un invento que agilice nuestras diarias tareas como ciertos electrodomésticos, o aparatos de uso médico, como así también de ciertas máquinas industriales, etc. etc. A que estas nos digan qué debemos hacer. Cómo hacerlo. Como haciéndonos creer que no somos capaces de pensar un poco, que no tenemnos capacidad de comprensión.

Ocurre que entre nosotros, últimamente, pensar distinto en cambio, nos hace discutir y hasta pelear por pura perfidia.

Como les decía al principio, y para ser un poco maldito —como me viene acostumbrando esta ciudad donde transitan mis casi seguros últimos días—, a algunas lastimosas personas que hacen militancia política, no les gustan mis editoriales. 

Pues bien, no tengo la culpa que aquí nadie escriba con vocación, perseverancia y objetividad, sobre los desmanes de nuestros políticos, especialmente aquellos que, gracias a esta frágil democracia que tenemos, ocupan un puesto dirigencial.

Miren cómo tiemblo

En un bar, en el que era un cliente "habitué", se les ocurrió decirme, de frente y en la cara, que el medio al que represento y yo, no éramos bienvenidos. Preguntados por el motivo, respondieron que ellos son afines al partido gobernante. Y ahí nadie habla mal del partido gobernante. Y que viva el partido gobernante. Todos unidos triunfaremos.

No me vengan ustedes con eso de que hay oficinas, institutos, abogados y otras yerbas sembradas bajo las siglas INADI donde deba recurrir para exponer alguna exacerbada queja.

Pragmatismo puro, no voy más y listo. Hay bares más lindos, más cómodos y mejor presentados. Ellos perdieron $600 o más, diarios, pero ganaron en que nadie les señale la mugre del local. Los deshumanizados gastronómicos tampoco tuvieron en cuenta que, para callarme, debían cortarme la lengua, arrojar mis dedos al dique y zapatear sobre mi cadáver.

Lo peor de todo esto, es que algunos que nunca fueron a mi colegio, ni hacen o practican lo que yo hago, intenten llamarme colega y, que por este pequeño e insignificante problema entre dudosos comerciantes, y quien esto escribe, lo tomen como un triunfo de los que sueñan con mi silencio. Tan deshumanizados estamos que hemos perdido la Fe, el espíritu de equipo y la solidaridad, por unas monedas provenientes de las arcas oficialistas... y de las otras de origen dudoso.

Pero volviendo al supermercado y a esas "cajas inteligentes" que les cobran a los apurados, se me vino de repente a la cabeza, el término "animista" —pero antes les cuento un secreto—. Viene dos veces a la semana, una señora que me ayuda en la limpieza, a veces no tiene contemplación en su afán de dejar todo impecable, que vacía mi escritorio a fuerza de plumerazos y líquidos limpiadores mientras canta alegres canciones de amor. Lo que yo consideraba ordenado, para ella es un desórden total, buscar entonces el diccionario implica levantarme de este sillón y ver dónde fue a parar. Es más cómodo caer en el sitio Wikipedia, solo alcanza con un "click" y mover el "mouse" para saber que: La definición de animista se extiende a seres sobrenaturales personificados, dotados de razón, inteligencia y voluntad, que habitan los objetos inanimados y gobiernan su existencia. Esto se puede expresar simplemente como que todo está vivo, es consciente o tiene un alma. "Excepto tu ex", le faltó decir.

Pero como en el cuento de María Teresa López Pardo, y teniendo en cuenta que soy bastante observador, a esas "cajeras automáticas" no les veo una diminuta lágrima que se deshilache entre sus teclas, ni la levedad de una sonrisa agradecida en sus ranuras.

¿Qué semanita no?

©Walter R. Quinteros

Comentarios