OPINIÓN
El gobierno ya ha emitido al menos tres comunicados oficiales en foros internacionales en donde pide el cese de la invasión rusa a Ucrania y exige a Putin la retirada de ese territorio
Por Carlos Mira
Sin embargo, más allá de las palabras de complacencia de la diplomacia norteamericana, todos dudan de la sinceridad de esa posición. Y en especial donde más importa: dentro de la Argentina.
Paralelamente a las declaraciones formales de la cancillería, ha habido no menos de diez sarazas y silencios llamativos en el núcleo duro que maneja de verdad los hilos del gobierno: el kirchnerismo cristinista-camporista.
La vicepresidente se explayó en un hilo de tuits el domingo en donde claramente retuerce las palabras -y lo que es peor, los hechos (como, por otra parte, nos tiene acostumbrados)- echando mano de una teoría de doble estándar cuya principal usuaria y protagonista es ella misma.
Fernández de Kirchner ocultó la postura argentina en la Asamblea General de la ONU en mayo de 2014 en donde se abstuvo en la votación que condenó a Rusia por la anexión de Crimea ¡Qué mayor doble estándar que ese, siendo, como era ella en ese momento, la presidente de un país que por su discordia por Malvinas sostenía el principio de la integralidad territorial y el del rechazo a las anexiones por parte de potencias extranjeras de territorios soberanos!
Luego el propio canciller en una radio partidaria salió a hablar de la “neutralidad” argentina, frente a lo cual uno se pregunta: ¿Neutralidad antes quiénes? ¿Neutralidad frente a un agresor unilateral que invade a otro que no hizo nada para ser invadido? ¿Qué clase de neutralidad es esa? ¿Acaso una versión zaffaroniana del derecho internacional según la cual, ante tan flagrante delito, lo primero que hay que hacer es sentarse y “ver cómo se hace para hacer zafar a este tipo” (según la meridiana línea de pensamiento del ex juez de la dictadura cuando tiene delante de él el expediente de un delincuente comprobado)?
El canciller (si es que se le puede dar ese nombre a Cafiero) dijo textualmente: “El único alineamiento que tiene la Argentina son los intereses de los argentinos y argentinas, esa es la política exterior de nuestro país… Acá no hay que elegir bandos”.
La Argentina tiene, lamentablemente, una historia con la “neutralidad”. A ver si nos entendemos: la Argentina peronista fue neutral ante Hitler, o sea… ¿Se puede ser más bochornoso que eso? ¿Se puede haber estado “en el medio” (porque eso es ser neutral) de Hitler y Churchill? Bueno, la Argentina lo estuvo.
No conforme con eso, terminada la guerra, se transformó en un refugio de nazis que, según algunos, incluyó hasta el propio Hitler, amén de Eichman, Mengele y otros cientos.
Si extrapolamos aquellas posturas a las de hoy en día, no deberíamos tardar en concluir que la “neutralidad” no es otra cosa que un camino tan sutil como hipócrita para esconder la verdadera preferencia por los totalitarismos. La vergüenza de la admisión pública es de tal magnitud que se dice, como siempre, “yo, argentino, no estoy con ninguno de los dos”.
El problema se presenta aquí, cuando no hay “dos”; cuando no hay “bandos”, en los términos de Cafiero. Ya supone una indignidad flagrante “estar en el medio” de un defensor de la libertad y de un agresor esclavista. Pero cuando solo existe el agresor esclavista porque el defensor de la libertad ni siquiera tuvo oportunidad de actuar, la “neutralidad” se vuelve un concepto impresentable, repugnante.
Ninguno de los capitostes del peronismo camporista se expidió sobre los hechos. Silencio completo. Y el silencio habla. Ni siquiera es neutral. Es más, en los corrillos de esa “orga” se asegura que si el gobierno de Fernández tiene un acercamiento claro a Washington “va a haber ruido”.
Por otro lado, Cafiero desestimó hoy aplicar sanciones a Rusia. “Argentina no considera que sean un mecanismo para generar paz y concordia, o generar una mesa de diálogo franco que sirva para salvar vidas”, le faltó decir, como Maduro, que ese tipo de sanciones son “un crimen contra el pueblo ruso”.
Como si todos fuéramos pelotudos frente a lo que estamos viendo, Cafiero agregó: “Planteamos esta condena, porque no queremos la guerra, queremos preservar la vida, desde ahí no podíamos dejar de condenar; sin embargo, en el mismo discurso, hago referencia a que todas las partes involucradas, las potencias, también tomen en cuenta esta política de la escalada que llevó a este lugar, para que se vuelvan a sentar en una mesa de negociación”.
O sea, lo que este señor está diciendo es, “miren muchachos, no nos quedó otra, tuvimos que condenar… Pero dado que el que queremos nosotros se mandó una que quedó en un offside más grande que una casa, le mandé una adaptación internacional del ‘Ah pero Macri’ y dije que los otros también tomen en cuenta que la política de escalada es la que nos llevó a este lugar”, como si previo a la invasión, Occidente hubiera tenido alguna conducta impropia que fuera la causa de la “reacción” rusa. Una desfachatez a la vista de todo el mundo.
En una sociedad mundializada como es la contemporánea -más allá de los esfuerzos en el sentido del encierro que hagan las autocracias como la que padece la Argentina- no se puede ignorar lo que ocurre, lo que está pasando delante de nuestras narices. Solo un fanatismo ciego puede hablar aquí de “ni con unos ni con otros”, eso que ya es suficientemente cobarde cuando la libertad está de algún modo en juego, es directamente inadmisible cuando hay una víctima violada y un violador suelto.
(The Post)
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