LOS EQUILIBRISTAS

EDITORIAL

Vivir estos tiempos políticos, es como contemplar un mezquino pasatiempo de unos pocos, que solo van por un cargo

Por Walter R. Quinteros

Los votantes, estamos como el público de un circo cualquiera cuando miramos a un candidato, es como que vemos a un equilibrista caminar en la cuerda floja. Como esperando a que se pueda caer y romperse la cabeza en el piso. Así de mórbidos estamos algunos y, haciéndose los distraídos, mirando para otro lado, estamos los otros.

Vivir estos tiempos políticos es como contemplar un mezquino pasatiempo de unos pocos que solo van por un cargo. Y comentar esta metáfora donde trato de proyectar, figuradamente, la nueva pugna de poderes entre precandidatos, candidatos y sus operadores, le da a estos días, una enredada dinámica. 

En esta nueva pugna por el poder, encontramos caras que seguramente usted no ve con buenos ojos, ya sea porque tiene algo de memoria, o porque les conoce el prontuario, o tal vez simplemente por estar rodeados de otras caras "non sanctas".

Con todo el respeto que se merecen los presidentes de cada partido, o de circuito, ¿ustedes son elegidos mediante el voto de sus afiliados?

¿Hicieron un escaneo de fichas limpias de cada uno?

¿Hay una comisión que los investigue, un  Tribunal de Ética?

¿Cuántos de ustedes se bañan en agua bendita?

Porque parece que en este circo, ahora, algunos equilibristas son inocentes de cualquier delito flagrante por los cuales alguna vez fueron imputados, y apuestan a la mala memoria de los que pagamos la entrada para verlos. 

Y si no se asoman, es porque manejan algunos hilos desde las sombras.

Es más, parece que un sector de la sociedad, (público asistente) marca con sus aplausos un hito vergonzoso que va más allá de lo justificativo y donde se glorifican los eventos que ultrajaron a mansalva la dignidad de la ciudad, (extraña lealtad partidaria) pretendiendo instalar un sórdido perdón y olvido de este sinsentido, por vaya uno a saber qué regalito o bolsón  "intentacambiarvoluntades". 

Los equilibristas van saliendo a escena, las lentejuelas cosidas en sus brillantes uniformes parecen darles un halo de benevolentes dioses. Pero nada que ver. No hay ningún San Martín.

Ellos saben que ingresan al salvajismo, al campo de las contiendas, y les será difícil mantener un bajo perfil. Algunos ya subieron a la cuerda, pero con las manos enguantadas y listos para boxear también.

Ya los intereses ciudadanos han quedado de lado. Ahora son ellos y solo ellos.

Y como parafraseando el poema de Oliverio Girondo: "Se mirarán, se presentirán, se respirarán, se olfatearán, se estrangularán, desfallecen..."

Hoy, imperan las acusaciones cruzadas tanto, en las redes sociales como en las noticias nacionales también.

Estamos viendo o escuchando algunos mediocres y estamos viendo o escuchando a otros que, siguiendo con el poema de Oliverio Girondo a las palabras que pronuncian: "Las acarician, las besan, las desnudan, las adormecen, las despiertan, y las iluminan". En cada proyecto que presentan como una lejana expresión de deseos, sin tener la más mínima idea del dinero que contarán y con qué se encontrarán.

Y también estamos viendo a los que obran con los impulsos del furor, ellos: "Se confunden, se acoplan, se disgregan, se reintegran, se juntan, se repelen, se enervan, se acometen, se entrechocan, se acribillan, enloquecen".

¡Qué gusto el mío de arruinar tan bello poema de Girondo!

Pero al final, los equilibristas irán cayendo, porque la cuerda se encuentra floja, se bambolea cada vez más, mientras más conocemos de sus cosas, mientras más se les cuentan cuántas costillas tienen cada uno. Mientras menos equilibrio tengan.

Nosotros, estaremos viviendo en la incertidumbre. Casi como por costumbre, sobre el resultado final de las urnas —le aviso, estimado lector—, que eso será recién: ¡El año que viene! 

Ellos, los candidatos, arriba de la cuerda estarán haciendo equilibrio. Los otros, los que fueron cayendo, desvanecerán en el piso con la cabeza destrozada por el golpe de la caída, para regocijo de los demás.  

Ahora.

Con el juego de los arreglos, alianzas y traiciones, que ya es folclore nacional, total y absoluto de la política, apostar por uno o por otro, es demasiado arriesgado. Queda usted debidamente notificado.

Solo tenemos que acostumbrarnos a la idea de vivir una relación muy inestable con los discursos de los políticos, hay que contentarse mirándolos como hacen equilibrio en la cuerda floja, hasta que el tiempo de las expectativas, se haya agotado.

Y que en ese tiempo, 
no nos hayamos muerto
—en el intento—, 
de votar por el menos peor.

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