LA CORRUPCIÓN

EDITORIAL

Parece ser algo así como un deporte nacional auspiciado por los gobiernos de turno

Por Walter R. Quinteros

La corrupción es una cosa horrenda. El corrupto no solo roba al Estado. Le roba al pueblo, y en una ciudad de 45.000 habitantes se nota más. 

Pero parece ser algo así como un deporte nacional auspiciado por los gobiernos de turno.

¿Pero qué es ser corrupto?

Se define la corrupción como "el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado", entendiendo que este fenómeno no se limita a los funcionarios públicos. También se aplica a las personas que cometen irregularidades o infrigen la ley para obtener un beneficio particular.

Ejemplos: 

Algunas actitudes de ciertos concejales que benefician a su partido y no, a la ciudadanía.

Un intendente que no rinde cuentas.

Funcionarios que desvían fondos.

Periodistas que, por dinero, callan o tergiversan información.

Políticos que son llevados a un cargo y luego traicionan esos votos. Que por otro "cargo", pactan con el diablo.

Y abriendo el juego:

¿Hay corrupción en padres que gastan más en el juego, en amantes o automóviles y no en su familia, en sus hijos haciéndoles pasar necesidades?

Y como siempre digo: Los padres que mandan a sus hijos a la escuela con un "presente" para la maestra... ¿Están enseñándoles el arte de la coima? ¿Los preparan para ser corruptos? ¿Toman eso de "coimear" como algo normal?

Anecdotario:

Una vez, en Córdoba, a una agria empleada administrativa municipal, de malos modales para atender al público, desalineada en su vestimenta, tampoco muy atractiva, y que tenía por costumbre la de "acelerar" un trámite si le acercaban medialunas, churros o criollitos para el mate, supe aplicarle un correctivo por ese mal desempeño. Cumplido ese trámite, me mostró fotos de su casa. En todas partes, empezando por la heladera, había cartelitos de su hijos "A la mamá más bella y buena del mundo". "A la mejor mamá", etc, etc. A esos "nenes" nada les faltaba.

¿Somos así?

Otra vez, en una cancha de fútbol, el presidente de un club le señala al presidente del otro club el centrodelantero que había adquirido para el resto del campeonato, 9 goles en 6 partidos. Sin inmutarse, el otro presidente le dice, que el compró al tipo que llevaba el silbato en la boca, y a los que llevan los banderines. 18 puntos en 6 partidos.

¿Ya somos así? ¿Nos parece normal?

Pero una cosa es lo mundano, las costumbres hogareñas y otra, el manejo del erario público y de la confianza pública depositada. Ser corruptos ahí, podemos decir que simplemente se trata de un crimen. Insisto, los funcionarios son elegidos para administrar, no para disponer. 

La corrupción produce más hambre, más miseria y de todo tipo de esas miserias.

La corrupción afecta también los derechos humanos, pues por cada centavo que un corrupto se lleva, un niño deja de comer en un merendero, o un enfermo no obtiene la atención médica que le corresponde. El tema es que no se llevan un centavo. 

Hablando en criollo,  la corrupción implantada en nuestra sociedad también mata.

Sintetizando, estoy plenamente convencido que la corrupción hace que los funcionarios no cumplan su misión. 

Que los políticos no busquen el interés general sino que promuevan causas particulares bajo sofismas y mentiras. Solo buscan el cargo, no les importa la bandera que los llevó a ese cargo.

La corrupción incentiva que la gestión pública esté al servicio del mejor postor en cuanto a coimas se refiere, y no al servicio de la sociedad toda que espera.

Nota del autor: Al que no le guste esto que escribo, tiene el derecho a una réplica, eso si, mostrando papeles verdaderos, certificados por escribano.

Es corrupto el político que se cambia de bando —inadmisible para el hincha de un equipo de fútbol—, el que se "borocotiza". Por nombrar el caso emblemático de Borocotó y de tantos otros políticos a lo largo y ancho del país. Por caso el presidente actual.

La corrupción hace que algunos policías no brinden seguridad y, por el contrario, permite que sirvan al crimen organizado. Hemos visto cientos de esos casos. De lo que se llama "zona liberada". O de crímenes sin resolver.

La corrupción hace que el Estado no planifique ni compre lo que necesita la ciudadanía a buenos precios, sino, hace que se adquieran bienes inservibles o bienes a precios por demás inflados, o que nunca sabremos a cuanto se los adquirió.

La corrupción hace que algunos profesionales nos deriven de un hospital público a una clínica privada, de allí que nos deriven a otro centro asistencial para "estudios". O que por la obra en construcción nos señalen dónde comprar los materiales. Y así, en todos los órdenes de la vida.

La corrupción hace que no tengamos dinero suficiente para cubrir las necesidades de infraestructura, educación, seguridad y salud, pues algunos "vueltos" aparentemente se lo llevan los corruptos, ya que no se rinden cuentas de la obra pública. 

La corrupción fomenta que las Secretarías de Finanzas  sean complacientes a los bolsillos de oscuros funcionarios, pero no a los urgentes requerimientos que impulsen el trabajo, el desarrollo social y los servicios públicos.

Pero volviendo a las preguntas formuladas al comienzo de nota, tengo que decirles que la corrupción no es solo un problema de nuestros malos funcionarios. Es un fenómeno en donde estamos todos metidos, parece.

Hay corrupción en el ciudadano común y corriente que ofrece y paga un soborno al funcionario en lugar de cumplir la ley, hay corrupción en el empresario que prefiere "gambetear" oficinas para conseguir el favor que necesita o el que coimea para que le entreguen una aprobación de cual o tal obra, negocio, emprendimniento etc. 

Y no pueden quedar afuera aquellos integrantes de la Justicia que no cumplen las leyes con independencia, o que prefieren torcerla a favor del amigo o del poderoso de turno. 

Hay corrupción en el fiscal que no investiga. Hay corrupción en el abogado que no defiende y en el que se vende al mejor postor.

Y vuelvo con lo mismo ampliando el concepto. Hay corrupción también cuando la prensa renuncia a su independencia y cuando deliberadamente no es veraz. Por la plata baila el mono.

Porque sepa, ciudadano común, que la corrupción hasta los hace cagones, por miedo al qué dirán.

La corrupción que nos rodea a todos, a ellos los ahoga en el oscuro lago de la inmoralidad. 

Para evitar eso, hay que saber nadar con ficha limpia y papeles al día. Esos tipos —le aviso amigo lector—, no se mojan ni se destiñen.

Pero nadie hasta el momento, ha llenado los formularios correspondientes para caminar con la frente alta. Que yo sepa.

(Walter R. Quinteros / Dibujo: Ángel Boligán)



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