CULTURA
Juana Azurduy de Padilla, mucha mujer
El 3 de marzo de 1816 la heroína boliviana Juana Azurduy de Padilla, al frente de 200 mujeres indias a caballo, derrota a las tropas españolas en Bolivia, libera a su esposo el general Manuel Ascensio Padilla que estaba prisionero desde 1814 y es nombrada teniente coronel, siendo así la primera mujer con rango militar en el mundo.
Azurduy, símbolo del compromiso de las mujeres latinoamericanas con las luchas independentistas, nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, departamento de Potosí, mientras estallaba y se expandía la rebelión de Tupac Amaru. Quedó huérfana muy pequeña y pasó su infancia en un convento de monjas de su provincia natal.
Su familia quiso que fuera monja y ella quiso ser libre. Ganó Juana y hubo que sacarla del convento de Santa Teresa, según el parte de la Madre Superiora, por su irreductible conducta altiva.
Fuera la esperaba la lucha contra los españoles y el amor de la mano del comandante Manuel Asencio Padilla. Participó con Padilla en la revoluciones de Chuquisaca y La Paz en 1809, y un año después alojó en su casa a Juan José Castelli, uno de los comandantes de las tropas patriotas que iba a cumplir su sueño de hacer la revolución en el Alto Perú.
En 1802 a los 22 años se casó con el general Manuel Ascensio Padilla, con quien tuvo cinco hijos y el 25 de mayo de 1809 cuando estalla la revolución independentista, ambos se unieron a los ejércitos populares creados tras la destitución del virrey y lucharon en las guerras que comenzaron en Chuquisaca y La Paz.
Juana colaboró hasta con lo que no tenía para abastecer a las tropas libertadoras que venían desde Buenos Aires.
Tras la derrota de Huaqui los realistas lograron rodear su casa en la que resistió como pudo junto a sus hijos, hasta que Padilla en una acción absolutamente temeraria logró liberarlos.
Juana ayudó a crear una milicia de más de 10.000 indios y comandó varios de sus escuadrones. Libró más de treinta combates, siempre a la vanguardia.
Juana lo fue perdiendo todo, su casa, su tierra y cuatro de sus cinco hijos, Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes, en medio de la lucha. No tenía nada más que su dignidad, su coraje y la firme voluntad revolucionaria. Por eso, cuando los Padilla estaban en la más absoluta miseria y un jefe español intentó sobornarla Juana le contestó enfurecida: «La propuesta de dinero y otros intereses sólo debería hacerse a los infames que pelean por mantener la esclavitud, más no a los que defendían su dulce libertad, como hacemos nosotros a sangre y fuego».
Juana salvó a su marido que había caído prisionero en febrero de 1814 en una operación relámpago que dejó sin rehenes y sin palabras a los enemigo españoles.
El 3 de marzo de 1816 Padilla y Juana atacaron al general español La Hera cerca de Villar. Allí Juana al frente 200 mujeres indias a caballo logró detener a los realistas españoles, recuperar fusiles, quitarles el estandarte y cubrir la retirada de su compañero.
Juana fue una estrecha colaboradora de Güemes y por su coraje fue investida con el grado de teniente coronel con derecho al uso de uniforme, según un decreto firmado por el Director Supremo Pueyrredón el 13 de agosto de 1816 y que hizo efectivo el general Belgrano.
El general Belgrano debía entregarle el sable correspondiente, pero prefirió brindarle el suyo, el que lo había acompañado en Salta y Tucumán y durante el heroico éxodo jujeño, en reconocimiento a su labor y la convirtió en la primera mujer en integrar el Ejército Argentino.
Tres meses después, en el combate de Villar fue herida por los realistas. Su marido acudió en su rescate y logró liberarla, pero a costa de ser herido de muerte. Era el 14 de noviembre de 1816. Juana se quedaba sin su compañero y el Alto Perú sin uno de sus jefes más valientes y brillantes.
La figura de esta revolucionaria expresa la hermandad que une a los pueblos de Bolivia y Argentina, cuando colaboró junto a su esposo con las tropas enviadas desde Buenos Aires en la organización del escuadrón «Los Leales” para liberar el Alto Perú.
En agosto de 1816, se unió a la guerrilla del argentino Martín Miguel de Güemes y liberó el norte de Argentina del control realista.
En 1825 el libertador Simón Bolívar, visitó a Azurduy y tras ver la condición miserable en que vivía, la ascendió al grado de coronel y le otorgó una pensión.
Murió el 25 de mayo de 1862 en la provincia argentina de Jujuy, a los 82 años de edad, en la soledad, el olvido y la pobreza absoluta, fue enterrada en una fosa común y 100 años después sus restos fueron exhumados y depositados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.
(Efemérides, por Pedro Beltrán / Subsecretaría de relaciones con la comunidad y violencia)
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