DEMOLIENDO MITOS

OPINIÓN

El temor tiene ya versiones palmarias y también visuales


Por Carlos Mira

El espectáculo dado ayer por el gobierno y particularmente por el presidente en el CCK reunió ambas variables del espanto.

A Fernández se lo vio muy deteriorado. Pero no solo en su aspecto físico, cuestión notoria que viene mostrándose hace rato, sino en su estabilidad mental.

El presidente lisa y llanamente decía cualquier cosa, balbuceaba verduras de sarasas incomprensibles con muchos intervalos entre frase y frase y, a veces, incluso, entre palabra y palabra.

Apeló a la figura de “sentarse a una mesa” para dialogar, que es algo así como la esencia misma de todo lo que el peronismo kirchnerista ha bombardeado eternamente: la opción de una discusión civilizada.

Ya sabemos que el presidente es un cínico capaz de afirmar o negar en la cara de cualquiera lo que negó o afirmó antes. Pero insinuar que el gobierno peronista llama al diálogo es como tomarle el pelo a la gente en un momento en donde la gente no está para que le tomen el pelo.

Volvió a hablar de un “centro” opulento y de un norte y un sur que pasan necesidades, dando a entender que, en lugar de hacer del norte y del sur lugares también opulentos, había que quebrar al centro rico para acariciar la deseada igualdad.

Nunca antes un país tuvo tantas muestras de que quien está supuestamente a cargo no tiene idea de lo que hay que hacer para salir del pantano en que su propia impericia y resentimiento en que nos metieron. Es más, nunca antes hubo tantas pruebas de que lo que proponen hacer es más de lo mismo, más ideas pobristas, más caminos de división y odio, más estrategias de miseria.

La iniciativa de crear un “fondo para pagarle al Fondo” haciendo demagogia con “la plata de los ricos” uno tiene todo el derecho de pensar que es un proyecto de ley hecho para ellos mismos, para que puedan traer al circuito blanco a una tasa impositiva rebajada todo el dinero que robaron y que seguramente cada vez les cuesta más trabajo disfrutar de modo abierto.

El proyecto habla de “evasión” y de “lavado” directamente como si fueran sinónimos admitiendo que delincuentes que hicieron fortunas con la corrupción (como los Kirchner y su banda de secuaces) o con el narcotráfico se asimilen a personas que escaparon fiscalmente de la Argentina por considerar que el orden impositivo del país era directamente violatorio. No hay dudas que incluir el “lavado” en ese proyecto tiene los apellidos del gobierno.

En otro giro autoritario peligroso, Gustavo Béliz, el así llamado “secretario de Asuntos Estratégicos” también anunció en el mismo acto que están trabajando para promover “el buen uso de las redes sociales”. “Vamos a profundizar los lineamientos centrales del uso de las redes sociales para el bien común”, dijo Beliz y anticipó que ya “estamos trabajando con un estudio pionero que marca y propone un pacto para el buen uso de las redes sociales y que dejen de intoxicar el espíritu de nuestra democracia”.

Resulta sintomático que este anuncio haya sido hecho el mismo día en que la Venezuela de Maduro anunciaba una ley para que el Estado regule el uso de las redes en Venezuela.

Las preguntas surgen obvias: ¿quién será el monarca que determine qué se entiende por “buen uso de las redes”? ¿Quién será el censor que defina la palabra “intoxicación”? ¿Se considerarán comprendidos en los alcances de ese proyecto los exabruptos, insultos, camorrerías, sarcasmos o directamente amenazas que hacen a diario los funcionarios del gobierno y sus referentes paraoficiales contra opositores o ciudadanos independientes como la que protagonizó, por ejemplo, Aníbal Fernández contra el dibujante NIK?

¿Qué clase de diseño tienen en mente como probable solución a los problemas? ¿Acaso medidas del mismo tipo de las que causaron el desastre? La respuesta es sí.

El trabajo de esmerilamiento que las fuerzas que responden a la vicepresidente vienen haciendo contra el presidente tiene por objeto profundizar, precisamente, el tipo de medidas que han hundido a la Argentina en las profundidades en las que se encuentra hoy.

Para ellos el motivo del evidente fracaso de estos dos años desastrosos no es el tipo de medidas que han tomado sino la dosis de las mismas: era necesario aplicar más de lo mismo, no menos.

Si eventualmente existiera un golpe blando contra el presidente y asumiera la presidencia la actual vicepresidente lo que el país podría esperar es más desastre, no menos.

Eso pone muy en el primer plano de la discusión el papel de la oposición. Es entendible que JxC no quiera entrometerse en lo que está ocurriendo en el peronismo. Pero sí debería ocuparse de preparar un plan omnicomprensivo de gobierno para aplicar el primerísimo día de su eventual gobierno.

Y la verdad es que uno no ve que eso esté pasando. Más bien se observa allí un conjunto de personas que saben el impacto que tendría en el país la disolución de esa coalición pero que, al mismo tiempo, tienen ideas muy diferentes en cuanto a lo que habría que hacer para salir de donde estamos.

Hay diferencias notorias en materia económica, que es el nudo gordiano del problema, más allá de las alarmantes necesidades en materia de educación, seguridad y hasta de prioridades morales del país.

La Argentina está en un punto en donde el gobierno tambalea, en donde el presidente transmite una imagen preocupante (incluso) desde lo mental, donde la oposición aparece confundida respecto de qué camino tomar si la ciudadanía los transforma en gobierno, y donde día a día aparecen proyectos de medidas que no hacen otra cosa más que confirmar el rumbo de colisión.

A este aquelarre debe atribuirse el enorme crecimiento público de la figura de Javier Milei que tiene una idea sólida, una base programática seria, un horizonte cierto y una vocación implacable para insistir con los instrumentos que han hecho del mundo libre la parte de la comunidad global en donde es agradable vivir y en donde todos quisieran vivir.

El país no resiste otra payasada gris, tibia y a medio camino. Aquí hay que ir a fondo hasta que el último de los mitos sobre los que la Argentina vivió durante los últimos 75 años haya sido completamente demolido.

(The Post)

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